Perros cazadores de osos

Hace siete siglos, la caza del oso pardo llevaba a nobles y cortesanos a los principales sistemas montañosos del entonces Reino de Castilla. Los autores clásicos destacaban la emoción de la búsqueda del mayor predador europeo, lo peligroso de su persecución, las complicadas artes que debían ponerse en práctica para darle alcance y el valor que requería enfrentarse a un gigantesco oso acorralado. El perro debía rastrear, acosar y guía r con su llamada a los monteros hasta el gran oso pardo.

La caza del oso en la Península fue motivo de anhelos y desvelos para reyes, nobles y campesinos, todos con algo en común, la necesidad de sentir la emoción de enfrentarse a un animal letal, más aún si tenemos en cuenta las armas utilizadas para intentar darle muerte, que, hasta la llegada de las de fuego, no eran más que lanzas y ballestas. Los monarcas y los nobles guerreros encontraban en esta caza una buena manera de mantenerse activos durante épocas de paz, pues pocas formas venatorias resultaban tan inciertas en su resultado y requerían tanto valor y destreza con las armas. Y no menos destreza y arrojo eran exigidos en los perros utilizados para “montear” en pos del oso. Encontramos muchas similitudes entre el proceder de aquellos sabueseros con los que salen hoy tras el jabalí en el norte peninsular, que recorrían las inmediaciones de monte para cortar los rastros del úrsido, seguirlo hasta el encame y llevar hasta él a los perros de acoso, fuertes, valerosos, aunque prudentes ante una bestia que podía partirlos por la mitad de un zarpazo o un mordisco.

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Página del libro tercero (capítulo IX) del Libro de la Montería, con ilustración relativa a la caza del oso

SIGLOS XIV Y XV.  A mediados del siglo XIV, el ‘Libro de la Montería’ (Alfonso XI, Rey de Castilla) menciona un gran número de nuestros montes en los que eran cazados el Oso (la única pieza de caza a la que el monarca otorga el honor de escribir con mayúscula), lugares concretos de los principales sistemas montañosos del entonces Reino de Castilla. Entre ellos, la vertiente sur de la cordillera cantábrica (Burgos y Palencia), en la septentrional, en Asturias, en León. Y no deja de comentar los grandes esfuerzos que debían efectuar los cazadores para conseguir la codiciada pieza:

En este monte la primera vez que le corrimos, nos acaeció de matar un Oso, de los mayores que nunca viemos, e andudiemos empos el un dia todo, e non le podiamos matar, e cocertamos lo en la noche, e otro dia fallamos le el rastro: e llevamosle por trayella fasta dos leguas, e levantamosle a mediodia, e murio en este monte…

El Rey de Castilla destacó que el “Oso” aguantaba más en el encame que el jabalí, recibía a los perros con sus cinco bocas (a la propiamente dicha, Alfonso XI añade sus cinco garras, tan peligrosas como sus letales fauces) y no huía ante un par de ellos, sino que hacían falta muchos para conseguir que un buen ejemplar huyera de su territorio.

EL SABUESO OSERO

Con aquellos sabuesos oseros sucedía algo similar a lo que hoy “sufren” nuestros jabalineros. Si hoy los perreros norteños se desviven para que sus perros de rastro discriminen los olores del corzo y se dediquen únicamente al jabalí, por aquel entonces se seleccionaba a los perros oseros que menos caso le hicieran al navajero. Ya Alfonso XI señaló que pocos eran los sabuesos que quisieran el rastro del oso, bien por temerlo, bien por preferir los efluvios del macareno. Aún así, el mismo monarca nos alecciona sobre lo que debemos hacer para conseguir buenos perros oseros:

Et si lo quisiere facer buen can de oso, sacarlo de la montería del puerco, et ponerlo en la del oso. Mas ha mester que guarde, que desquel hobiere fecho buen can de puerco que nunca le muestre ciervo. Et otrosí, para facerlo mas afinado, que desde quel hobiere fecho buen can de oso, que nunca le muestre puerco nin ciervo. Et sil soltare á puerco, et tomare con alguno ciervo ha mester que se lo escarmiente bien. Et otrosí, si soltare á oso, et tomare con alguno puerco, que aunque muera el puerco, que non le faga placer ninguno en él.

En resumen, el buen perro para el oso sólo debía cazar osos, nunca jabalíes ni venados, y si alguna vez cambiaba el rastro del oso por el del venado, se le debía escarmentar. Si se soltaba a oso y el perro cambia a jabalí, aunque le diera caza, nunca se le debía premiar. Sin duda, un método discriminatorio encaminado a lograr la especialización de los pocos perros que reunían las cualidades necesarias para enfrentarse al gran oso pardo.

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imágenes del siglo pasado que muestran el resultado de sendas cacerías de oso en Cantabria.

Empresa ardua la de estos sabueseros. El gran predador vende mucho más cara su caza a los perros de lo que lo hace el jabalí, como refleja el capítulo XIX de esta completa obra, centrada en los factores que hacen más difícil la captura del oso con respecto a la del puerco.

