El Significado de las escenas de caza de la ermita de San Baudelio de Berlanga

Las pinturas de la iglesia de San Baudelio de Berlanga, considerada como La Capilla Sixtina del arte mozárabe, datan del siglo XII y son un triste ejemplo de expolio cometido dentro de nuestras fronteras

La serie cinegética completa de San Baudelio formaba parte del muro bajo de la ermita y en ella podían apreciarse tres modalidades de caza (menor, mayor y cetrería), junto a representaciones de animales, algunos relacionados con dicha actividad.

En 1925 veintitrés de los frescos fueron arrancados de la iglesia, sacados de España y vendidos a distintos museos norteamericanos por el marchante Dereppe. El museo del Prado recuperó seis de las pinturas en 1957 al cambiarlas por el ábside de la iglesia segoviana de San Martín de Fuentidueña, tres de las cuales representan temas cinegéticos que se pueden admirar en la planta sótano del museo.

Las pinturas murales de la iglesia de San Baudelio, pequeña ermita mozárabe erigida en el siglo XI en el pueblo soriano de Casillas de Berlanga, tierra de frontera entre musulmanes y cristianos, son las únicas de su categoría en nuestro arte peninsular y, por tanto, en el arte universal.

Realizadas en el siglo XII, son un triste ejemplo de expolio cometido dentro de nuestras fronteras y, desgraciadamente, no el único. Al igual que ponemos nuestra mirada horrorizada en la destrucción, el saqueo o robo del patrimonio arqueológico, histórico y artístico en países como Siria, Egipto, Afganistán y tantos otros hoy en día, debemos ponerla también en lo que ha ocurrido en nuestro país en lugares como San Baudelio de Berlanga, considerada la “Capilla Sixtina del arte mozárabe”, porque si perdemos nuestro patrimonio, perdemos nuestra identidad, sobre todo en este caso tan especial, pues el arte mozárabe solamente se ha dado dentro de nuestras fronteras, y, muy lamentablemente, lo hemos perdido en gran parte…

El largo periplo de veintitrés de las pinturas de esta ermita (algunas, muy pocas, permanecieron in situ) comenzó en los años veinte del siglo pasado cuando León Levi, agente del marchante americano Gabriel Dereppe, las compró a los vecinos de Casillas de Berlanga, entonces sus propietarios legales.

Pese a haber sido declarado este edificio Monumento Nacional en 1917 y pese a la inicial oposición por parte del Estado español, el Tribunal Supremo tuvo que autorizar en 1925 la salida de estos frescos, que fueron arrancados de las paredes donde reposaban desde hacía ocho siglos, dejando una ligera impronta que nos ha permitido conocer su exacta ubicación.

Su primera escala fue Londres, donde las pinturas se trasladaron a lienzos para seguir su viaje hasta Estados Unidos y ser vendidas al museo de Cincinnati, a The Cloisters (la sección de claustros del Museo Metropolitano de Nueva York), al Museo de Arte de Indianápolis y al de Bellas Artes de Boston.

Pero años después, en 1957, el Museo del Prado de Madrid adquirió seis de los lienzos al Metropolitano en calidad de “depósito temporal indefinido” cambiándolos, eso sí, por el ábside románico de la iglesia de San Martín de Fuentidueña (Segovia) que, desde entonces, se exhibe en la ciudad de Nueva York, en el famoso The Cloisters, junto a otras obras, entre las que se encuentran, como ya hemos dicho, algunas pinturas de San Baudelio.

De las seis pinturas que recuperó el Prado, tres tienen temas cinegéticos, que se pueden admirar en la planta del sótano del museo:

  • Cacería de ciervo
  • Cacería de liebres
  • Montero o Soldado
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En la prolongación del muro norte que sustenta la tribuna estaban las pinturas del “Elefante”, actualmente en el Prado

Y las otras tres representan animales, algunos asociados también a la caza: Oso, Elefante y Cortina con águilas.

Así, traspasadas a lienzos y armadas en bastidores, podemos admirar esta maravilla de nuestro arte mozárabe en los muros de nuestro museo nacional más importante, unos muros lejos de la iglesia a la que pertenecieron, pero no tan lejanos y descontextualizados como aquellos muros del edificio de Nueva York que decoraron en su día.

La serie cinegética completa formaba parte del muro bajo (el muro alto representaba escenas bíblicas) y en ella se aprecian tres modalidades de caza que se practicaban en la época, junto a otras de animales.

Además de las mencionadas del Prado, estaban las siguientes:

  • Halconero o Cetrero (actualmente en el Museo de Arte de Cincinnati)
  • Bóvidos enfrentados (en la ermita)
  • Una pareja de Lebreles (Museo de Arte de Cincinnati)
  • Dromedario (The Cloisters de Nueva York).

