Veterinaria
El labrador y sus enfermedades
El labrador es un buen perro de caza. Su docilidad e inteligencia le convierten en uno de los mejores compañeros tanto para el trabajo en el campo como para disfrutar de su compañía. Y aunque muchos cazadores lo asocian al cobro de caza menor (en lo que es sin duda uno de los mejores) también es muy apto para otras funciones.
El labrador es un buen perro de caza. Su docilidad e inteligencia le convierten en uno de los mejores compañeros tanto para el trabajo en el campo como para disfrutar de su compañía. Y aunque muchos cazadores lo asocian al cobro de caza menor (en lo que es sin duda uno de los mejores) también es muy apto para otras funciones.
Precisamente, cuando conocí a mi mujer, tenía un precioso labrador negro llamado Chato, un magnífico cobrador que no solo cazaba estupendamente, sino que paraba como el mejor pointer.
En este artículo nos detendremos en dos de las enfermedades más frecuentes en los labradores: dermatitis y artrosis.
¡Cuidado con la dermatitis!
Es una patología de la piel que va asociada a una irritación que cursa con varios síntomas. El primero de ellos, el que más llama la atención del dueño, es el picor. El perro se rasca constantemente por diferentes zonas según el origen de la dermatitis. Puede ser tal el desazón que llegan a lesionarse la piel. Además, hay pérdida abundante de pelo (algo que también llama la atención a los dueños), el pelo pierde brillo y la piel, en determinadas zonas, se enrojece. En una fase más avanzada, bacterias y levaduras infectan la piel, complicando aún más el problema.
Además, hay que indicar que ningún labrador alérgico es igual a otro. Hay perros muy poco alérgicos que con un simple tratamiento anual se corrigen, mientras que otros extremadamente alérgicos apenas responden a los tratamientos más nuevos. También, al estar algunas alergias relacionadas con el medio ambiente en general, y los pólenes en concreto, hay perros alérgicos estacionales cuyo estado empeora durante el verano y mejora durante el invierno.
Cuando se nos presenta un labrador con este problema, una de las labores importantes del veterinario es hacer entender a los dueños que es una enfermedad crónica y que hay que realizar un enfoque personal para el tipo de alergia que padece su perro en concreto. Es decir, no hay nada que la cure y la única solución es fijar un tratamiento de por vida y personalizado para mantener a los pacientes en condiciones óptimas. Si se baja la guardia, la patología vuelve a aparecer.
Tradicionalmente, los corticoides han sido el tratamiento al que más rápidamente responden los perros, pero es un tratamiento sintomático que no se puede utilizar a largo plazo por sus efectos secundarios. Por ello es ideal para ejemplares que tienen uno o dos brotes alérgicos al año pero el resto del tiempo están bien.
Para pacientes que padecen síntomas durante más tiempo, o durante todo el año, el enfoque debe ser diferente. En la actualidad disponemos de distintas herramientas que el veterinario clínico puede utilizar. Una de ellas son los paneles de alergia, que, a través de un análisis de sangre, nos indican los productos y agentes a los que un perro es alérgico. Así, si un perro es alérgico a un producto alimentario concreto, bastará con eliminárselo de la dieta y el animal mejorará.
También valen para planear la segunda estrategia: las vacunas.
Sabiendo a lo que un perro es alérgico, se pueden elaborar vacunas hiposensibilizantes personalizadas. Con estas vacunas suelen tener una buena respuesta el 50% de los perros, mientras que un 25% tienen un respuesta regular y otro 25% no responden.
En la actualidad también contamos con un tercer tratamiento a base de ciclosporinas, que modulan la respuesta inmunitaria de los perros, mejorando clínicamente. Con este tratamiento hay que tener en cuenta varios aspectos. El primero de ellos es que algunos perros no lo admiten y vomitan, aunque existen soluciones que los veterinarios conocemos.
Además, es un tratamiento de por vida y con un precio relativamente elevado, especialmente para perros grandes, como son los labradores.
La displasia de codo, su gran caballo de batalla bajo el nombre genérico de artrosis u osteoartritis englobamos patologías que cursan con una degeneración de la articulación por desgaste del cartílago articular. La artrosis es algo que nos afecta a todos y está relacionada con la edad, aunque también existen factores genéticos que pueden fomentar su aparición. En el caso de los labradores, una de las patologías más frecuentes relacionadas con la artrosis son las displasias de cadera y de codo. Me centraré en la displasia de codo, porser menos conocida para los propietarios que la de cadera, a pesar de que más del 11% de los labradores están afectados por este problema. La displasia de codo es una enfermedad compleja, ya que bajo este nombre se incluyen cuatro patologías diferentes que determinan que haya dolor en la articulación y cojera más o menos acentuada. De manera muy resumida, y evitando los tecnicismos, estas patologías son las siguientes:

La displasia de codo es una dolencia típica de los labradores. Un excesivo ejercicio puede provocar que el problema sea aún mayor.
1.- Fragmentación del proceso coronides.
2.- No unión del proceso ancóneo.
3.- Osteocondritis disecante.
4.- Incongruencia del codo.
Para entender el origen de algunas de estas patologías hay que saber que el codo en los cachorros se forma a partir de lo que llamamos “núcleos de osificación”. En los primeros meses de vida, más concretamente entre los cuatro y seis, estos núcleos van creciendo y uniéndose para conformar el codo del adulto. La no unión del proceso ancóneo se produce precisamente porque uno de estos núcleos no se une al resto de la articulación. El proceso coronides y la oesteocondritis se producen por una alteración en la nutrición del cartílago y por la fragmentación y posible desprendimiento de parte de esta cartílago de diferentes zonas del codo. La incongruencia del codo tiene que ver con un desigual crecimiento del cúbito y el radio, lo que provoca un “escalón” en el codo.
Todas estas patologías tienen sintomatología similar: dolor en la zona del codo y cojera, y se detectan entre los cuatro y seis meses. La única forma de realizar un diagnóstico de ellas es a través de radiografías de calidad, para lo que se requiere la sedación o anestesia del paciente. Las nuevas técnicas de TAC, resonancia magnética y artroscopia ayudan mucho a asegurar el diagnóstico.
Evitarlas también está en nuestras manos
Pero lo realmente importante, lo que debe conocer el propietario del perro, especialmente los nuevos propietarios que están buscando un ejemplar, es lo siguiente:
1.- Son patologías genéticas: en cierta medida se puede evitar en las líneas de labradores. Si se han realizado radiografías de control a padres y abuelos, la probabilidad de que aparezca la enfermedad es mucho menor. Esto es importante a la hora de valorar los criadores que hayan realizado las pruebas. Y debemos entender que los cachorros que provienen de perros que han sido diagnosticados como libres tienen un precio superior.
2.- La alimentación y ejercicio influyen: a pesar de ser enfermedades genéticas, el manejo del perro influye en el desarrollo del problema. Así, sabemos que dietas de alto contenido energético, ricas en calcio y vitamina D pueden aumentar las alteraciones en la osificación endocondral. También el ejercicio excesivo puede aumentar los problemas, y se ha especulado que los suelos duros pueden ser contraproducentes.
Veterinario
Juan J. García Estévez
21 comentarios
Silvia
julio 21, 00:38Trofeocaza .
mayo 23, 16:29Maria Estela
mayo 18, 21:15ana clara
noviembre 13, 07:48Trofeocaza .
noviembre 20, 09:10Anne
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octubre 20, 18:41Trofeocaza .
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febrero 17, 21:52