Meloncillos, el gran caballo de Atila

Hablar de campo, caza y conservación significa pasar muchas horas viendo amanecer, anochecer, pasar días con lluvia, viento y sol, observando el comportamiento de los animales en su estado salvaje, ¡esto es leer el campo!

Personalmente, puedo decir muy orgulloso que poder salir al campo es una gran satisfacción, pues el campo en general es un gran libro en el que hay mucho para aprender siempre que tengas interés por el mismo, siendo un gran observador.

Por ello, vamos a hablar sobre un tema que me preocupa mucho y es la superabundancia del meloncillo, una especie invasora, gran desconocida para muchos, muy abundante y en expansión por toda la geografía española que está causando grandes daños a la cadena trófica, arrasando conejos en donde hay poblaciones estables, así como también con otras especies como perdices, sisones, avutardas o reptiles.

Para todo aquel que no sepa lo que es un meloncillo, les puedo decir que es un mamífero carnívoro de un metro de largo (desde el hocico hasta la punta del rabo), con un peso entre 2 y 4 kilos, de color oscuro y paticorto, de origen africano (por ello se le conoce como mangosta africana o egipcia), que presenta una potente mandíbula y fuerte dentadura con la que pueden desgarrar a sus presas con gran precisión.

Esta especie invasora es como el caballo de Atila, ¡arrasa por donde pasa!, y por ello también hay registros de abundantes ataques al ganado –recogidos en numerosas denuncias ante los agentes medioambientales, que han sido testigos de ellos–.

En concreto, se han notificado ataques al ganado ovino y vacuno, principalmente a terneros y corderos recién nacidos y sus madres durante el parto, cuando están más desprotegidas y sin poder defenderse adecuadamente.

Esta voraz alimaña ataca y muerde a sus presas hasta la saciedad, de manera coordinada y siempre en grupos –desde 2 a 8 individuos–, donde hieren mortalmente a corderos, terneros y sus madres, proporcionándoles una muerte lenta y agonizante, tras arrancar a mordiscos grandes partes de masa muscular de estos animales, que acaban muriendo desangrados tras largas horas, o al cabo de unos días, debido a las contundentes heridas.

Un suma y sigue de depredadores en los cotos de caza

Los que realizamos gestión de caza en nuestras fincas y cotos de caza, ya estamos más que hartos de la abundancia de zorros, la superpoblación sin control de gatos asilvestrados, la desvergonzada abundancia de urracas, los impactantes destrozos de jabalíes en aumento y, ahora, hay que añadir a esta tremenda lista negra la peligrosa superpoblación de meloncillos que está arrasando de forma sigilosa los cotos de caza de España.

Y digo todos porque el que usted no los haya visto en su coto, no significa que no tengan presencia allí, ya que este animal tan dañino es muy escurridizo y astuto, que no se deja ver fácilmente y cuando se ve con asiduidad es porque ya hay muchos.

Esta especie tan dañina no tiene depredadores, ya que personalmente he comprobado grandes colonias de estos individuos compartiendo territorio con búhos, zorros, águilas e, incluso, linces, sin que estos pongan a raya a estos carnívoros ni los expulsen. Este hecho se debe a que el meloncillo siempre realiza desplazamientos en grupo de 2 a 8 ejemplares, donde todos los ejemplares van unidos en forma de fila india, aparentando la forma de una gran serpiente, con lo que sus depredadores, por miedo, no se atreven atacarles y, si lo hicieran, se defienden, de igual manera, en grupo.

Este animal en expansión supone un peligro para el ecosistema, tanto para las especies cinegéticas como no cinegéticas, debido a que se adapta a la mayoría de biotopos, siendo sus territorios predilectos arroyos, ríos, zarzas y carrizos, aunque también le encantan las zonas rocosas, el monte apretado y los majanos de piedras.

La propagación del meloncillo

La expansión de esta mangosta africana es fácil por su gran éxito reproductivo y por su gran destreza para atrapar animales adultos, crías o huevos, sin hacer distinciones, de conejos, perdices, pollitos, patos, liebres…, al igual que también es gran depredador de culebras, lagartos ocelados, ratones, ratas, gallinas, sisones, avutardas, fochas, ganado o cualquier animal que se le ponga en
su camino, ya que la mayoría de sus ataques lo hacen en grupos de 2 a 8 individuos perfectamente compenetrados, logrando una altísima eficacia en sus ataques y defensa.

