Como cada año tras el descanso del guerrero acabada la temporada, los meses previos de cara a la nueva se prepara a los perros de rehala con el fin de intentar evitar accidentes y para que vayan cogiendo algo de forma para lo que los espera.
Los meses anteriores, principalmente, se los cambia la alimentación, bajando la cantidad de carne y pienso, cambiándolo por mucho pan. Por decirlo de alguna manera, se los pone un poco a dieta.
Lo que queremos conseguir con esto es que bajen de peso para que estén más ligeros a la hora de cazar y evitar los golpes de calor, que es una de las situaciones que los rehaleros más tememos al comienzo de la temporada. Debido a que el tiempo ha cambiado mucho y ya no es como antes, en septiembre todavía hay días de unas temperaturas altísimas, llegando a sobrepasar los treinta grados y, si para nosotros es horrible entre el monte, imaginad lo que es para para ellos que no paran de hacer carreras detrás de los animales.
Una vez cambiada la dieta se acompaña con más ejercicio y más horas sueltos en el corral, incentivándolos con juegos para que corran, tocando la caracola (¡me encantaría que lo vierais!, ¡es tocarla y se ponen de los nervios!, contentos porque «huelen» que se acerca la cacería), incluso sé de algún compañero que en sus perreras había preparado una especie de picadero, un sistema con el que los perros podían ejercitarse andando, dando vueltas en un circuito (no sé explicarme muy bien), pero, la verdad, es que era una pasada.
Una vez que pierden un poco de peso y cogen algo de forma, algunos perreros en ciertos lugares disponen de zonas de campo acondicionadas para soltar los perros. Estas zonas suelen ser fincas bien valladas, que no suelen tener caza, donde se los lleva y suelta, por así decirlo, como si fuese una montería. En esta ocasión no sólo te sirve para campear los perros, sino también para enseñar a montar a los nuevos guerreros al camión, que se acostumbren a ir detrás de los más veteranos y aprender a volver al coche. Se los carga de madrugada para aprovechar las horas más frescas y, cuando empieza el calor, vuelta a la perrera.
A día de hoy, aun haciendo todo esto, bajo mi humilde opinión, es un peligro empezar la temporada en septiembre. Las temperaturas han cambiado mucho y, a pesar de intentar prepararlos lo máximo posible, es lógico que sufran golpes de calor. Hay muchas fincas que, gracias a Dios, se molestan en poner agua en muchos puntos de la mancha, pero muchas otras no tienen. Deberían de plantearse retrasar un poco la temporada, pero ya no sólo por los perros, sino también por los rehaleros. Lo sufrimos el doble por nosotros y por nuestros perros, que no sabéis lo que cuesta criar un perro y hacerle bueno, y ya no por el valor económico, sino por el sentimental, que eso sí que no tiene precio…
Marta López García.