¿Cazar o proteger la tórtola?
Juan Delibes
Como tantos niños, la primera arma seria que tuve, después del tirachinas, fue una carabina de aire comprimido. Mi padre me la regaló de niño y sólo me la dejaba usar en Sedano, el pueblo burgalés en el que pasábamos buena parte del año.
Pero me dio una recomendación: “Tira sólo a los gorriones o aves mayores, ya que los pajaritos pequeños son insectívoros, beneficiosos para la agricultura, y es una pena matarlos”. Lo seguí a rajatabla , pero es que el consejo paterno tenía su miga: Sedano es un pueblo de montaña y la población de gorriones es absolutamente residual.
Había un gorrión por cada 20 carboneros, 30 herrerillos, 25 petirrojos, 40 mosquiteros… El gorrión era una pieza reina y muy escasa, y con el tiempo tuve que aprender a recechar por las huertas para tratar de cazar la pieza que encabezaba el “Grand Slam”, que era, sin duda, la tórtola.
Sin ser muy abundante, la tórtola criaba en los manzanos y se veía por todas las huertas. Conseguía muy pocas, pero la caza de la tórtola para un niño de mi edad era un rececho en toda regla y para mí no tenía nada que envidiar a la del elefante de selva.
Con el tiempo, siendo yo aún muy joven, la tórtola se extinguió de Sedano. Desapareció completamente. No quedó una sola pareja en todo el valle, ni en los aledaños. Pero también en Valladolid y otros enclaves de la meseta norte donde cazaba habitualmente se hizo rarísima y sólo aparecían contados ejemplares en el paso migratorio de septiembre. Pocas veces he visto una merma tan espectacular, y soy consciente de que este declive ha sido más acusado en la mitad norte que en la sur.
En la actualidad, las escasas ocasiones en las que me topo con una tórtola durante la primavera me producen una enorme alegría. Creo que nadie discute la disminución espectacular de la población de tórtolas y ahora la Sociedad Española de Ornitología propone la posibilidad de vedar su caza temporalmente, lo cual me parece razonable.
Los cazadores no somos matarifes y, aunque a algunos les cueste creerlo, terminamos amando más a las especies que cazamos que la mayor parte de los ciudadanos que no salen al campo.
Hay muchas menos tórtolas y además las pocas que quedan son atraídas eficazmente mediante cebos para realizar tiradas durante la media veda. Creo que el declive de la tórtola no está provocado, en absoluto, por la caza, e imagino que la acción cinegética sigue sin influir demasiado en la abundancia de la población tortolera, pero, aunque sólo sea por responsabilidad e imagen, me parece adecuado detener temporalmente la presión sobre las tortolillas.
¿Es muy preocupante el hecho de que en España haya cada vez menos tórtolas? Creo que en absoluto. La tórtola a nivel global no se halla amenazada, y lo único que ocurre es que por circunstancias que desconocemos tiende a desaparecer en nuestro país.
La naturaleza es dinámica y las poblaciones animales se hallan constantemente fluctuando, en buena medida a consecuencia de la actividad humana. Las tórtolas tienden a desparecer, pero otras especies que hace poquísimo tiempo se hallaban en nivel máximo de amenaza en nuestro país ahora mismo se expanden rápidamente.
¿Se acuerdan de que los calamones estaban casi extintos hace dos o tres décadas? Ahora son abundantísimos en buena parte de los humedales españoles y colonizan a pasos agigantados nuevas zonas encharcadas. Los moritos dejaron de nidificar en España y el otro día pude ver un bando de cientos de ejemplares, además de enterarme de que ya crían en varias comunidades autónomas. La malvasía, los tarros blancos…
Eso por hablar de aves, pero los cazadores lo sabemos muy bien por el ejemplo de corzos, lobos , jabalíes y ciervos, cuyas poblaciones crecen, mientras que las de perdices, liebres o conejos merman.
Soy partidario, pues, de vedar temporalmente la caza de la tórtola, pero comparto la preocupación de muchos cazadores acerca de la temporalidad, y sospecho, como tantos otros, que cuando una especie entra en la lista de las especies protegidas es para no salir jamás.
La naturaleza es dinámica y las poblaciones fluctúan. Las leyes y normas deberían hacer lo mismo, pero temo que no van al compás.