En el registro de fósiles de animales europeos del meloncillo no se tiene datos de su presencia, por lo que este hecho demuestra que es una especie invasora no autóctona, siendo introducida en la Península Ibérica, bien por los romanos o por los árabes.

Sobre esta especie invasora ya se conocen bastantes datos como para que estemos preocupados por su altísima propagación. Han sido numerosos los estudios realizados sobre la abundancia y expansión del meloncillo por toda la geografía española, con la participación de reputados investigadores del IREC, del IESA-CSIC, del INIA y de las universidades de Málaga, Córdoba y Complutense de Madrid, que han actualizado su distribución mediante diferentes metodologías, por lo que las administraciones ya tienen datos y pruebas positivas más que suficientes para fomentar su captura de forma legal, y las autoridades deberían «ponerse las pilas» y atajar esta invasión ¡ya!, sin permitir que nos pase como con otras especies invasoras que se han expandido de forma exponencial y ahora ya es muy difícil su control, caso del mapache, galápago de Florida, tortuga mordedora americana, cotorra argentina o cotorra de Kramer, entre otros.

A este superdepredador le gusta criar en zonas donde abunda el conejo; de hecho, han sido varias las veces en las que están criando en vivares de conejos, donde saben que el alimento no les faltará y sus crías aquí aprenderán muy rápido a autoalimentarse, aprendiendo a cazar en edad juvenil.

El meloncillo no tiene rival natural y es muy agresivo con aquel animal que ose retarle. Conozco varios casos donde, en una jornada de caza, perros podencos cazando malezas duras han echado algún meloncillo y este les ha plantado cara, dando numerosos bocados a los perros y dándose a la fuga. También hemos comprobado que unas mismas cuevas y agujeros son utilizadas de igual manera por meloncillos, zorros y tejones, y aunque es bien sabido que el tejón es muy agresivo, el meloncillo no le tiene ningún miedo.

Imágenes captadas por cámaras-trampa donde se aprecian diversos depredadores en mi coto de caza. Foto 1: meloncillos. Foto 2: zorro. Fotos 3 y 4: gatos asilvestrados. Fotos 5 y 6: se puede ver que el tejón (de noche) y un meloncillo (de día) que comparten la misma cueva.

Cada día más «alimañas»

Para saber la presión de meloncillos, zorros, gatos asilvestrados o cualquier otro depredador en vuestras fincas de caza, basta con poner cualquier cámara de fototrampeo, con cebo o no, y obtendréis resultados asombrosos. Comprenderéis por qué es ¡imposible! que críen nuestros conejos, liebres y perdices en las fincas, con tantas bocas alimentándose los 365 días del año.

Los tiempos de reflexión son siempre buenos consejeros, pues aquellas personas que hayan tenido la suerte de crecer en el medio rural, como yo, entenderán perfectamente lo que digo y los que no, me criticarán. Ahora mis hijos son pequeños, pero cuando me toque explicarles la historia de la caza y decirles que allá, en las décadas de los sesenta, ochenta y noventa había mucha abundancia de conejos, liebres, perdices, codornices, torcaces, tórtolas, patos y zorzales, pues había gran presión sobre las alimañas; cuando, a su vez, paralelamente se hacían verdaderos estragos en la agricultura sin control alguno; donde se utilizaban potentes herbicidas muy tóxicos, entre ellos el famoso glifosato que duraba años en la cubierta vegetal; se utilizaban abonos químicos sin control, cuyo interés único era la producción agrícola ante todo; se labraban los campos en primavera y en verano de igual manera; se cosechaban los cereales de día o de noche, según apretara la faena, sin respetar las épocas de cría; donde los agricultores, por norma, quemaban los rastrojos y lindazos para limpiar sus tierras de malas hierbas; los pastores quemaban los espesos carrizales de todos los ríos y arroyos para que salieran nuevas hierbas para sus ganado; donde tal abundancia de conejos, perdices y liebres causaban diariamente miles de atropellos por vehículos en las carreteras, ¡dada su gran cantidad!…Y, ahora, lo que abundan en las carreteras son los cuantiosos y peligrosos atropellos de jabalíes, cada día en aumento.

