Una de las experiencias cinegéticas más gratificantes que puede vivir un cazador es asistir a una batida en escenarios tan duros como el que les presentamos, donde normalmente los lances son tan escasos como auténticos e inolvidables.
LOS PREPARATIVOS
En pocos sitios como en el Pirineo el cazador puede sentir la esencia de la caza salvaje y auténtica, aún más si su objetivo es cazar el jabalí junto a las cuadrillas locales, que es tan arisco aquí como el entorno en donde vive.
El escenario en esta ocasión es el Alt Pallars, en los alrededores del Parque Nacional de Aigüestortes, en el Pirineo leridano, aunque el tipo de cacerías no difiere mucho del practicado en otras zonas pirenaicas catalanas, oscenses o navarras.
Las cuadrillas suelen ser reducidas y compuestas por los mismos cazadores jornada tras jornada, amigos generalmente que comparten más cosas aparte de la caza.
El terreno y los encames más habituales de los guarros también son de sobra conocidos, y tras una inspección de los caminos los días previos, los cazadores conceden poco margen de error a la hora de ubicar a las piaras en un monte determinado.
Tras llegar al alto, los cazadores se reparten en las peñas de la cuerda, desde donde se dominan grandes extensiones de brezo, piorno y abedul. Tras una dura subida a los puestos, oculto en lo alto de un valle, aparece, Shangri-La, un pueblo abandonado al que difícilmente puede accederse incluso con caballerías.
Entre sus casas, como si de vecinos a la vuelta de misa se tratase, pudimos ver una pareja de corzos y un sarrio uno de los prados subiendo al monte, tras advertir nuestra presencia.
LAS BATIDAS
Hozaduras y rascaderas frescos delatan la presencia de los jabalíes. Una vez establecida la estrategia y colocados los puestos, se sueltan los perros, algo que puede hacerse tres o cuatro veces en una jornada.
Se sueltan los perros, pocos como pocos son también los batidores; se trata de perros ligeros para batir rápido el monte: podencos, algún sabueso (aunque tampoco gusta mucho que los perros se salgan de la mancha), incluso drahthaars, polivalentes y fuertes, muy utilizados por aquí para la mayor.
A pesar de la gran cantidad de terreno disponible para cazar, las querencias y los pasos de cada mancha son bien conocidos tras generaciones pateando estos montes, y pocos cazadores pueden cubrir los cazaderos bastante bien, repartiéndose los mejores puestos de rifle y escopeta.
Poco después de la suelta, se escuchan los primeros tiros, y la batida acaba tan rápido como comenzó. Rápidamente se recoge, y cazadores por un lado y perros y batidores por otro se dirigen a la siguiente mancha, con una organización y eficacia casi militar.
El resultado es que en estas zonas pirenaicas se caza año tras año la mayor cantidad de jabalíes de España; además, de la misma forma ética y natural que lo hicieron sus padres y sus abuelos. Los jabalíes van llegando al punto de encuentro.
Es admirable la buena forma física incluso de los cazadores más veteranos. Un perrillo de raza desconocida no se separa de su presa ni a sol ni a sombra. Casi de noche, llegan los últimos cazadores arrastrando jabalíes hasta la carretera. La jornada termina con una opípara comida pallaresa.
Si te gusta el campo, pasea. Si te gusta disparar, ve a un campo de tiro. Si te gusta matar, mejor que vayas a un psicólogo, Ya!