Para tratar esta responsabilidad, cada vez más gravosa, que nos adjudican a los cazadores, lo determinante para mí es el concepto de DAÑO en la agricultura producido por fauna cinegética.
Debiera considerarse daño en los cultivos agrícolas el producido por un exceso de especies cinegéticas, bien como consecuencia de una mala gestión en el control de las poblaciones o bien por incumplimiento de los planes de aprovechamiento.
Sería consecuencia de una ‘culpa’ que generaría perjuicios en relación de causa y efecto.
En otros supuestos, cuando las poblaciones responden a la capacidad de carga ‘normal’ de una zona, el daño debería asumirse con naturalidad por el propietario que cede sus terrenos para realizar un aprovechamiento de caza.
Los animales tienen la mala costumbre de comer todos los días y eso lo deberían asumir aquellos que reciben una renta por la existencia de una población que, normalmente, determina las cifras de negocio.
No debemos olvidar nunca que las especies cinegéticas vivas y en libertad son legalmente res nullius (cosa de nadie), y en consecuencia deberían ser responsabilidad de todos; no, como viene siendo en cuanto a los daños a la agricultura, responsabilidad única de los cazadores.
En los últimos meses, en Castilla y León hemos venido manteniendo una serie de reuniones con sindicatos agrarios, ganaderos y la propia Administración.
El objetivo principal es tratar de minorar los daños en los cultivos por las especies de caza y minimizar el riesgo de contagios de epizootias a la cabaña ganadera.
Lo que a estas alturas resulta al menos curioso, cuando la actividad cinegética está tan cuestionada por los radicales de siempre, es que un importante sector de la sociedad y la propia Administración nos pidan QUE CACEMOS MÁS.
Esto tiene una lectura muy clara, la herramienta necesaria para evitar esta problemática de daños de distinta índole es la caza.
La clase científica lo tiene muy claro, la actividad cinegética es básica para el equilibrio de las poblaciones de fauna y de los ecosistemas, mal que les pese a las minorías antisistema que, bajo la bandera del conservacionismo ‘a ultranza’, intentan acabar con nuestra actividad ancestral.
Por otra parte, en provincias como Burgos y Soria, con alta siniestralidad, sin duda nos encontramos ante una explosión demográfica de jabalíes, corzos y ciervos.
Ante esta situación, los cazadores podemos aumentar la presión cinegética y de hecho ya hemos empezado y conseguido unos resultados muy positivos en la última campaña.
Aun así, los problemas de los accidentes no solo se arreglan con presión cinegética, sino también con medidas correctoras por parte de los titulares y responsables directos de la seguridad de las vías de comunicación.
En el resto de Europa, las vías tienen más pasos de fauna y los márgenes desbrozados y con mejor visibilidad. Solamente con estas dos medidas se disminuye de forma notable la siniestralidad.
Si a todo ello añadimos la señalización de los puntos negros con limitaciones importantes de velocidad, estaremos en un número de siniestros muy inferior al existente en la actualidad.
En definitiva, los daños se pueden minorar y la principal herramienta para ello es LA CAZA.
Santiago Iturmendi Maguregui