Cuando hablamos de montería hay una figura que es imprescindible y que sin ella la Montería española no existiría y esta figura es LA REHALA.
En este primer artículo quiero plasmar las vivencias que he tenido durante dos jornadas con la rehala de Salva Barroso; rehalero con una pasión y afición digna de mención, cuidando en todo momento de sus perros, sacrificando tiempo personal para ellos y siguiendo las tradiciones que nuestros antepasados nos enseñaron de este noble arte cinegético que es la Montería.
El primer día y en plena temporada, acompañándoles en la preparación de los valientes ante el inminente comienzo montero y el segundo, ya en plena acción, monteando con ellos.
Las vivencias son intensas, el trabajo de un rehalero no se circunscribe solo a los meses de temporada, el esfuerzo por conseguir una buena rehala se madura día a día, durante todo el año y es donde se puede palpar la pasión que demuestran hacia sus perros y todo el sacrificio exigido para lograr un equipo óptimo.
Los días antes del comienzo de la temporada la actividad es frenética, revisión de perros, documentación, collares , campeo y un sinfín de tareas para tenerlos preparados.
07:45 h de la mañana. Desayuno rápido y ¡a por los valientes!
La perrera es puro ladrido, ellos saben que hoy toca montear y quieren ser los elegidos; es impresionante verlos nerviosos, sin parar, llamando la atención de su rehalero para que les permita subir a la furgoneta y dirigirse hacia la finca. Ya subidos y preparados, el equipo seleccionado baja la tensión, descansa, son sabedores que pronto, los portones se abrirán y podrán dar rienda suelta a su instinto cazador.
Es impresionante el sonido de una suelta, la voz del rehalero, los empujones de los valientes tratando de salir los primeros, los hocicos al aire venteando el olor de las reses y en un segundo, carreras a toda velocidad para adentrarse en el monte y comenzar el trabajo, ¡EMPIEZA LA MONTERÍA!
Ya, en la espesura del monte suenan las primeras ladras, Salva y Luis animando a sus valientes, primeros lances en los puestos, de vez en cuando los “perretes” vuelven , saludan para saber que todo está bien y un hasta luego para continuar tronchando jaras.
Poco a poco la montería va avanzando , parada en una charca para reponer fuerzas, reagrupar los perros y poco después, continuar con la mano que nos ha tocado.
Ya de vuelta, se escucha ese latir que nos pone los pelos de punta, una ladra a parado, ese puntero líder, ágil, siempre en primera línea, ha sentido los aires de un cochino y avisa frenético a sus compañeros.
Cuando llega el equipo, el señor del monte se arranca, es un navajero, se levanta del encame a toda velocidad pero incomprensiblemente se vuelve hacia los valientes, no quiere regalar su derrota, demostrar su valentía y espíritu salvaje; la suerte está echada, la rehala le agarra y con todo el valor le sujetan para que su rehalero, cuchillo en mano, culmine el lance evitando bajas innecesarias. Los valientes se sienten orgullosos, y se lo hacen saber a su dueño que con un, ¡bravo perretes!, comparte su orgullo.
Continuamos rumbo al lugar de la suelta, más carreras, el cansancio se va notando teniendo en cuenta que es la primera montería de la temporada y necesitan unas pocas más para ponerse en forma.
Ya de nuevo en la suelta, los valientes se agrupan, quieren subir a la furgoneta y disfrutar de un merecido descanso, han cumplido. Las puertas se abren, comienza el conteo y como siempre, algunos faltan. Viene el momento de tensa espera, para el rehalero siempre es una preocupación que alguno de sus valientes se quede en el monte. Voces que retumban en las umbrías y solanas llamándoles, surcando el aire y esperando que puedan llegar a aquel recóndito rincón de la mancha donde está el rezagado buscando todavía algún rastro.
Mientras dura la espera toca cambio de ropa, el día ha sido muy lluvioso, estamos empapados y después, ya con ropa seca , el merecido almuerzo en compañía de otros rehaleros que han soltado en el mismo lugar, compañeros desde hace años y que comparten la misma pasión por la rehala.
He de reconocer que un almuerzo en el campo, acompañado de personas curtidas en el monte, que saben de perros, de montería y de caza es una experiencia que te enseña realmente el valor que tienen los rehaleros y sus perros. Conversaciones que hacen la espera más llevadera, de vez en cuando alguno se separa para lanzar su voz al infinito llamando al último que queda por recoger; llamadas por la emisora con otros compañeros que han soltado en la otra punta de la mancha , tengo un perro tuyo ¡¡ se escucha por la emisora y que demuestra que todavía queda mucho compañerismo entre rehaleros, que no se pierda nunca.
Llega el último valiente, la alegría se palpa en el ambiente, ¡ya estamos todos! Cerramos puertas, visita a la junta de carnes para ver el resultado, hablar con el organizador y por supuesto, cobrar por el trabajo bien hecho.
Ahora toca volver a casa, los perros ni se mueven, ya no hay ladras, ni nervios, solo quieren descansar, reponer fuerzas y pensar ya en la próxima montería.
Entramos en el hogar de los valientes, descargamos, toca ración doble de comida para recuperar y, más tarde, cada uno a su lugar para terminar el día con la satisfacción del trabajo bien hecho.
Todavía queda un rato de tertulia con Salva y Elena, es impresionante la pasión que demuestran por sus perros, comentan los lances con ese orgullo que caracteriza a los que aman la rehala y esta forma de cazar, como esa gama que por muy poco nos arrolla, el agarre del cochino y el comportamiento de cada uno de sus valientes.
Se terminó el día, cargado de ilusión, de fotografías que han inmortalizado estas vivencias y de haber podido compartir estos momentos tan maravillosos viviendo la montería desde una mirada rehalera.
Gracias a ellos, todos los monteros podemos disfrutar de nuestros ansiados lances, de vibrar escuchando las ladras, el arrollón de monte de una res con los valientes pisándole los talones y las voces del perrero animándolos, esto es montería en su más pura esencia.
Cuando cualquier montero reciba la visita de los perros en su puesto, que se detenga un instante y valore la importancia que tiene la rehala; sin ellos, nuestra montería española no tendría razón de ser.
Solo queda que este futuro incierto lleno de nubes y exigencias burocráticas no empañe la ilusión de muchos rehaleros.
Si todos respetamos, valoramos y defendemos a la rehala, la montería española nunca desaparecerá.
¡Va por ellos!
Mi más sincero agradecimiento a Salva Barroso, Elena y Luis por dejarme compartir estos momentos con ellos y su rehala.
Por Carlos Muñoz
@miradasmonteras