Y voy a empezar precisamente por eso, por una cura de humildad. Tengo que reconocer que a pesar de los años que llevo criando y adiestrando perros, a pesar de mis conocimientos como veterinario y de haber estado en el campo cazando desde que tengo uso de razón, mis perros son los peores. ¿Por qué ocurre esto?
UN BUEN PERRO DE CAZA
He comentado en muchas ocasiones que un buen perro de caza se basa en tres pilares:
La genética. Si un cachorro no cuenta con buenos genes, probablemente no sea un buen perro de caza, por lo tanto, lo primero que tendremos en cuenta es precisamente eso, el origen del perro. Y en lo referente a esto yo siempre he dispuesto de los mejores.
Como decía antes, llevo muchos años criando perros de caza y seleccionándolos con criterios funcionales basados en técnicas científicas de mejora genética. Además, disponía de camadas enteras para someterlas a diferentes pruebas de calidad para saber cuál era el mejor cachorro y quedarme con él. Con seguridad he dispuesto de los mejores ejemplares de las mejores camadas.
La sociabilización, es decir, todo lo que pasa de los 20 a los 90 días de vida del cachorro y que van a marcar en gran medida su carácter y forma de ser. También dispongo de las mejores instalaciones para ello.
Vivo en el campo, en plena naturaleza, y tengo otros perros, gallinas, caballos, etc., todo lo necesario para que un cachorro de caza se críe en un entorno propicio. Además, desde pequeños los expongo a disparos, ruidos, coches… Por ello, contamos también con que mis cachorros están bien sociabilizados y, de hecho, son alegres, extrovertidos, un poco descarados y muy predispuestos a aprender, todas las consecuencias de una buena sociabilización.
Por último, un perro de caza que se precie debe tener una buena educación y un buen entrenamiento para que sus dotes sean útiles al cazador que lo maneja y utiliza. Desde los años en los que estudié la carrera me interesé mucho por la etología y el adiestramiento canino. Pude conseguir algunos libros de autores americanos realmente interesantes y que, con un adelanto de más de 60 años, ya comenzaban a utilizar las técnicas modernas que aplican los mejores adiestradores en la actualidad.
Mis perros llevan una educación basada en el conocimiento de sus necesidades sicológicas, siempre utilizando sus instintos naturales a favor del adiestramiento, y nunca con fuerza, castigos o electroshock, es decir, los populares collares eléctricos “educativos”. Con ello obtengo perros absolutamente entregados a su dueño, siempre dispuestos a trabajar, a trabajar bien y a aprender constantemente.
ENTONCES, ¿POR QUÉ MIS PERROS SON LOS PEORES?
Hace años mi amigo Víctor Cotera de Llanes (Asturias), uno de los más antiguos criadores de Sabueso Español, me regaló una cachorra muy típica de su línea. Con ella críe una preciosa camada, de la cual elegí la mejor cachorra de todas, una perra corpulenta y bonita que destacaba desde que nació. Desde pequeña le dediqué horas, sacándola por la noche al campo para estimularla con rastros frescos y vivos.
Recuerdo que cuando la perra tenía siete meses, la llevé de caza a una finca de liebres en la provincia de Ávila. En los páramos de la sierra puedes ver las actuaciones de las liebres y las dificultades en los rastros que tienen que superar los sabuesos de pisada. Aquella cachorrita lo hizo de maravilla y dio un espectáculo a todos los que la estábamos observando.
También mi amigo Carlos Contera, conocido veterinario y recuperador del pachón navarro con el afijo “Alajú”, hace tiempo me regaló una perra. De nuevo, hice una camada con el mejor macho disponible en el momento y nacieron unos cachorros entre los cuales elegí la mejor perra, “Pocha”, una de las pachonas más bonitas y típicas que he visto nunca.
Amable y bondadosa, cariñosa hasta la saciedad, obediente y, sobre todo, activa cazadora y una magnífica cobradora. Aunque no suelo practicar la caza menor, dediqué tiempo a salir con la perra y a entrenarla. Cuando tenía un año, vinieron de la televisión a grabar un programa sobre las palomas de Echalar, y nos pidieron ir con un pachón. La perra lo hizo perfecto y quedó grabado para la posteridad.
Estas dos perras, aunque muy prometedoras de jóvenes, no remataron siendo buenos ejemplares. La sabuesa, terminó siendo simplemente una perra mediocre. En cambio, sus hermanos fueron realmente buenos.
Recuerdo un propietario de uno de ellos que, después de diez años desde que se llevó al cachorro, me llamó para decirme que había sido el mejor perro de liebre que había tenido nunca. Pocha, que sigue en casa y tiene ocho años, es la misma perra deliciosa y trabajadora, pero su cobro ha cambiado y tiene la boca “dura”, muerde la caza y si puede se la come.
¿Porqué ha ocurrido esto en estos dos ejemplares? Pues simplemente por falta de dedicación. Cuando la sabuesa llegó al año, comencé a sacarla muy poco porque coincidió con una mala época de trabajo. Apenas tenía tiempo libre, y cuando digo esto, me refiero incluso los fines de semana (los perros tienen la mala costumbre de ponerse malos incluso los fines de semana, y esto altera mucho la vida de un veterinario). Fueron años que coincidieron con muy pocas salidas al campo a cazar y a esta joven perra le cogió en el peor momento. Su hermano, en manos de una persona con menos conocimientos en educación, pero con más tiempo y dedicación, resultó un buen perro.
A Pocha, le pasó algo similar. Aunque la perra tuvo una buena educación, que sumada a sus buenas dotes, la convirtieron en una magnífica perra joven, como voy poco a la menor la perra no ejercitó sus cualidades y, por lo tanto, no las desarrolló plenamente.
Además, como vivo en el campo y pasa mucho tiempo suelta, se ha dedicado a cazar sola, matando algunas piezas y comiéndoselas. Esto ha terminado por provocar una boca dura y la indeseada conducta de comerse la caza. De nuevo, falta de dedicación y el hecho de poder cazar por ella misma sin disciplina terminaron estropeando el excelente cobro que tenía la perra.
Para tener un buen perro de caza hay que dedicarle tiempo, y establecer unos buenos lazos y empatía con él. Un perro al que hemos educado, o al que ha educado un magnífico adiestrador, si luego no le ejercitamos lo aprendido y va cogiendo experiencia, lo perderá poco a poco y, sobre todo, no evolucionará como debe hacerlo o incluso, como ha sucedido con la pachona, involucionará.
Veterinario
Juan J. García Estévez