La representación de las escenas de caza en una iglesia puede deberse a su contenido religioso, ya que, según la literatura cinegética de la época, la caza liberaba del pecado, proporcionaba felicidad y fortalecía la fe, como actividad otorgada por Dios a los hombres, siempre que se ejercitara con moderación.

En efecto, si bien la tradición de representar escenas de caza se remonta al arte tardoantiguo, entra en el mundo cristiano con el mismo sentido, pero añadiendo la lectura de la cacería como camino de dificultad y triunfo.

Además, teniendo en cuenta que la mentalidad medieval buscaba continuamente en todo lo terrenal símbolos de lo divino, se llegaba a mezclar lo sagrado con lo profano, y así, se encontraban alusiones a lo espiritual en lo venatorio, como un medio más de redención para la clase aristocrática, añadiendo de este modo un motivo para su práctica, junto a los valores de esfuerzo físico para la salud y para el desarrollo del alma al educar en la templanza y la disciplina, entrenamiento para la guerra, diversión, aventura y placer.

Por ello, las escenas cinegéticas de San Baudelio, pese a ser de contenido profano, se interpretan en un sentido religioso, debido al simbolismo animal y a su incorporación en el templo, simbolismo que adquiere su importancia en cuanto a la asociación entre hombres y animales, debida en gran parte a sentimientos como miedo y culpa, y en otra parte al poco control del hombre medieval sobre la naturaleza.

Ya que el animal, por sí mismo, interesaba indirectamente en el medievo, a no ser por cuestiones relacionadas con la supervivencia, para enseñar o moralizar.

Con el denominador común de composiciones simples, utilización de colores primarios, disposición de volúmenes planos en las figuras y la utilización de perfiles muy esquemáticos, las pinturas nos hablan de los siguientes temas:

CACERÍA DE LIEBRES 

Ejemplo de la modalidad de caza menor, más practicada por monjes y campesinos, representa a un cazador montado a caballo y portando un tridente, que acosa con tres perros a las liebres.

Ambos animales acosadores, caballo y perro, representan la fidelidad y son símbolo de nobleza y orgullo, por lo que se asocian con la sociedad feudal. Las liebres, el animal acosado, es símbolo de la concupiscencia. (Las liebres, sin embargo, pueden ser también una alegoría de la fertilidad o de la virginidad cuando aparecen junto a doncellas.)

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“Cacería de liebres” actualmente en el Museo del Prado

CACERÍA DE CIERVO

Ejemplo de la modalidad de caza mayor, más practicada por reyes y señores, representa a un cazador a pie que se prepara para disparar una flecha, símbolo de los malos deseos, a un ciervo que simbolizaría a Cristo y el alma, después de haberlo alcanzado ya con la primera.

El ciervo, al igual que el cordero, es un símbolo cristiano por antonomasia y goza de una simbología más positiva por tratarse de un animal herbívoro.

La caza mayor, cuyos orígenes se remontan a la antigüedad en el Occidente europeo, se practicaba en terrenos agrestes de los montes, sobre todo con ciervo, oso y jabalí, incluso en zonas en donde hoy día sería impensable, concretamente en los montes centrales y en los del sur peninsular. Debido a la complejidad y el peligro que encerraba su práctica sirvió a los reyes y señores no solo de esparcimiento, sino de adiestramiento y preparación física y moral.

También se ha denominado a esta pintura como “Ballestero a la caza del ciervo”, pero no parece probable que sea una ballesta el arma que utiliza. Si bien fue usada desde el siglo X y se extendió enseguida por todo Europa, para la nobleza cristiana y para la Iglesia fue un arma despreciada, ya que para un noble entrenado desde la infancia en el arte de la guerra, protegido con un costoso armamento defensivo, era intolerable la posibilidad de ser vencido o muerto no por un igual sino por un plebeyo escasamente adiestrado, y desde una distancia tal que era imposible la defensa.

La tercera modalidad de caza representa a un cazador montado a caballo que porta sobre una de sus manos un halcón, símbolo de la capacidad del hombre de triunfar sobre el mal a través de la fe, al derrotar a los animales asociados a la corrupción del alma. (Odón de Túsculo, en su clasificación comparativa de las aves con los hombres, opina que los sencillos serían como las palomas, los astutos como la perdiz y los confiados como el halcón.)

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“Cacería del ciervo”, proveniente del muro norte de la ermita y hoy en el Museo del Prado.