En los tiempos actuales hay mucho catedrático de nada, iluminados que creen saber mucho más ahora que en los tiempos pasados, que argumentan sus tesis en hacer estudios, más estudios y venga estudios…, pagados, eso sí, con dineros estatales, prohibiendo desde los despachos todo lo que no comulga con su ideología y siendo asesorados por urbanitas que no pisan el campo y han hecho un doctorado de nada.

Dicho lo anterior, he de apuntar que la caza y todas sus especies en España están todas más que estudiadas. Hoy por hoy sabemos tantos y tantos datos, pero pocas son las soluciones. Hay estudios muy serios y responsables, avalados por gente de gran reputación en la materia y comprometida, que dicen verdades como templos y, ahora, en tiempos actuales, con tanto que nos creemos saber de todo y con tantas prohibiciones, los resultados hablan por sí solos, pues cada día hay menos caza y más «alimañas».

Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la caza y la gestión de la misma en España es esencial para la conservación de todas las especies y de nuestras dehesas, generando, a su vez, un gran interés social y económico, aportando más de 6.500 millones de euros y 200.000 puestos de trabajo directos en las zonas rurales desfavorecidas.

La ciencia ha de ir de la mano y apoyarse en la experiencia y, por supuesto, ambas han de ir juntas para conseguir resultados. Hasta ahora los únicos resultados positivos en abundancia de caza y grandes perchas que yo conozco, solo existen en las fincas y cotos de caza que aún realizan una gestión cinegética comprometida y un eficaz control de depredadores, donde las especies protegidas acuden a diario a por sus presas y todo lo demás es papel mojado.

Bajo mi humilde opinión, en esta sociedad tan moderna cada día hay más leyes, más normas, más impuestos y menos caza… Así que, algo mal se estará haciendo desde la gestión de nuestros mandatarios. Otra cosa es que lo quieran ver o no y aquí, en el mundo de la caza, ya está «todo inventado», pero el cáncer de la caza en el siglo XXI se llama «alimañas», unas en el campo y otras en los despachos, en iguales proporciones.

Juan José Tebar.

3 Replies to “Meloncillos, el gran caballo de Atila”

  1. Alejndro dice:

    Sea o no invasora, su expansión está siendo tremenda y está afectando a la caza menor y las especies protegidas que nidifican en el suelo. Mientras los funcionarios podemitas no quieren ver la realidad, que luego tendrás sus resultados para que ecolojetas se dediquen a hacer proyectos e informes bien regados con dinero público, para no decir nada.

  2. Trofeocaza . dice:

    Muchas gracias por su comentario.

  3. Me parece increíble que en una publicación seria como es Trofeo Caza se puedan afirmar cosas como que el “meloncillo es una especie invasora” o falsedades como esta “En el registro de fósiles de animales europeos del meloncillo no se tiene datos de su presencia, por lo que este hecho demuestra que es una especie invasora no autóctona, siendo introducida en la Península Ibérica, bien por los romanos o por los árabes.”
    Habla de ciencia y ni se preocupa de buscar las fuentes, no es una “mangosta africana” el meloncillo no es una especie invasora, lleva con nosotros desde hace miles de años
    En la península ibérica se encuentra la subespecie Herpestes ichneumon widdringtonii, descrita por Gray en 1842. Para Cabrera, esta subespecie está bien definida, ya que se distingue claramente de las poblaciones que hay en el norte de África por su tamaño algo mayor, globos auditivos más inflamados, color más oscuro en las poblaciones ibéricas y, sobre todo, por sus dientes más grandes.
    Estudios filogeográficos recientes muestran que las poblaciones ibéricas muestran una elevada diferenciación genética con respecto a las poblaciones norteafricanas, sugiriéndose que habría cruzado el estrecho de Gibraltar durante las fluctuaciones del nivel del mar que tuvieron lugar a finales del Pleistoceno, lo que rechaza la introducción por el hombre en época histórica (Gaubert et al., 2011)
    https://digital.csic.es/handle/10261/112467
    https://digital.csic.es/handle/10261/51540

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