En nuestros días existen dos tipos de verdades: unas son esas que circulan de tuit en tuit sin ningún tipo de contraste; y otras las que, aunque puedan parecer de perogrullo, no alcanzan el estatus de verdad mientras no exista algún estudio científico que lo corrobore o sea la conclusión de algún congreso. Cualquier cazador sabe que cada día hay más jabalíes y cuáles son las consecuencias de esta realidad, algo que, afortunadamente, avalan multitud de estudios científicos.
En relación con este fenómeno, por dar algún dato, en nuestro país, en la temporada 1980-1981 se cazaron oficialmente 31.306 ejemplares, mientras que en 2014-2015 fueron 286.919, casi nueve veces más, y eso que fueron a repartir entre menos cazadores, dato también contrastado.
Esta expansión de la especie es extensiva al resto de Europa, donde, además del aumento de las poblaciones, el jabalí ha colonizado zonas y países como Suecia, Dinamarca o Inglaterra, donde se había extinguido hacía tiempo. Los motivos apuntados por estudios, como el publicado en Pest Management Science con datos de 18 países europeos, son principalmente el cambio climático. Los inviernos más cortos y suaves permiten a esta adaptable especie colonizar espacios más boreales; la agricultura intensiva, ya que el alimento condiciona el peso de las hembras, que son fértiles al alcanzar los 30 kilos, algo que hacen cada vez antes al disponer de más comida; el aumento del monte debido al abandono rural; y la mencionada disminución del número de cazadores.
Abordamos este fenómeno en el número 562, marzo 2017 de Trofeo, además de sus consecuencias y otros temas relacionados, en varios artículos relativos al jabalí. En el que aparece en la página 30, elaborado por miembros del Servicio de Ecopatología de Fauna Salvaje (SEFaS) de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), se analiza exhaustivamente un asunto derivado de esta expansión, como es el de los jabalíes urbanos, un serio problema que afecta a ciudades europeas como Berlín, Varsovia, Génova o la propia Barcelona.
Son de sobra conocidos los daños ocasionados por los jabalíes en el campo a la agricultura y a la caza, pero animo a los lectores de Trofeo a que lean este interesante trabajo para que se hagan una idea de hasta dónde pueden llegar en las grandes ciudades dados sus nuevos hábitos.
Los estudios científicos, además de exponer el problema, aportan soluciones para paliar en la medida de lo posible sus consecuencias, y en el caso de la expansión del jabalí, y esto es importante, todos coinciden en que la solución pasa por el control de las poblaciones mediante la caza; incluso alguno de ellos apunta que acaso sea tarde ya y que la caza por sí sola no sea suficiente remedio. Y ¿qué medidas toma la Administración, a tenor de las recomendaciones de los científicos?
Hace poco me invitó un amigo a cazar jabalíes en la provincia de Madrid. Me advirtió que llevara escopeta ya que el rifle estaba prohibido, y me instó a acompañarle en mano con sus seis perros –más no están permitidos–, aconsejándome que no se me ocurriera subirme a una piedra, ya que podría interpretarse como que estaba de puesto, y eso también está prohibido.
Sacamos dos piaras que no pudimos disparar. Al menos aquí se puede cazar el jabalí en mano, en otras comunidades no se permite ni eso. Hay denuncias a esperistas por colocarse en el lugar donde se ha cebado o por el «uso de fuentes luminosas», que ya solo por seguridad sería aconsejable utilizarlas.
Y en Castilla-La Mancha solo se puede realizar una espera, cuando se concede, en la parcela que haya sufrido los daños y especificando el número de finca, y siempre habiendo avisado antes en el cuartel de la Guardia Civil. También existen denuncias por hacer puestos elevados, ¿acaso por no tener licencia de obra? Además, exceptuando en Castilla y León, el cazador puede buscarse un lío si dispara a un jabalí en un rececho de corzo o de ciervo.
Tampoco se puede practicar la ronda, creo que salvo en Murcia. Si tras todas estas trabas se consigue cobrar un guarro, está prohibido dejar los despojos en el campo, y en Extremadura obligan a llevarlos a la planta autorizada, digo «la planta» porque solo hay una. Luego hay que llevarlo a analizar y gastarse unos euros, si es que nos queda alguno tras arrendamientos, pagos de daños y demás.
Y ¿llama la atención que haya muchos guarros y pocos cazadores?
Parafraseando al científico estadounidense Bill Nye: «La ciencia es la clave de nuestro futuro y si no actúas en consecuencia con ella, nos estás reteniendo a todos».
Pablo Capote Urosa
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