Hoy iba a escribirles sobre la COP26, ese megaevento dedicado al cambio climático con nombre de policía artificial que tuvo lugar el año pasado en Glasgow con relativo éxito, pero un fin de semana en la finca de un amigo en Guadalajara me ha hecho cambiar el visor en el último momento.
MLS tiene un campo precioso, lleno de encinas y con un laguito en medio que atrae a miles de acuáticas cada año. Te metes en un escondrijo con unos buenos prismáticos y no paras de ver cercetas, garzas, aguiluchos laguneros y martines pescadores buscándose la vida en ese paraíso perfectamente cuidado. Pero, como siempre suele suceder, aparecen algunos problemas: el Covid y la ruina económica subsiguiente han hecho que la población de corzos y venados de la finca se haya casi duplicado y la Administración, como suele ser habitual, no solo no ayuda, sino que pone pegas para arreglar el desaguisado. Ya se ve algún ejemplar enfermo y el que está sano no para de zamparse la cobertura vegetal que rodea el lago, por lo que el número de anátidas observables en la zona ha descendido una barbaridad si se compara con años anteriores. Un desastre en toda regla, vamos.
A la hora de la cena nos pusimos a hablar sobre el COP26, pero yo no paraba de pensar en los ciervos comiéndose los juncos y helechos del laguito. De ahí, entonces, pasamos a charlar sobre la población mundial y si no llega a ser por el buen vino que nos atizamos, la cosa era para ponerse a llorar.
Ya somos unos 7.800 millones de personas comiéndose las plantas y los animales de ese laguito llamado Tierra. Si las previsiones de la ONU se cumplen, llegaremos a 9.000 millones en 2050, y a 11.000 en el año 2100. Los números así puestos pueden no decir mucho, así que mejor poner que para dentro de treinta años habrá en el planeta el equivalente a la población de 200 Españas. ¡Carallo!
El aumento de la población es muy desigual. Algunos países como India o Nigeria crecen a un ritmo vertiginoso, pero otros (sobre todo los países desarrollados) han incluso decrecido. Hay un hecho incontestable: cuando la gente se va a vivir a las grandes ciudades retrae el número de hijos, pues en las urbes un retoño no ayuda al mantenimiento económico de la familia.
Toda esa gente que nace en países sin recursos ni formación, generalmente dirigidos por dictadorzuelos sin escrúpulos y corruptos hasta la médula, hace lo posible para venir a los países desarrollados a buscar su oportunidad, creando un problema añadido para la conservación de los cada vez más exiguos recursos naturales.
MLS conseguirá ponerse de acuerdo con la Junta y, al final, acoplará el número de ungulados a las 800 hectáreas que gestiona. ¿Y los humanos? ¿Cómo y con quién nos ponemos de acuerdo para gestionar este crecimiento descontrolado de seres, a veces pensantes, que estamos dejando este mundo como unos zorros?
Nos preocupa mucho no contaminar con el petróleo y corremos como locos a ponernos todos a conducir un coche eléctrico, pero no nos fijamos en el principal problema de este mundo que nos ha tocado vivir: ¡somos demasiados! Con todas las variables económicas, religiosas, culturales, etc., que confluyen aquí, parece imposible lograr una solución medianamente aceptable para la mayoría.
Los problemas cada vez irán a más: disminución de recursos naturales, contaminación del agua, del suelo y acústica, falta de agua potable, desabastecimiento de energías, deforestación, desertificación, extinción de especies y pérdida de biodiversidad, nuevas enfermedades y pandemias… Se nos va a quedar un mundo precioso.
Sin embargo, no todas las predicciones dicen lo mismo. Ya puse por aquí que decía mi padre sobre el Covid que había que hacer caso a los científicos y no estar opinando los legos, pero lo que no me dijo es si había que hacer caso a Margarita del Val o a Luc Montagnier.
El caso es que hay cada vez más expertos que opinan que sobre el año 2040 nos quedaremos en unos 8.000 millones de personas y que luego la población empezará a disminuir lentamente. En ello tendría una gran importancia la tendencia cada vez mayor a vivir en grandes ciudades; ahora la mitad de la población lo hace, y para 2050 prevén que sean 2/3 los ‘urbanitas’. Y, como dijimos por ahí arriba, la tasa de fecundidad se reduce en los núcleos urbanos de manera determinante.
Ya hay gente organizando viajes espaciales para que los humanos puedan vivir en Marte plantando coles que no necesitan agua. Yo, qué quieren que les diga, preferiría ayudar un mucho más al planeta Tierra y seguir viendo cada atardecer a los azulones llegando en pequeñas bandadas a esa hermosa laguna que mi amigo, gran cazador, tan bien cuida.
Fernando Feás Costilla. Abogado ambiental.