“La caza no determina la situación de la tórtola común”
José Luis Garrido
A primeros de mayo la Sociedad Española de Ornitología, SEO/ BirdLife, nombró a la tórtola común o europea (Streptopelia turtur) especie del año a la vez que solicitaba al MAGRAMA que se incluyese en el catálogo de especies amenazadas como Vulnerable y que se aplicase una moratoria a su caza.
A muchos cazadores nos ha creado inquietud el mensaje de la SEO, pero no por la situación de la tórtola, que hace años nos preocupa, sino porque lo de vedar un ave en la situación agrícola actual es un trampantojo de los conservacionistas, que dan a entender que al vedar la especie se recuperará cuando conocen que no va a ser así, porque son otros los problemas que afligen a la tórtola.
No hay ningún caso concreto de veda de una especie que nos permita poner como ejemplo que una moratoria de caza haya supuesto la recuperación de la misma. Tampoco vamos a decir a nadie que la caza es la mejor medicina para su salud.
La SEO, por otra parte una entidad encomiable, comete un gran error solicitando la moratoria de caza para dar a entender que así se salva la tórtola de una situación que nos preocupa a todos los conservacionistas, seamos cazadores o no.
A algunos nos indigna que intenten hacernos creer que vedar es recuperar las especies, sobre todo a los que dejamos de cazar entre 1971 y 1973 un centenar de piezas de caza (la mayoría poco atractivas cinegéticamente) para protegerlas.
Con muy buen criterio para la mayoría, esos años prohibieron cazar el oso, el lince, los mustélidos, rapaces, esteparias, urogallos y otras. Después de más de cuarenta años sin cazarlas, ninguna ha levantado cabeza; excepto algunos lustrosos predadores (meloncillo, por ejemplo) que tanto daño causan a la fauna más sensible.
Y esto nos hace pensar que al lince, al urogallo, a las esteparias y a varias rapaces les ha venido muy mal no cazarlas, pues eran sus poblaciones mucho más generosas cuando andábamos “a tiros tras ellas”; es un decir.
Me comentaba Juan Antonio Sarasketa: “Mata más la receta que la escopeta” cuando conoció los datos del proyecto “semillas” y comprobamos que se mueren las aves por comer las semillas blindadas.
La SEO se ha organizado desde su creación en 1954 de manera envidiable. Su principal objetivo conservacionista le ha dado prestigio y unas fortalezas que han movido voluntades políticas, industriales y sobre todo económicas.
A partir de 1982 la sociedad empezó a acometer concursos públicos y, más tarde, proyectos Life europeos, lo que suponía manejar cientos de millones que se incrementaron al ser declarada entidad de Utilidad Pública en 1993.
Los miles de colaboradores posibilitan objetivos baratos que deben valorarse en su justa dimensión.
El proyecto SACRE, en el que fundamentan la situación de la tórtola, dispone de datos muy escasos en varias comunidades, aunque sean los únicos disponibles los que presentan ellos en los juzgados, porque cuando empezábamos a estudiarlos en FEDENCA-RFEC vino “el terremoto”… y las réplicas, que han convertido a la representación de los cazadores en una vergonzosa escombrera.
Actualmente, la SEO recibe sostén de las administraciones europeas y españolas, que son precisamente quienes engrasan con subvenciones y proyectos esta maquinaria ya imparable que la da tantas fortalezas.
Cosa que nosotros no hemos sabido hacer, aunque también hemos recibido interesantes apoyos económicos. Saben los de SEO que la tórtola común ha disminuido sus poblaciones en España por, al menos, todas estas causas que citamos:
• Destrucción del hábitat por desaparición de linderos, incendios forestales, etc.
• Tratamientos insecticidas en cultivos arbóreos que provocan pérdida de puestas
y la muerte de pollos (mosca blanca del naranjo y otros frutales, procesionaria del pino, etc.).
• Biocidas agresivos en la semilla del girasol (Tiram y Fipronilo, prohibido recientemente) de efectos letales..
• Uso de herbicidas en linderas y caminos que eliminan ciertas plantas adventicias (ceñilgos, mostaza blanca, etc.) buenas para su alimentación.
• Acoso y desplazamiento de sus espacios tradicionales por la tórtola turca, más potente.
