Cada vez hay menos perdices salvajes. La proliferación de alimañas como urracas, zorros o jabalíes son una amenaza, pero no la única. La agricultura intensiva también tiene mucha culpa de la paulatina desaparición de la perdiz. Cultivos cada vez más intensivos en almendros, viñas u olivar y productos fitosanitarios para combatir las plagas son también responsables de la situación que atraviesa la perdiz en nuestros campos.
Por esta época del año era normal ver ya los bandos, correteando por los caminos con la madre protectora guiando a los pequeños perdigones a salvo de cualquier amenaza.
Seguramente mucha culpa de la situación que atraviesa la perdiz salvaje tenga que ver con la suelta indiscriminada de perdices de criadero, sin ningún control sanitario.
La transmisión de enfermedades de estas perdices que no han tenido ningún contacto con la naturaleza ha diezmado la población de perdices salvajes.
La alarma no es nueva. Saltó hace tiempo hasta el punto de que algunos estudios científicos sitúan a la perdiz como un ave seriamente amenazada, como le ocurre a la tórtola o a la codorniz, aunque por diferentes motivos.
La solución no es dejar de cazarlas como algunos plantean. Cuando se ha prohibido la caza de cualquier especie amenazada, eso no se ha traducido en una recuperación de la especie sino en todo lo contrario. Hacen falta planes cinegéticos que protejan a la perdiz.
La sequía que llevamos padeciendo hasta que han llegado las lluvias también ha sido un factor que ha coadyuvado para que la perdiz no haya criado como debiera, retrasando los nidos.
Quitado de algunos acotados que han hecho bien su trabajo durante todo el año, no se ven perdices.
Hay una protección excesiva hacia fauna salvaje como el tejón, las martas o las comadrejas, en general toda la familia de mustélidos, que son enemigos naturales de las perdices.
Por otro lado, las prácticas agrícolas, y lo digo como agricultor y cazador, han de ser respetuosas con el medio ambiente, favoreciendo la agricultura ecológica y un buen empleo en el uso de los fertilizantes y productos fitosanitarios, utilizándolos únicamente cuando su empleo sea necesario y en las dosis adecuadas.
Antes echábamos productos al campo sin valorar sus consecuencias. Primero tirábamos el producto y luego veíamos si había alguna plaga. Algunos de estos productos se han prohibido por ser altamente peligrosos para la salud humana, como el arsenito de potasio, pero siguen empleándose productos como herbicidas, cuyo uso no se ha prohibido, como el glifosato que no solo elimina las malas hierbas sino cualquier ser viviente y que son un auténtico veneno para la flora y la fauna silvestre.
La tarea es fundamentalmente de agricultores y cazadores que somos los que tenemos que seguir defendiendo un patrimonio cinegético como es la perdiz salvaje.
Patricio Simó.
El problema aparte de los productos fitosanitarios lo tenemos con el javali el mayor predador del campo .siempre ha habido urracas y zorras en su justa medida y ha habido bandos de perdices .aparte también el echo de que la perdiz de granja atrae mucho más la alimañas por su olor a granja
Muchas gracias por su comentario. Es una buena aportación.
Todo lo indicado es lo que mantiene la actual situación de la perdiz .
Yo haría más hincapié en la suelta indiscriminada de perdices de granja. Estas perdices están vacunadas, pero traen las enfermedades a los campos, con la obsecuente desaparición, tanto de las d granjas, que saben vivir en libertad, como las salvajes, que al no estar inmunizadas, desaparecen de los campos.
Otro azote muy considerable es el veneno d las semillas y aguas tratadas con fitosanitarios .
La solución al problema, estimo debe venir controlando estos dos puntos.
Muchas gracias .
José Burguillos.