Antonio Pérez Opinión
Los que más daño nos hacen
Defender la caza, ponerla en valor y en la dimensión que en la vida de los humanos tuvo y tiene, es fácil. Más difícil es defender a algunos cazadores. No solo resulta imposible sino que resultaría vergonzoso el hacerlo. Porque son indefendibles; es más, son manifiestamente condenables. Y no podemos seguir cayendo en la tentación de excusarlos, justificarlos y ocultarlos, sino ser los primeros en denunciarlos. Aunque sé que esto es mucho más fácil decirlo, y hasta pregonarlo, que hacerlo.
Por ese sentido de ‘sector acosado’, por esa asunción del ‘gueto’ con que cargamos. Pero hemos de saber que son ellos, esos cazadores –que cazadores son, dejémonos de gaitas y eufemismos– los que con su comportamiento más daño nos hacen y más enfangan nuestra imagen. Los que le dan la mejor munición a un enemigo, ansioso de disparar contra nosotros en los medios de comunicación y de convertirnos en seres deleznables ante la opinión pública.
Somos, y basta de disimulos, demasiado permisivos con actitudes que se repiten en nuestro entorno, que nos desagradan pero no nos atrevemos a cortar y replicar. Somos en exceso condescendientes con quienes alardean de sus barbaridades. Eso es así aunque hayamos mejorado de manera muy clara y rápida. Pero hay casos en los que ciertas acciones ya nos llevan a todos a tener que soportar la mancha, y ante ellas es donde ya no podemos callar e ir más allá de la condena de boca pequeña y la manga ancha.
Voy a poner dos ejemplos que bien pueden ser tres. El primero en Madrid. Un joven halcón peregrino, nacido en uno de los siete nidos que este año han criado pollos en la capital, este concretamente en Aluche, fue recogido muy malherido por perdigones durante la media veda entre Ajalvir y Daganzo. Los de GREFA intentaron salvarlo pero no pudieron hacer nada. Tenía plomos en las alas, el vientre y una pata. Otro torzuelo murió de la misma forma en 2013 también en la comunidad madrileña. Los jóvenes halcones ya volanderos, y tras corto periodo de adiestramiento, son alejados por los adultos, que los expulsan de su territorio, y han de buscar el suyo propio.
Fue un cazador quien le disparó y no hay cazador que confunda un halcón con una codorniz ni con una paloma. El ave estaba anillada y así ha podido ser identificada. El cazador no, y su probable cuadrilla que asistió a la ‘faena’ no será quien rechiste. Es más. Si hay sanción al coto se mantendrá la ley del silencio. Se defenderá al delincuente y nos haremos con ello responsables todos. El segundo caso ha sido el de un oso macho en Muniellos (Asturias), justo a la entrada de la propia reserva natural. Un disparo de bala en el costillar. Se le halló ya muerto.
Los cazadores de la zona, a los que trato y conozco, sí se han movilizado, como en otras ocasiones, intentando dar con el culpable. Por fortuna han quedado muy lejanos los tiempos en que alguien se permitía en la cordillera alardear de haber matado un oso. Ahora sabe que decirlo sería su ruina inmediata. Pero el daño al colectivo que se ha hecho es un martillazo más en el clavo de nuestro socavado prestigio.
En este caso queda la duda de que pudiera haber habido alguna confusión, entre dos luces, y si no se tiene el cuidado y la prudencia suficiente puede darse el caso. El ‘jabaloso’ puede acabar siendo un plantígrado y el resultado penoso. ¿Pero qué hacía un cazador en esas fechas en la reserva? ¿Era un furtivo como aquel, nunca detenido, que hace unos años abatió un gran macho en la montaña palentina? En cualquier caso, paletadas de cieno sobre el colectivo.
Y el último caso no nos señala del todo pero puede hacerlo en cualquier momento, y puede que en el tramo entre que escribo estas líneas y las leen ustedes. Se está intentando la reintroducción del bisonte europeo, sí, el que nuestros ancestros pintaron en Altamira. Hay ya varias manadas y hasta chotos con DNI español. Una de ellas, en la reserva de Valdeserrillas, en Benageber (Valencia), ha sido atrozmente atacada. Con veneno. Dos, y puede que la misma suerte hayan corrido otros dos desaparecidos, han sido encontrados muertos y descabezados.
Entre ellos el gran macho dominante. Les habían cortado la cabeza. Se habían llevado el trofeo y los cazadores sabemos a qué apunta ese detalle. Atroz y repulsivo. Envenenaron su comida –los veterinarios luchan por lograr recuperar a los supervivientes– y les cortaron la cabeza con un hacha a los que lograron encontrar muertos en el bosque. ¿Habrá taxidermista que acepte tal trofeo? ¿Habrá quien denuncie a semejantes canallas?
Espero fervientemente que acaben ante la justicia y deseo de corazón que no sean de nuestro gremio. Pero si lo fueran, como el del halcón y el del oso, que no haya quien los excuse ni los defienda. Y que seamos contundentes en el rechazo y en negarles de una vez por todas la mano y la palabra. Son quienes más daño nos hacen.
Antonio Pérez Henares
3 comentarios
RMG
enero 22, 13:50Indignado
junio 22, 20:47Deme
junio 01, 22:02