• Presión predadora excesiva de rapaces, córvidos, mustélidos y felinos sobre tórtolas, sus nidos y huevos.
• Comunidades autónomas como Aragón y La Rioja cazan sin cupo e inician la caza antes del 20 de agosto.
• Caza concentrada en fincas donde se ceba desde mayo con pipas de girasol sin autoridad que lo controle.
• Cultivo abundante del girasol, que concentra a la especie.
• Cambios de usos agrícolas en sus hospedajes africanos de invierno.
• Desarrollo agrícola agresivo en Marruecos, donde parte de la población se reproduce, queda en ese país y sufre las consecuencias.
• Caza excesiva en Marruecos con tiradas masivas de centenares de capturas.
En España, con carácter general, se caza con un cupo prudente y se mantiene la veda hasta el 20 de agosto como recomienda el comité ORNIS:
Saben también en la SEO que el Plan Europeo para la Tórtola marca unos objetivos y en ninguno de ellos la CE se plantea prohibir su caza, como pueden leer:
1.- Establecer buenas prácticas de manejo del hábitat de nidificación y su restauración.
2.- Recabar datos científicos sobre tendencia y dinámica poblacional en nidificación y en invernada. Se solicitan los datos referentes a la competencia con la tórtola turca.
3.- Recoger datos sobre la potencial incidencia de la caza en la conservación de la especie.
Como apuntaba al principio de este artículo, debo repetir que no creemos que la veda de la tórtola suponga su recuperación, porque las tórtolas no desaparecen por la caza. Vedar sería engañar a la sociedad transmitiendo la sensación de que ya se había resuelto el problema de la tórtola con esa medida.
La SEO daría por cumplido su objetivo de impedir la caza lo que pueda y de demostrar su poderío a las bases; pero la tórtola quedaría olvidada en el rincón de la agonía, como están ahora tantas otras especies en su día bandera de la ecología.
¿Saben ustedes cómo andan algunas esteparias? ¿Y el urogallo? La tranquilidad que supondría esta moratoria para los conservacionistas es un señuelo y una manera engañosa de zafarse del problema que pasa por la denuncia ante el MAGRAMA a las multinacionales que venden esas aplicaciones agresivas que deben ser sustituidas.
Además de controlar a la tórtola turca de inmediato, que se ha multiplicado por 7,15 en estos años.
Pues eso.
“Es necesario su estudio y gestión”
Javier Hidalgo
Cuando se produce disminución poblacional en una especie cazable, lo primero que el gremio conservacionista reivindica es la prohibición de su caza. Se ignora así el hecho fehaciente de que es precisamente la actividad cinegética la mejor valedora de la conservación de las especies cazables.
¿A qué se debe sino la alta densidad poblacional de la perdiz roja salvaje en los cotos andaluces de caza? ¿Cómo se justifica la abundancia de grouse (lagópodo) en los tradicionales moores (brezales) del norte de Inglaterra y Escocia?
La actividad cinegética tiene otros efectos colaterales. Así, el aguilucho pálido es objeto de una polémica interminable entre ecologistas y cazadores y presenta una población en riesgo de extinción en Gran Bretaña.
Pero ¿qué sería de esta especie si no existieran los cotos de grouse y de faisanes y perdices que hoy son la base de su establecimiento y manutención en ese país?
Por ello la controversia que hoy florece en España acerca de la población de nuestra tórtola, Streptopelia turtur turtur, habría que conducirla con pies de plomo y teniendo en cuenta todos y cada uno de los factores que puedan influir en su mantenimiento y preservación.
Vamos, que antes de instruir ninguna medida radical, yo propondría un profundo estudio llevado a cabo por profesionales de comprobada autoridad, que en su trabajo consideren todas las circunstancias y oigan las opiniones, tanto de conservacionistas como de los gestores de fincas de caza.
Porque la verdad es que donde más densidad de tórtolas he visto yo en estos últimos tiempos en que se preconiza su disminución censal ha sido precisamente en los cotos de caza menor gestionados para el aprovechamiento cinegético de la especie, mientras que en reservas naturales, parques, terrenos libres, etc., su presencia no ha hecho más que disminuir.
