Ser rehalero, una vocación

El trasfondo de la sierra esconde personas que, en muchas ocasiones, lo único que sentimos de ellos es su voz fuerte y profunda animando a sus valientes en nuestras manchas monteras.

Envueltos por un duro monte apretado que ralentiza sus pasos van avanzando hacia las armadas, empujando a fuerza de voces, tesón y sabiduría a la hora de leer lo que nos dice el monte, a las reses que cumplirán en las posturas más afortunadas y que jugarán un lance con un final condicionado por la veteranía y destreza con el rifle de cada montero.

Pero, tras este esfuerzo, no siempre respetado y reconocido como se merece, están personas de carne y hueso, personas que, en muchos casos, han heredado esta vocación de sus antepasados y que tratan de mantener en el tiempo su rehala a base de orgullo y esfuerzo, tanto personal como económico.

Crear una rehala


Una rehala es mucho más que un conjunto de perros para cazar en montería, una rehala es una creación personal que cada rehalero, a base de muchos años de trabajo, consolida a su gusto, a sus preferencias en cuanto a la raza que quiere que predomine en su rehala. Él elige su hierro, sus colores, el cómo montear y, con muchos años de sacrificio, logra encontrar esa línea de perros que distinguirá su rehala del resto.

Orgullo de rehalero que viene cargado de alegrías y sinsabores, de días de frío y calor, de madrugones y veladas nocturnas eternas esperando a algún valiente que se ha quedado en el monte y tarda en volver a la suelta.

Hablar con un perrero es compartir vivencias, sabiduría en la sierra, amaneceres en la perrera cargando en el furgón a los elegidos, anocheceres al calor de la lumbre compartiendo viandas y un trago de vino; en definitiva, es vivir la montería desde el tuétano.

El orgullo


En mi larga vida montera he conocido a muchos rehaleros, unos con una pasión desmedida y otros más comedidos, pero hay un denominador común en ellos: el orgullo y el cariño que demuestran por cada uno de los valientes que forman parte de su rehala.

Hablando con ellos, casi todos me dicen lo mismo: «esto es duro», «en muchas ocasiones no valoran nuestro trabajo», «yo cazo porque si faltan mis perros mi vida no tendría razón de ser…».

La verdad es que, escuchándolos, es cuando te das cuenta de la fuerza que tienen, de ese orgullo rehalero que campa a sus anchas por nuestras benditas sierras españolas.

Obviamente, el orgullo es importante y es lo que hace que nuestra rehala siga hacia delante, pero no nos pongamos una venda en los ojos: si entre todo el colectivo cazador —y muy especialmente entre el colectivo montero— no luchamos por defender esta figura tan importante en la montería española, los días de la rehala se irán acortando cada vez más.

Respetar las tradiciones


La rehala forma parte de nuestra historia cinegética, son muchos años en los que cada temporada, a principios de octubre, se vuelven a escuchar los chascarrillos de los perreros en la junta compartiendo migas y aguardiente, los ladridos nerviosos de los valientes antes de abrir portones, el olor a cuero y jaras, los acordes de la caracola retumbando en la sierra y un sinfín de muchos más detalles que, al sentirlos, nos aceleran el corazón.

Nuestra montería española ha evolucionado con el paso de los años, atrás quedan las caballerías que nos llevaban a los puestos y que formaban parte de esa fotografía cargada de solera, ya se ve cada vez menos cuero que ha sido sustituido por prendas técnicas y por las que, sinceramente, siento agradecimiento en días complicados climatológicamente hablando, pero que han perdido mucha esencia montera.

Con la rehala pasa lo mismo: ya no se ven tantos zahones como antaño ni chalecos de cuero ni polainas ni podencos acollarados… La imagen es mucho más naranja y predomina en nuestras sierras con un objetivo muy claro: preservar la seguridad y evitar los indeseables accidentes que, en algunas ocasiones, cubren de nubes una jornada montera.

El naranja lo respeto y acato; no obstante, siempre he dicho que un perrero o un montero no son mejores por ir vestidos de una forma u otra. El ser el mejor se demuestra con respeto y educación hacia el resto de participantes en la montería, sea desde un puesto o en medio de una solana monteando con los perros.

Dicho esto, permítanme que, por lo menos y ya peinando alguna cana, tenga por bien recordar una estética de hace unos cuantos años que guardo en mi baúl de los recuerdos de mi adolescencia montera y por la que siento algo de añoranza.

Por las futuras generaciones


Y a pesar de que los tiempos cambian, que la forma de montear ya no es lo que era en muchos casos, que se han perdido algunas tradiciones y formas, que predomina el cuanto más, mejor… Todavía quedan, gracias a Dios, muchos rehaleros que tratan de defender este colectivo.

Hay asociaciones que me merecen el máximo respeto, como ARRECAL y AER, y que, con el destacable trabajo que están haciendo, tratan de engrandecer la figura de la rehala y que ocupe el sitio que por derecho propio le pertenece y que no es otro que ser la figura más importante de la montería española.

Además, y esto sí que me enorgullece, veo en muchas monterías rehaleros con sus hijos/as, que acompañan a su progenitor demostrando incluso más pasión que el titular de la rehala.

Ellos son el futuro y es importante que se empapen de los consejos de los veteranos, que vean cómo se comportan en el campo, que aprendan a crear una gran rehala a base de esfuerzo y sacrificio. Si esto se consigue, el futuro de la rehala será muy largo y, por consiguiente, la montería nunca perderá su esencia.

La rehala es marketing montero


Si alguien lee esta frase introductora del texto dirá: «Este hombre está un poco pallá…». ¡Al contrario, lo digo con toda la intención…!

Señores cazadores y cazadoras: la montería es una modalidad de caza puramente española, no se practica en ningún otro país del mundo. Y esto quiere decir que hay que defenderla y si, además en la montería española la figura más importante que participa es la rehala, ni que decir tiene que, si ésta desaparece, la montería se convertirá en algo que no merecerá llevar su nombre.

Conozco muchos cazadores extranjeros que vienen a cazar a España, motivados por el entorno natural que tiene la península Ibérica, por la tradición cinegética, por la cantidad y calidad de la caza, por la gastronomía cinegética y, sobre todo, por las tradiciones que sustentan nuestra forma de cazar.

Muchos de ellos, lo primero que hacen cuando llegan a la junta de una montería es ir a ver las rehalas, admirarlas y sentir un profundo respeto por esta figura.

Si entre todos logramos que la imagen de la rehala sea la auténtica, la tradicional, la de antaño…, lograremos que el valor que tiene la rehala sea reconocido y respetado en todo el mundo cinegético.

Si el reconocimiento hacia la rehala es mucho mayor, se valoran los sacrificios que hace el rehalero durante todo el año y cada rehala cobra el dinero justo que merece por su trabajo, entonces la vocación no estará sola y será mucho más llevadero y gratificante el crear y mantener en el tiempo una rehala.

¡Sin rehalas, no hay montería!

 

 

Carlos Muñoz.