Para la inmensa mayoría de la población urbana, que es al fin y al cabo la gran mayoría de la población total y en origen neutral con respecto a la caza, resulta más fácil, llegado el momento, posicionarse a favor de Bambi y los conejitos que alinearse con los cazadores, aun y cuando esta gente no repara en alimentarse de pollos, terneras, etc., criados en batería a base de piensos sintéticos, hormonas y antibióticos.
El abandono generalizado del campo acentúa esta tendencia. Nunca ha habido menos humanos poblando los espacios abiertos.
Tampoco la caza, con su economía y con la pléyade de limitaciones que le imponen las Administraciones públicas, está teniendo unos tiempos idóneos como para engrosar sus filas con más discípulos de San Huberto.
El rechazo a las antiguas costumbres y a todo lo que sea tradicional que estamos presenciando en los diversos sectores tampoco ayuda, y a consecuencia de todo ello el escenario no es propicio para que nuestra imagen sea apreciada por la mayoría de la gente.
Por eso, más que nunca, habría que exigir ahora de los cazadores unión y la predisposición a influenciar en el terreno de la educación.
Nunca será bastante la labor que se lleve a cabo en aras de difundir la realidad cierta de que la caza es el mejor instrumento para la conservación.
Javier Hidalgo