Dos reinas

Esto no va de testas coronadas, aunque tal vez también tenga que ver con las casas reales. La caza, oficio de reyes, siempre estuvo presente en la actividad de nuestros monarcas. En España tenemos dos reinas –por favor, olvidarse de los dos nombres propios que enseguida alguien estaría dispuesto a pronunciar–. En la caza nuestras «dos reinas» sin competencia son la Capra hispanica y nuestra Alectoris rufa, la perdiz roja.

Estas dos singulares especies ibéricas son las que dan sentido a toda nuestra actividad cinegética. Es cierto que fue Alfonso XIII el que inició la protección y conservación de nuestra especie autóctona por excelencia de caza mayor, y ahora tenemos un póker de reyes entre Gredos, Beceite, Granada y Ronda. El mismo monarca, por influencia de su matrimonio, traslada desde la pérfida Albión la práctica del ojeo de perdices, en el que fue una escopeta legendaria, y donde también tenemos otro póker de reyes, como son Valmojado, Infantes, Múdela y Jerez.

La brillante actualidad nos muestra que hay monteses en casi todas nuestras provincias peninsulares: de las 47, si hay alguna que aún carece de monteses en escasos años también será ocupada, pues su progresión es sencillamente apabullante, con la única pega de que el exceso de poblaciones –producto de una descoordinada acción entre administración pública, inútiles ecologistas y perseguidos gestores cinegéticos– llega a producir calamitosos brotes de sarna que diezman a esta especie de modo cíclico.

La perdiz salvaje, autóctona, sin introducciones mercantiles, campeó durante siglos en toda España. En los últimos decenios del XX empezó un preocupante declive, confirmado en el siglo actual, de las poblaciones autóctonas. Hace 40 años hasta en Baleares se realizaban ojeos y en infinidad de pequeños términos municipales, sobre todo en perdices de sierra, costaba llegar a las cien al día y respirabas tranquilo cuando te quitabas el infamante bolo. Los ojeos de cientos de pájaros eran los menos, pero hace más de 50 años y con una economía que ni disfrutaba de este nombre, me apañaba para disfrutar cada año de una docena de ojeos entre Toledo, Ciudad Real, Segovia, Guadalajara…

Ahora es un lujo, imposible para mí, cazar perdices, de las de verdad, en ojeo, y en muy pocos sitios y con unos cupos ínfimos se puede cazar en mano, pero esta práctica está reservada para cazadores locales o escasos propietarios de alguna remota finca que se salvó de las granjas. No le pongo pegas ni a la siembra ni a la suelta, casi siempre me sorprende la excelente calidad y la fuerza del vuelo de las de bote y lo magníficamente bien que lo hacen casi todos los que organizan ojeos. La única pega es en el plato y el escaso carácter de huida una vez derribadas. Pero, para mí, me sobra, ¡enhorabuena a los criadores!

Cuando desde la sociedad urbanista nos acosan, cuando el Estado perpetúa la estafa al campo y a la caza, solo me queda un deseo: ¡Dios salve a las reinas!

Postdata

Deseo aquí rendir un homenaje a Pepe Otaola, fallecido a finales de noviembre de 2022. Una entrañable persona y un referente en el mundo de los ojeos de perdices. DEP.

 

 

José García Escorial.

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