La neumonía hemorrágica vírica del conejo (NHV) es la enfermedad de moda en este momento. La aparición de una nueva cepa de este virulento virus (o de un nuevo virus, el tema no está claro) está de nuevo mermando la población de conejos de algunas zonas, ante la preocupación e impotencia de los cazadores.
Los virus, como todas las micro-especies que tienen una altísima tasa de reproducción, son capaces de crear nuevas cepas o nuevos virus con facilidad. Estas nuevas estirpes no son reconocidas por los sistemas inmunitarios de sus hospedadores como la enfermedad clásica, ante la que son inmunes, sino como una nueva enfermedad, aunque técnicamente la ciencia la reconozca como la misma.
Desde este punto de vista, las repoblaciones de conejos traídos de otras zonas están absolutamente contraindicadas, ya que son la forma más común de extender las nuevas cepas y los nuevos virus.
Pero, siendo las repoblaciones el sistema más frecuente de dispersión de la enfermedad, no es el único. Las propias personas, a través de ropa y utensilios, podemos extender el virus… y nuestros perros también. Sabemos que un perro que haya ingerido carne de conejo enfermo de NHV no padece la enfermedad, pero puede actuar como diseminador de la misma durante algún tiempo. Por ello hay que evitar que los perros coman carne de conejo infectado, y también hay que tener mucho cuidado con los perros que viven en granjas de conejos o en sus proximidades.
LA HIDATIDOSIS, LA MÁS CONOCIDA
De los parásitos intestinales, las tenias son las que combinan una estrecha relación entre la fauna salvaje y los perros. Son parásitos que para completar su ciclo biológico necesitan dos hospedadores, uno para la fase larvaria y otro para la fase adulta. De los dos casos más comunes en nuestro país, el quiste hidatídico es el más conocido por su trascendencia sanitaria. Este quiste está producido por una tenia que se denomina Echinoccocus granulosus y que en su fase adulta se aloja en el intestino de un carnívoro, como el zorro, el lobo o el perro. A través de las heces van eliminando los huevos que quedan diseminados por la hierba, los ingiere un herbívoro (salvaje o doméstico) y en él aparecen las larvas diseminadas por el organismo, principalmente hígado y pulmón, en forma de quistes de cierto tamaño y gran contenido en líquido. Cuando el carnívoro ingiere vísceras de animales infectados por los quistes con las larvas, comienza el ciclo de nuevo.
Un segundo caso de este tipo de parasitosis frecuentes en nuestro país es la cisticercosis, que la provoca la Taenia pisiformis. En este caso, el hospedador son los roedores y los lagomorfos, principalmente la liebre. Al abrirlos aparece la cavidad abdominal llena de unos racimos de pequeños quistes, similares a las uvas, cada uno de ellos con una minúscula larva en el interior. Si el perro come uno de estos animales infectados, comienza el ciclo de nuevo.
Evitar que los perros ingieran vísceras de animales de caza (y en general de cualquier animal) y las desparasitaciones internas periódicas les mantendrán al margen de estas patologías.
LA RABIA, LA MÁS TEMIDA
A lo largo de la historia, la enfermedad más grave transmitida de los perros a las personas ha sido la rabia. Esta enfermedad está producida por un virus, que se elimina por la saliva y se transmite por el mordisco. Este virus, además, tiene la característica de que viaja por los nervios hasta llegar al sistema nervioso central, en el que provoca una encefalitis que cursa con un cambio de conducta, agresividad, parálisis muscular y muerte. Como podemos ver, la muerte es bastante desagradable, con cambios de conducta agresivos que hace que la enfermedad se perpetúe a través del mordisco.
Durante siglos fue una de las enfermedades más temidas, ya que no tenía cura y, si una persona era mordida por un animal rabioso, tan solo podrían atarle a una silla (para evitar su agresividad y que contagiase a más personas) y esperar a que muriese en una terrible agonía.
Por fortuna, nuestro país está libre de la enfermedad, pero nos encontramos rodeados de zonas con rabia, ya que tanto Francia como Marruecos presentan la que se denomina rabia selvática, que es la rabia que padece y transmite la fauna salvaje. Los zorros son los más propensos a padecerla y a transmitirla a los perros de caza. También se ha demostrado que los murciélagos son un reservorio de la enfermedad, y miles de ellos viajan desde Maruecos a nuestro país todos los años. Por este motivo, y porque recientemente ha habido varios casos de rabia importada, se siguen vacunando a los perros todos los años (más o menos, porque varía por comunidades autónomas).
pobres conejos 🙁