En mi pueblo hay más corzos que perdices y, en casi todos, más jabalíes que codornices.
La caza mayor está en cuarto creciente y la menor está, con la excepción del conejo en ciertas zonas, en un declive que parece inexorable.
Lo de la perdiz es dramático y lo de la codorniz empieza a ser parte del pasado. Y no le va mejor a la tórtola.
Pero los jabalíes invaden hasta el asfalto y los corzos son una figura continua en el paisaje. Así que el personal cazador rural o descendiente del pueblo se ha hecho montero.
La caza mayor era, hasta no hace mucho, más elitista y la imagen de la montería iba unida a unas estampas y unos rituales. Que en buena medida y en muchos lugares se mantienen.
Pero ahora, sin duda alguna, se ha popularizado y extendido al grueso de los cazadores. No hay término con coto local, que en cuanto tenga una mancha de monte, no organice su batida a los guarros y el corzo es hoy una pieza habitual de muchos cazadores antes limitados al morral y a la pluma y el pelo pequeño.
De hecho el récord de España de la especie, y uno de los mejores del mundo, lo tiene un paisano mío de Uceda (Guadalajara) y no un potentado de nombre sonoro y grandes hazañas trofeísticas.
El paisanaje se ha hecho de mayor y montero. Con su toque y a su aire. Que no es malo y de campo saben y bastante más que muchos enterados por mucho aire que se den.
Cierto que este personal no lleva borlas en las botas y alguno, cada vez menos, andan aún con la escopeta y las balas del 12 pero resulta que saben donde encaman los cochinos, por donde asoma el corzo bueno y por donde es el exacto escape de las reses.
Otra cosa es que se lo “casquen” al primero que llega. Pero saberlo, lo saben.
Estos “nuevos monteros” también tienen, no lo crean, sus ritos y costumbres. No son sus “migas” peores y suele ser más abundante la comida que en algunas de las postineras.
No son de bota alta pero pasan menos frío. Y no relatan el lance con precisiones lingüísticas pero saben que a lo jabalíes hay que darles “dentro” porque si se les da “por fuera” no hay quien lo cobre luego por mucho que se le pistee.
No recitan la Salve Montera pero si un padre nuestro y aunque no lo digan se acuerdan, y mucho más porque el que no era vecino era pariente, del que ya no forma parte de la partida este año.
Han transformado el paisaje y la imagen de la montería y en buena parte de la propia caza. Es el signo de unos tiempos y no solo porque la mayor esté sustituyendo a la menor sino porque también las gentes de a pie ya no lo son de alpargata. Esta ya no es la sociedad de unos cuantos.
Y eso es bueno. Y yo me alegro
Antonio Pérez Henares