Ya entrados en enero podemos emitir el resumen de cómo se está desarrollando la caza de liebres con galgos en Andalucía. Afortunadamente, la liebre aquí no sufre de las enfermedades que la aquejan en el centro-oeste de España, y si los inviernos y primaveras son buenos las poblaciones llegan abultadas al otoño, cuando comienza la caza.
Se puede decir de ella lo mismo que de la perdiz. Cuando el tiempo acompaña y las fincas están bien gestionadas, la cosecha queda asegurada.
Dos tipos de incidentes negativos han enturbiado, una vez más, las actividades galgueras. Por un lado se han sucedido casos de ataques por parte de personas y grupos animalistas contra los cazadores. En alguno de ellos no se ha tratado simplemente de afrentas, sino de alguna paliza sufrida por cierto propietario de lebreles.
Por otra parte, ha continuado la ya conocida lacra de robos de perros. Los galgos, como los gallos de pelea, parecen tener un atractivo especial para cierta clase de ladrones, que encuentran en la mercancía robada algo fácil de transformar en dinero. Hemos oído de animales robados que estaban liderando los campeonatos provinciales. A veces por el expeditivo procedimiento de amenazar al propietario a punta de pistola y en pleno día.
Aparte de estas notas negativas, se constata un creciente interés entre la gente del campo por practicar esta modalidad cinegética. Cada año se organizan más días de caza y más torneos galgueros, a los que cada vez asiste más gente joven.
La popularidad creciente del caballo, al menos en la región del Bajo Guadalquivir, contribuye definitivamente a ello, ya que esta práctica constituye el escenario ideal para la combinación de caza y jineta. Es notable apreciar la mejoría que han experimentado la calidad y la presencia de los équidos, una circunstancia muy diferente a lo que se observaba hace 50 años.
Recorrer la campiña bien montado y en un luminoso día de sol andaluz, cuando la temperatura sube hasta los 20 ºC, es el disfrute ideal para el cazador-jinete. Se consiguen así vivencias que de otra manera serían imposibles. En dos ocasiones este otoño-invierno hemos podido observar la captura de una liebre, levantada por el ala de cazadores, por parte de un águila calzada. Y es que parece que estas astutas rapaces han aprendido la lección y acechan la oportunidad sobrevolando el grupo de jinetes.
Aparte de las aves rapaces, la liebre es presa frecuente de zorros y meloncillos, que destruyen sus camadas. Con el sistema de regulación actual y las dificultades que impone al control de predadores, estos animales oportunistas se han extendido por todas partes y se establecen en zonas puramente agrícolas, sin arboleda ni monte bajo, como viñas, regadíos, etc., lugares donde nunca antes habían existido.
No es esta una caza cuyo objetivo primordial sea la captura y muerte de la presa. Se trata de que esta proporcione buenas carreras a los galgos, para así poder evaluar sus capacidades de velocidad y en base a ello seleccionarlos. Por eso, cuando una liebre ha hecho una buena carrera que ha propiciado la evaluación de los perros, el galguero lo que desea es que se vaya por pies o encuentre un perdedero donde burlar a sus perseguidores.
Así las propiedades bien llevadas cuentan con montones de piedras, tubos de alcantarilla, acumulaciones de leña, etc., estratégicamente distribuidos en zonas clave del corredero, para que las buenas liebres escapen. Al fin y al cabo, estas son la garantía de mejores liebres para futuras temporadas.
No obstante ello, las piezas capturadas son destinadas a la mesa como en cualquier otra modalidad de caza. Es notable constatar, sin embargo, cómo en muchos hogares rurales la carne de liebre no goza de aceptación, por existir una creencia generalizada de que se alimenta de carroña.
Es esta una leyenda basada en que a veces la liebre se levanta cerca de algún cadáver de ganado. Pero ni la fórmula dental de los lepóridos ni su sistema digestivo hacen de ellos animales comedores de carne ni por supuesto de carroña. Existe un amplio surtido de recetas para cocinar la liebre, siendo por aquí las más populares la de liebre con arroz y la de liebre estofada.
Además de la caza y el deporte ecuestre, las ocasiones galgueras suponen una actividad social que aglutina a los habitantes rurales. Muy frecuentemente estos días de campo terminan con una animada comida seguida de espectáculo y celebración flamenca, donde los participantes estrechan sus relaciones y disfrutan sin perjudicar ni molestar a nadie.
En fin, esta modalidad de popularidad creciente constituye otro aporte importante de cultura y tradición de nuestros campos, y los que la practicamos tenemos la obligación de preservarla para generaciones futuras.
Javier Hidalgo
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