Una moratoria de caza es impopular entre gestores y propietarios de sus mejores hábitats, que con toda probabilidad abandonarían el manejo adecuado de los mismos y acelerarían así un mayor descenso de los efectivos.
La gestión adecuada de los cotos viene demostrando que en ellos la población se mantiene aun y a pesar de la actividad cazadora. ¿Por qué no ampliar esta gestión a todo el territorio?
Con el enfoque centrado en los cazadores, nos olvidamos de tener en cuenta otros factores que sin duda influyen en mayor medida sobre el tamaño de la población de las especies salvajes.
La tórtola necesita terrenos que le proporcionen agua, comida y soporte para los nidos. Los cambios en las prácticas agrícolas han debido alterar poderosamente la disponibilidad de estas necesidades. Las hierbas salvajes, productoras de semillas apetecidas por este ave, han sido eliminadas de los campos con herbicidas masivos y ya no existen esos mosaicos de barbechos y campos de maíz, trigo, girasol y sorgo.
El desmonte y la transformación de la dehesa y el monte mediterráneo han suprimido el soporte necesario para la cría y las fumigaciones continuas de cultivos alternativos, como los árboles frutales, destruyen cualquier intento de reproducción.
Cualquier determinación que se adopte habría de tener en cuenta las experiencias pasadas y no caer en los mismos errores antiguos. El mejor ejemplo es el de Doñana.
Cuando este espacio natural era un paraje cinegético de propiedad y gestión privadas, en él se cazaba, se pescaba, se recogían cosechas naturales, como madera, piñas y carbón, existía la ganadería extensiva, etc.
Además se controlaban las poblaciones de zorros, meloncillos, linces… No por ello bajaron las poblaciones de las especies cinegéticas y no cinegéticas.
Una vez declarado espacio público protegido y a pesar de las ingentes cantidades de dinero procedente de los pagadores de impuestos, que se han invertido en su conservación, comenzaron los problemas: las águilas imperiales están en su censo histórico más bajo dentro del espacio natural y los linces han huido del mismo en busca de conejos que allí ya no quedan.
El problema elemental es la falta de la gestión adecuada. Por ello, debemos insistir, antes de adoptar cualquier medida que por improvisada pudiera resultar contraproducente, habría que solicitar un análisis de la situación real a personas y entidades capacitadas para ello, que deberán tener en cuenta todos los factores y las circunstancias que han conducido a la población de nuestra tórtola a la presente situación censal que resulta alarmante.
Y a la vista de ello, deberán proponer las medidas de gestión adecuadas para detener e invertir esa tendencia decadente. Medidas que habrán de ser implementadas. Todo lo demás son tiros de fogueo.
El valor de las perchas menudas
Daniel Puerta Serrano
Caza y conservación han de ser, de forma insistente, dos términos vinculados sin género de duda o atisbo de discusión. Una premisa sensata desde la que abordar la situación que actualmente, arrastrando estadísticas y posiciones encontradas, suscita el debate acerca de una posible veda de la caza de la tórtola europea o común.
Esta especie representa el icono de una singular modalidad de caza arraigada principalmente en el centro y sudoeste español desde hace décadas. Mas su caza, representativa del periodo estival, cargada de recuerdos y riquezas cinegéticas, ya no es lo que era.
La población reproductora de tórtola común ha disminuido notablemente y urge delimitar las posibles causas así como establecer un ramillete de soluciones. Una de ellas parece prioritaria y depende del cazador.
No es necesario recurrir a los estudios sobre la evolución demográfica de la tórtola común en Europa para comprobar que su presencia en los campos se hace cada vez más huraña.
Sin embargo, esta especie no se ha vuelto más esquiva ni ha colonizado otros espacios; caso totalmente opuesto al de la tórtola turca, que ha expandido su área de distribución de manera asombrosa desde sus poblaciones originarias en la península balcánica.
Hasta la década de los 70 del siglo pasado, años en que la especie foránea comienza a colonizar el territorio íbero, la tórtola europea presenta poblaciones saneadas durante los meses en los que habita Europa.
El número de parejas reproductoras desciende paulatinamente hasta nuestros días mientras la nueva colonizadora multiplica su número y aumenta su territorio. Dos fenómenos paralelos, con efectos contrapuestos, que se solapan temporal y geográficamente pero que no se pueden vincular.
