En montaña, cada gramo innecesario que portemos en la mochila puede ser el responsable de que tengamos que abandonar la cacería o por lo menos de que cacemos incómodos. Después de años tras los corzos de montaña, cargando corzos, el autor nos muestra qué accesorios considera necesarios.
El peso de los corzos varía mucho dependiendo de las zonas, la alimentación, etc., y puede oscilar entre veinte y pocos a treinta y pocos kilos (se entiende que el corzo completo), unos diez kilos entre los ejemplares más pesados y los que pesan menos.
Mucho para un animal tan pequeño. Se puede estimar que su canal pesa unos cinco o seis kilos menos, entre quince y veinticinco (lo más habitual es que no llegue a veinte), lo que permite cargar con él sin muchas dificultades.
Después de años cargando corzos, he probado muchas formas de hacerlo y, dependiendo de la distancia y el terreno, todas tienen sus pros y sus contras. Generalmente, y mientras pueda evitar ir cargado a cazar, prefiero salir con lo justo: la vara, el rifle, unas balas y el cuchillo, así que si cobro algún corzo tengo que llevarlo a rastras.
Si la distancia no es mucha, tirar de él agarrándolo por las cuernas no es muy costoso, pero pronto el perlado hará mella en nuestras manos aunque lo vayamos cambiando de una a otra. Una solución que ayuda a hacer más kilómetros es llevar una cuerda.
Yo suelo guardar las que vienen con los jamones, y juntando un par de ellas con un palo se puede hacer un asa muy práctica. Este procedimiento también tiene el problema de que no es cómodo para subir laderas un poco empinadas, aunque para bajar, siempre hemos bromeado en la cuadrilla diciendo que un laderón muy pendiente se baja mejor agarrado a un corzo que sirva de lastre.
Si el recorrido es más largo es, sin duda, más cómodo echarnos el corzo a la espalda. Cargándolo alrededor del cuello sobre los hombros se reparte bastante bien el peso y es bastante cómodo, aunque se acaba hecho un eccehomo de sangre y además se corre el riesgo de que alguna garrapata cambie de un inquilino a otro más calentito.
Una buena opción es atar las patas del corzo y llevarlo como un bolso. Se puede meter la cabeza del animal entre las patas para evitar que se tome su venganza póstuma y vaya corneándonos el trasero con el bamboleo durante todo el trayecto.
Si no se tiene una cuerda se puede hacer un apaño con el cinturón, siempre y cuando no sea imprescindible para que los pantalones sigan en su sitio.
El sistema al que convergen los corceros avezados tras años de penurias es hacerse con una mochila de gran capacidad, la clásica de montañero, o esas de lona o fieltro austriacas redondas.
En este tipo de mochilas entra sin problemas un corzo entero, y, aunque me resisto a cazar cargando con una mochila, reconozco que son la mejor opción, además de un apoyo formidable para disparar.
Si se opta por esta posibilidad hay que tener la precaución de orear muy bien la carne, ya la vayamos a cargar en canal o despiezada para que entre mejor y quite peso. Es importante que la carne pierda su calor, ya que si se mete el corzo recién muerto hay muchas posibilidades de que se estropee. No es recomendable el uso de bolsas de plástico y es preferible otro material que transpire, como la tela.
MOCHILAS Y MACUTOS ¿QUÉ LLEVAMOS?
Si no hay necesidad de llevar material de acampada, el clásico macuto de montería puede servir para meter lo imprescindible y otras muchas cosas más. En las mochilas cargadas conviene poner las cosas más pesadas cerca de la espalda para equilibrar. También es recomendable meter en bolsas de plástico lo que no conviene que se moje.
Texto y Fotos: Saurio