La primera razón es porque comunalmiente fallarán siempre el oso en mas bravo monte, et peor de andar que el puerco. La otra razón es porque face las cenas mas luengas que el puerco, et es peor de levantar, en que ha mester muy mejor montero et mejor can para lo levantar. Señaladamiente por una cosa. Porque el rastro del puerco se paresce mejor, et en mas logares que el rastro del oso, et por esta razón ayudará mejor el montero al can á llevar el rastro del puerco, quel rastro del oso; et en el rastro del oso el muy buen can et bien encamado, ayudará mejor al montero que el montero á él. La otra razón es, porque ha mester mas canes, et mas gente para el monte del oso, que para el monte del puerco; porque por muchos canes que anden con el oso, nunca se atreven tanto á él como puerco. La otra razón es, porque desde que es levantado, como quier que anda de vagar, anda mas tierra que el puerco, et por mas fuertes lugares. La otra razón es, porque los monteros de pie non se atreven tanto á se llegar á él para lo mover, cuando se ladra, nin para lo ferir, como al puerco; como quier que de su naturaleza es mas ardit el puerco que el oso, et aun por eso es mas ligero de matar que el oso, porque él viene buscar la muerte con ardideza. Et por estas razones el montero que haya usado la montería del oso, tenerla ha por mayor, et por mas grave de acabar, et tema por mejor, et mas ligera de facer la montería del puerco que la del oso”.

PREGUNTAS CON RESPUESTA

Alfonso XI explica algunos de los puntos más interesantes que encontramos a la hora de realizar los preparativos de cara a optimizar el devenir de una cacería de oso con perros:

¿Cómo sabe el montero que los perros que andan tras el oso levantado del encame lo han acorralado?

Et si vieren que callan á veces, et que toman á ladrar de aquella guisa mesma, entienda que es oso, et que lo traen alcanzado; et aquel callar que facen, es con miedo que han del oso, cuando se para et los cata.

¿Cuántos perros se requerían para dar caza al oso?

Et si fuere monte de oso, haya en cada busca diez canes, ó ocho á lo menos.

¿En qué época es más difícil seguir y cazar al oso?

En el tiempo del mundo que peor es de levantar el oso es cuando los osos salen de las oseras, et este tiempo es desde mediado Febrero fasta entrante Mayo, et la razón porqué, es esta. Ellos como salen estantíos de la osera, et otrosí deseosos de andar, facen las cenas muy luengas, et las idas del unas para un cabo, et otras para otro, et todas desa noche. 

FECHAS RELEVANTES EN LA CAZA DEL OSO

En el siglo XVI, la nobleza se hace más cortesana, se aleja del campo, y la concentración del poder en manos reales hace que pierda influencia en el campo. Por ello, en este siglo el campesinado adquiere más presencia en el devenir y la práctica venatoria.

Reyes de Aragón prohíben la caza de osos a los Villanos: Jaime II, Alfonso y Fernando el Católico, pero desde el siglo XIII los Fueros de Navarra establecen que “Ningún villano nos debe cazar ninguna caza sacando contocho, salvo las fieras, como puerco montés, o oso, o ciervo, o corzo”.

En el siglo XVII el oso desaparece prácticamente del sistema central, sólo quedan algunos en Montes de Toledo y Sierra Morena, pero en disminución. Esto es debido a que el oso pasó de considerarse pieza de caza lúdica para la nobleza, a ser incluido en la lista de alimañas, para perseguirlo hasta diezmarlo. Así, entre 1579 y 1605 se pagaron en Guipúzcoa (Sierra de Aralar), recompensas por la caza y muerte de 19 osos pardos. A principios del siglo pasado sólo quedaban osos en zonas determinadas de Pirineos, de la Cordillera Cantábrica y ciertas regiones montañosas cercanas a éstos.

En 1952 se prohíbe su caza en toda España durante cinco años, gracias a la alarma que dan los cazadores, pero la medida fue contrarrestada por una sentencia judicial en 1968 a causa de las bajas compensaciones por daños (60 por 100 del valor dañado) y sólo presupuestada dos años, incluso llegó a incentivar la caza furtiva.

En 1966 se crean las Reservas Nacionales y en 1973 se protege definitivamente la especie. 

EL PERRO CAZADOR DE OSOS

En perro seleccionado para la caza del gran oso debía cumplir una serie de requisitos para resultar eficiente ante este peligroso animal:

Excelente rastreador. Sabuesos capaces de cortar un leve rastro y seguirlo a través de los más intrincados entornos, bosques densos, montes impracticables…, nada podía frenar la nariz de estos perros.

Veloz. Capaz de alcanzar al oso en su intento de huida tras el desencame.

Resistente. Capacitado para mantener un acoso a la presa durante horas.

Avisador. Debía ladrar a parado para que los monteros acudieran, con sus lanzas, ballestas y, ya en el siglo XVI, con sus armas de fuego.

Valiente. Pero no temerario, ya que un perro que entrase al agarre ante un oso adulto solía acabar muerto o gravemente herido.

 Antonio López Espada

 

 

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