EL ARTE DE VOLATERÍA O CETRERÍA 

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“Halconero o Cetrero”, proveniente del muro este de la ermita y actualmente en el Cincinnati Art Museum (Ohio, EE.UU.)

La caza con aves es mucho menos belicosa pues en ella no se adquiere más que la resistencia en la cabalgada. Se trata sobre todo de una distracción llevada a cabo por los aristócratas refinados en la que la ostentación no estaba en los trofeos conseguidos, sino en las aves de caza que se poseían y en la manera en que habían sido amaestradas.

Por ello, para su práctica se requería de todas las cualidades menos de la fuerza bruta:

  • El cálculo para lanzar el ave en buen momento
  • La paciencia
  • La prudencia para evitar los peligros naturales
  • La astucia en la utilización de los vientos.

Esta modalidad de caza entró en la península Ibérica en los albores de la Edad Media por una doble vía: los nobles germanos la practicaban habitualmente y más tarde, con la influencia de los árabes, terminaría imponiéndose, con modificaciones, de forma definitiva. (Los nombres de las aves cetreras son en general árabes, exceptuando el de gerifalte, que es germánico.)

Según las rapaces empleadas, se dividía en:

  • La azorería, documentada tempranamente y practicada de forma cotidiana, pues no se necesitaba más que el empleo de un azor o un gavilán
  • La halconería propiamente dicha, más prestigiosa y de introducción más tardía.

SOLDADO O MONTERO

Esta pintura representa a un hombre armado con una lanza y una gran rodela en actitud de caminar, con el rostro girado hasta casi ser frontal.

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“Montero” o “Soldado” del muro norte de la tribuna (Museo del Prado).

Para el arte occidental se asemeja más a un soldado, pero podría tratarse de un cazador con escudo que se dispone a abatir a un gran animal, por influencia posiblemente oriental.

En efecto, aunque fueron los reyes, los señores, los cortesanos y los hidalgos, o sea los individuos pertenecientes a las clases más elevadas, los que de forma continuada practicaron la actividad venatoria y cetrera, era indispensable contar con la participación de otros monteros o cetreros de más baja condición social (además, y sobre todo, de contar también con la ayuda de los perros y las propias aves cazadoras).

La venatoria, además, como ya hemos dicho, constituye un entrenamiento para la guerra, porque

“en las cacerías de animales montaraces, en las que se rastreaba, perseguía, acosaba y mataba la presa, se valoraba la destreza del montero, la estrategia de la operación, que era montada con tan exquisito cuidado como si de una acción bélica se tratara…” (Menjot: La chasse au Moyen Age, Actes du Colloque de Nice, 1980).

ANIMALES REPRESENTADOS

Algunos tienen relación con la caza, otros no, pero todos tienen un alto valor simbólico.

  • San-Baudelio-lebreles

    Los “Lebreles”, a la entrada del templo originalmente y en el Cincinnati Art Museum en la actualidad.

    Lebreles: Por su ubicación original, tendrían la función de guardianes del templo, ya que poseen características como la fidelidad. Y era además el perro utilizado para la caza menor de liebres:

“Se valoraba […] especialmente la bondad de los perros, entre los que destacaban en el reino castellanoleonés el sabueso, el lebrel y el alano” (Menjot, 1980).

  • Los Bóvidos enfrentados representan con su lucha a Cristo y la ira divina. Y asimismo, no olvidemos que el buey es el símbolo del evangelista San Mateo.
  • Las Águilas (en la Cortina) se asocian con Cristo.
  • El Oso, animal heráldico, que simboliza el mal, la pereza o el primitivismo, sí era pieza de caza en la época.

Y como animales ajenos a nuestra fauna:

  • El Dromedario, que simbólicamente representa la humildad, ya que se arrodilla al recibir su carga.
  • El Elefante, que lleva sobre su lomo un castillo con tres torres y que representa la humildad asociada a Cristo, que carga las enfermedades y miserias del hombre, sí era cazado en otros continentes y usado como animal de guerra, por ejemplo por los cartagineses (hay monedas y documentos peninsulares que así lo atestiguan). Y ha inspirado el bello poema que Gerardo Diego dedicó a la ermita:

– Cuatro elefantes a la sombra de una palma.
Los elefantes gigantes.
– ¿Y la palma?
– Pequeñita.
– ¿Y qué más?
¿Un quiosco de malaquita?
– Y una ermita.
– Una patraña,tu ermita y tus elefantes.
Ya sería una cabaña con ovejas trashumantes.
– No. Más bien una mezquita tan chiquita.
La palma me llevó el alma.

(Fragmento del poema de Gerardo Diego dedicado a San Baudelio de Berlanga.)

Arantza del Barrio

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