Los investigadores manejan varias hipótesis acerca de sendas transformaciones en la demografía de las dos especies y no terminan por acordar si existe competencia entre ellas. Lo que sí parece constituir un elemento condicionante del incremento de tórtolas turcas y del declive de las comunes es el entorno, o sea, el hábitat que les sirve de escenario.
Y este, para mal de las segundas, ha cambiado drásticamente. Las consecuencias devastadoras que los conflictos bélicos sufridos durante el siglo XX causaron sobre la población propiciaron, entre otras medidas, la creación de medidas para asegurar el abastecimiento de alimentos.
Así nació la Política Agrícola Común (PAC). Europa fue un dosel de cereal con prácticas agrícolas menos incisivas con el medio ambiente de lo que son en la actualidad, exceptuando el uso de pesticidas.
Había mucho grano en el campo; tanto, que la PAC llegó a frenar décadas más tarde la producción excedente pagando al agricultor por no sembrar.
Sea como fuere, áreas tradicionalmente cerealistas se han ido vaciando de tórtolas al tiempo que el mosaico de hojas de siembra iba reduciéndose. Los usos agrícolas y ganaderos, más mecanizados e intensivos, han ido modelando el paisaje de forma significativa en menos de 50 años.
Esta veloz conversión es la que presenta la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) como “uno de los grandes problemas” que afecta negativamente a la tórtola europea y que “se ve agravado” por la caza de la especie.
Sucintamente, añaden la sequía y un pastoreo excesivo en las zonas africanas de invernada como agentes causantes. Pero la SEO, que pretende realizar tareas de investigación sobre la especie, solamente propone una medida coercitiva para resolver su situación poblacional: vetar su caza.
Propuesta que también sostiene, junto a la inclusión como “Vulnerable” en el Catálogo Español de Especies Amenazadas, un documento firmado el pasado abril por más de 40 científicos e investigadores del CSIC, universidades españolas y otras entidades conservacionistas.
El declive es consecuencia de la amalgama de muchos factores (quizá algunos se desconozcan) que inciden de manera generalizada sobre la especie en sus áreas de distribución.
Nadie lo discute, obviamente, pero sí que sea la prohibición de la caza la única medida restrictiva que proponen para revertir las poblaciones. La casa por el tejado… Ignoramos en gran parte qué ocurre durante los meses invernales en los que las tórtolas ocupan vastas extensiones al sur del Sahel y qué incidencia podría tener sobre la población; desconocemos si han variado los procesos migratorios, cómo influye la depredación, y queda explicar rigurosamente el fenómeno marroquí.
Además, habría que revisar las subespecies turtur. Pero sobre todo, qué ocurre con el hábitat perdido, ¿cómo recuperarlo? La épica tarea de recobrarlo queda únicamente en recomendaciones a las administraciones, pero se insiste en la necesidad de una “veda temporal para que las poblaciones puedan recuperarse”.
Modificar las prácticas agro-ganaderas a nivel europeo parece tan utópico como tediosa resulta, dentro del inmovilismo que caracteriza a la Directiva de Aves, la inclusión de la tórtola turca en la lista de especies con aprovechamiento cinegético.
Al ser la común un ave migratoria, cualquier gestión coherente habría de hacerse mediante acuerdos y cumplimien- tos internacionales. No obstante, medidas efectivas para la especie de ámbito estatal serían aplaudidas.
No tanto lo es esa práctica, que comenzó hace décadas para conseguir que la media veda siguiese teniendo como protagonista a la tórtola común, de los comederos o cebaderos: toneladas de granos sobre el terreno sin orden ni control pero con desvelos e inversiones propias.
Abren posiciones a favor y en contra. Un primer beneficio supone aumentar la disponibilidad de comida para la tórtola, e indirectamente para otras muchas especies. Las recientes conclusiones que apuntan, tras un estudio de campo, hacia una mayor productividad de las tórtolas en esas zonas con alimentación suplementaria establecen un dato significativo.
Ayudan al global de la especie, pero este aspecto provechoso se desmorona si, como sucede en comederos y otros cazaderos, las capturas de cada temporada superan los resultados de la cría. Cazar menos es la clave.
