Decir que el conejo (Oryctolagus cuniculus) es una de las especies más importantes en la cadena trófica de los ecosistemas mediterráneos es algo ya manido, pero es así. Multitud de especies predadoras ibéricas, algunas escasas y amenazadas, basan su dieta en el conejo gran parte del año. Hablamos del lince o el águila imperial, y hasta tal punto es así que de la recuperación de este lagomorfo depende en buena medida la conservación de estas especies icónicas de la España más agreste y salvaje.
De los esfuerzos de recuperación de las poblaciones conejeras hemos hablado en multitud de ocasiones. En estas páginas vamos a esbozar la regulación más básica de la caza del conejo, es decir, tratamos sobre los periodos hábiles, las fechas de caza autorizadas en España y repasamos algunos estudios que han analizado esta regulación y reflexionado al respecto, casi siempre desde el punto de vista de la sostenibilidad de su aprovechamiento cinegético.
Pero la caza del conejo, en muchas zonas, se articula como herramienta para el control poblacional; en contraste con la escasez, aún hoy persistente en vastas extensiones de monte mediterráneo y dehesas (que son el refugio, precisamente, de las relictas poblaciones linceras), hay otros sectores, por ejemplo del centro, nordeste y levante peninsular, donde el conejo es tan abundante como problemático, sobre todo para la agricultura.
Los conejos viven en grupos sociales jerarquizados que ocupan madrigueras interconectadas por una red de galerías subterráneas. Las conejas paren varias camadas al año y, en condiciones climáticas favorables, los partos pueden ocurrir a lo largo de todo el año aunque generalmente desde octubre-noviembre hasta junio.
La actividad sexual es máxima al final del invierno-principios de la primavera y, tras un mes de gestación, los partos ocurren principalmente a partir de febrero, siendo el verano la estación con menos nacimientos.
Los conejos suelen parir en gazaperas separadas de los vivares. Tras el parto, los gazapos permanecen en la cámara de cría unas tres semanas, lo que viene a durar la lactancia y dependencia materna.
Visto lo anterior, se puede decir que puede haber conejas preñadas y lactantes durante todo el año, aunque en menor medida desde mediados de verano a mediados del invierno, estación en la que se produce el mínimo poblacional.
¿CUANDO CAZAR EL CONEJO ?
Es importante la elección del periodo más adecuado para la explotación cinegética y que en principio debería corresponder con la época de inactividad reproductora [3] (al menos, de menor actividad).
En este sentido, diferentes simulaciones y modelos matemáticos han concluido que el periodo hábil para el conejo debería establecerse en el estío, entre los meses de junio, julio y agosto, cuando tiene lugar el pico poblacional [1, 7].
La caza en primavera optimiza la extracción, conservando las poblaciones de conejos; por el contrario, la caza en otoño-invierno incide sobre la supervivencia de una población estable que está preparada para reproducirse de nuevo, perjudicando su sostenibilidad a largo plazo [1].
Otro de los beneficios de la caza estival es que, cuando llegue la nueva temporada reproductora, habrá una menor competencia por los recursos en la población de conejos [7].
Hay otra corriente de opinión que sostiene que la caza del conejo durante el otoño-invierno no es tan perjudicial, ya que la caza con perro y escopeta está sesgada hacia los individuos que más campean en cada momento del año. Así, mientras que la caza estival selecciona más a los jóvenes del año, la caza otoño-invernal selecciona preferentemente a los machos subadultos, luego a los adultos, después a las hembras subadultas y por último a las hembras adultas, tipo de ejemplares que sería el menos perjudicado en cualquier situación [1, 4].
Aunque, como es habitual, se alega una falta de trabajos científicos de campo que comprueben estas teorías, lo que es indiscutible es que la caza en otoño e invierno se realiza principalmente sobre ejemplares adultos de un alto valor potencial, por haber sobrevivido a enfermedades y predadores, que son los responsables del éxito reproductor futuro, de modo que es beneficioso adelantar el final de la época de caza con el objeto de evitar cazar las hembras que se están reproduciendo o se van a reproducir e incrementar su supervivencia.
En definitiva, se trata de adelantar la desveda y evitar, en la medida de lo posible, la extracción de individuos en el momento de mínimo poblacional invernal [2, 8]; por el contrario, allí donde esté técnicamente justificado, este sería posiblemente el momento del año en el que el control poblacional puede ser más efectivo.
PERIODOS HÁBILES DE CAZA DEL CONEJO EN ESPAÑA
Sobre la regulación de la caza del conejo en España podría decirse, en síntesis, que la mayor parte de la normativa anual analizada en el estudio que se presenta en la primera parte del artículo [5], diferencia dos periodos hábiles de caza:
- Una temporada general otoño-invernal.
- Un periodo estival denominado caza de verano, descaste’ o media veda, (de hecho la justificación de este periodo suele ser el control por daños). La media veda está generalizada en el sur peninsular, mientras que solo se establece en algunas regiones del norte, en el valle del Ebro.
Como se puede ver en el gráfico, la decena más frecuente para la caza estival es la de mitad de agosto y, por su parte, noviembre y diciembre son los meses en los que se autoriza la caza en temporada general en todo el ámbito analizado.
Se han representado exclusivamente los periodos hábiles de caza; no se incluyen aquellos periodos especiales y específicos de control por daños así mencionados en la normativa, a no ser que sean una cierta prolongación de los periodos hábiles de caza ordinarios [5].
Teniendo en cuenta que el periodo hábil de caza se extiende generalmente de mediados de octubre a finales de enero, así como secundariamente tiene lugar un pico en verano, se puede decir que la caza del conejo en España se produce en el momento de menor actividad reproductora. Se evita, por lo tanto, en gran medida la posibilidad de mortalidad de conejas gestantes y lactantes [5].
Hay en cambio varias excepciones de regiones que autorizan la caza en el momento álgido para la reproducción del conejo, por ejemplo en febrero-marzo. Y después, tras el parón cinegético de abril-mayo, en que no se cazan conejos (al menos de manera ordinaria, es decir, sin autorizaciones excepcionales por daños), se inicia ya la caza, quizá prematuramente, en junio.
En todos estos casos la caza tiene lugar en un momento aún delicado del ciclo reproductor, en los extremos de la época máxima de partos.
Hay que indicar, no obstante, que la caza en esta época, incluso en verano, suele estar orientada al control por daños y estar sujeta a determinadas restricciones.
Por ejemplo, se autoriza la caza solamente en zonas concretas; o también es habitual que se restrinja el uso de perros en esta época dado que la caza podría no resultar selectiva (los perros podrían capturar pollos de aves o crías de otros mamíferos).
Como vemos, el conejo es una de las especies que se cazan casi todo el año en España, consecuencia de la fina línea que separa caza de control; laxitud del periodo de caza es un ‘mal’ común a los mamíferos. En esos casos se incurre habitualmente en situaciones conflictivas entre caza y fenología, aunque en la autorización de la caza como método de control por daños puede que sean superables los límites exigibles a una ‘caza sostenible’ [5].
CONCLUSIÓN
Algunos autores sostienen que las recomendaciones para una caza sostenible del conejo en nuestro país, que se desprenden de todos estos estudios, no se han tenido en cuenta en las normativas cinegéticas ni se han llevado a la práctica [7].
Sin embargo, la realidad es que se van haciendo importantes progresos en ese sentido, en un intento de adaptar los periodos tradicionales de caza del conejo, posiblemente heredados en su día de los diseñados para ejercer el control sobre la especie [5, 8].
Felipe Canales Basabe