Tan torcida puede ser la idea de insistir en prohibiciones como pernicioso para la especie el hecho de sobrepasar los cupos de capturas. La caza de la tórtola no puede ejercerse como cuando abundaba y ofrecía jornadas inolvidables, pues ahora toca reportarse al cazarlas.
Alimentar al campo ayuda a criar tórtolas. Cumplir los cupos escrupulosamente es la primera solución. Está en manos del cazador.
“Es un error pensar que la caza es la causante del declive de la tórtola”
Gregorio Rocha
Cuando me piden la opinión sobre cualquier asunto de mi incumbencia, lo primero que hago es valorar la información que tengo al respecto para posteriormente pronunciarme con los mejores argumentos posibles.
En el caso de la tórtola, he dedicado buena parte de mis esfuerzos, desde mis inicios científicos (tesis doctoral), a documentarme con rigor y a generar información a través de estudios observacionales, que siempre han tratado de arrojar luz a las enormes lagunas de conocimiento que me he ido encontrando.
Desgraciadamente, aún existe mucho por descubrir sobre la magnitud de los factores biológicos, ecológicos y humanos que, de forma aislada, o interrelacionada, influyen negativamente sobre la demografía de la especie.
Simplificando, podríamos aglutinar gran parte de esos factores en un solo proceso: “disminución de la cantidad y calidad (degradación) de su hábitat”. En general, este proceso está bastante documentado y viene afectando de forma paulatina y continua, año tras año, a las áreas de reproducción de la tórtola (también a las zonas de paso y a los cuarteles de invernada).
La misma suerte está corriendo la mayoría de especies granívoras (no cinegéticas) ligadas a medios agrícolas y con las cuales esta colúmbida comparte hábitats reproductivos.
Buena parte de culpa en ese proceso se puede atribuir a la intensificación de la agricultura, que ha traído consigo prácticas nefastas para la especie: el abandono de cultivos marginales poco productivos, el uso masivo de fitosanitarios, la eliminación de márgenes y lindes arboladas, y la moderna y eficiente maquinaria recolectora que no deja un grano en el suelo…
Por otro lado, también está documentado que la caza de la tórtola en fechas tempranas (mediados de agosto) afecta al renuevo de las poblaciones locales por eliminación de una parte importante de la población juvenil, aunque no conocemos la magnitud global de su efecto.
Este efecto se puede minimizar o eliminar retrasando la apertura de la media veda a partir de entre 7-10 días (ya hecho en muchas comunidades autónomas). Recientemente, hemos podido demostrar mediante un trabajo publicado en el último número de la revista científica Animal Biodiversity and
Conservation que el aporte de alimento que se realiza en muchos cotos que cazan tórtolas puede llegar a doblar el éxito reproductor de la especie respecto a los cotos que no realizan aporte de alimento.
Lo que se revela como un efecto tremendamente beneficioso para la especie. Queda por saber cuánto de bueno tiene el hecho de aportar alimento una vez descontado el efecto negativo de la extracción de individuos que se realiza allí posteriormente con la caza.
En unos meses conoceremos más sobre este tema gracias a un trabajo que está ahora en fase de ejecución. Por todo ello, creo que caeríamos en un error al pensar que la caza, por el mero hecho de extraer efectivos poblacionales, es una actividad causante o favorecedora del declive de la especie, ya que habría que valorar los efectos positivos que tienen las mejoras de hábitats (realización de siembras, aportes de alimento…) que lleva aparejadas en muchas ocasiones la actividad cinegética.
Mi opinión, por tanto, va más encaminada a apoyar la generación de mayor información, de manera que tengamos un conocimiento más profundo de esta actividad, para argumentar y justificar con datos las decisiones normativas a adoptar en vez de aplicar una moratoria “preventiva” y con poco fundamento.
Hasta entonces las administraciones, federaciones, asociaciones de caza y cazadores en general pueden ir avanzando y dedicando esfuerzos para que se cumplan de verdad las limitaciones legales existentes (cupos de capturas, horarios de caza, etc.) y para que se registren de forma exhaustiva las capturas anuales en cada acotado de forma que se pueda contar con una base real y transparente de los efectivos anuales que extrae la actividad cinegética.
Con toda la información sobre la mesa, a mi entender, se podrán tomar decisiones al respecto sin que nadie (ecologistas y cazadores) pueda sentirse agraviado.