Vivimos en una sociedad carente de valores donde la comunicación ideal es la políticamente correcta, sujeta a unos parámetros que nos van alienando a todos mediante los diferentes medios de comunicación.
Y no contentos con ello, los mandamases del parné son quienes dictan nuestro devenir personal hasta convertirnos en esa masa moldeable de la que ya nos puso en guardia Nicolás Maquiavelo.
Masa que, insisto, moldean los edecanes de las cúspides del poder global en función de la evolución de sus intereses sin prestar la más mínima atención al daño moral que infligen a la Humanidad hasta (ya en demasiadas ocasiones) terminar en ese suicidio cuyo número tanto se camufla en aras de que no sea emulado por el sostén de los grandes intereses, que somos la masa humana que ahora denominan recursos humanos.
Esta situación nos empuja a tener un perro en el que descargar toda nuestra adrenalina en forma de un cariño ñoño que nada tiene que ver con la relación ideal entre perros y humanos, pongo por caso.
LOS ANIMALES PARA EL HOMBRE
En Inglaterra, cuando transfirieron a los hombres del campo a la ciudad con miras a una industrialización criminal, los obreros no tenían más que el sueldo y un perro, que, dada la cultura imperante de la época, lo dedicaban a las peleas.
Perros que utilizaban como baremo de importancia social en función de las peleas que ganaba. Mi intención no es la de filosofar o la de demostrar a nadie mi nivel cultural, pues a mi edad, uno ya ha dejado tantas cosas por el camino que, acostumbrado a ello, un servidor de ustedes ya le ha cogido gusto a caminar ligero de equipaje.
A estas alturas del viaje, a uno ya no le importa el Mundo ni su maldad. Y harto de sufrir, ya todo le da igual.
Pero no por eso dejo que me vean llorar a quienes no me perdonaron jamás los favores recibidos. Los malvados no son muchos, qué va, pero aquí impera el silencio de los corderos impuesto a través de sus edecanes escogidos entre los malandrines y demás “hijos de sus madres”, que no son muchos, no, pero uno ya no quiere perder el tiempo con ellos y su tóxica maldad.
Uno, a estas alturas de la vida, les fustiga con el látigo de la indiferencia a sabiendas de que es el mayor mal que se les puede causar. Discutir con un tonto es como dar dos pistolas cargadas a un mono en una reunión con la luz apagada.
Nunca sabes si va a disparar al techo o al ordenanza de puertas. En una sociedad urbanita el hombre no puede ser feliz viviendo en una celdilla del gran panal o en esos cubitos iguales pero con jardín meramente testimonial.
Es imposible aguantar si a esto le unimos que para no pernoctar bajo los puentes del Manzanares (pongo por caso) su vida está robotizada y se pasa más tiempo en el “Gran Hermano” que es el trabajo.
Un trabajo donde en algún momento de su vida laboral el trabajador es acosado por sus jefes, sus compañeros o por sus propios, que me da igual. Al burro de la noria de mi casa cuando le soltábamos del palo caminaba en círculos o se desorientaba.
A los humanos les pasa igual y su tiempo de ocio está perfectamente medido y planificado para que no les dé tiempo para pensar.
¿QUÉ ES EL ANTROPOMORFISMO?
Si el urbanita se parara a pensar sin cambiar su modus procedendi, daría un giro de 180 grados, y ese es el estrés del lunes o del final de las vacaciones, donde se llegan a conocer las parejas, ya que antes eran unos perfectos desconocidos con una vida pautada hasta en lo carnal.
Y es entonces cuando llegan las separaciones y el crujir de dientes. Y es entonces cuando tanto el hombre como la mujer están más atrapados en esa red virtual tomando como rehenes a nuestras familias. Familias que para ellos son masa que criamos nosotros para que al final del camino no nos sobre nada, para que ellos puedan aumentar sus bienes según les convenga.
Grandes precursores de que esto iba a llegar fueron quienes aquilataron más a la Humanidad a través del antropomorfismo, que, según la RAE, en su primera acepción dice lo siguiente: Conjunto de creencias o de doctrinas que atribuyen a la divinidad la figura o las cualidades del hombre. Y en su tercera acepción dice: Tendencia a atribuir rasgos y cualidades humanos a las cosas.
Vestir a los perros y gatos con ropa como si de humanos se tratasen, es cada vez más común en nuestra sociedad. ¿Pero realmente la necesitan o sufren con ella puesta?
Desde que el hombre fue hombre, siempre valoró en su justa medida a los animales de los que dependía y sigue dependiendo después de sacrificarles o de utilizarles como semovientes para su trabajo u otros menesteres. De ello dan fe las primeras pinturas rupestres. Esopo se sirvió de los animales domésticos y silvestres para sus fábulas. Pero dando un salto tremendo en el tiempo nos vamos al fabulista Samaniego, o sea, a Félix María Serafín Sánchez de Samaniego Zabala (Laguardia, Álava, 12 de octubre de 1745- ibídem, 11 de agosto de 1801), de quien, por haber cazado en las que fueron sus fincas y por razones de cargo, tengo toda su obra y hasta la he releído. Una vez citado Samaniego, no voy a olvidarme del fabulista Iriarte, o sea, de Tomás de Iriarte y Nieves Ravelo (Puerto de la Cruz (Tenerife), 18 de septiembre de 1750-Madrid, 17 de septiembre de 1791). Podría citarles a muchos grandes escritores que basaron sus obras en los animales rozando o traspasando la fina línea del antropomorfismo. Pero vamos a dejarlo aquí o tendré que escribir este artículo por capítulos dada su magna introducción.
¿POR QUÉ SE LES VISTE COMO HUMANOS?
El colmo de la estulticia y de la insolidaridad viene de la mano de quienes humanizan a los animales con aspavientos tales como vestirles con ropa confeccionada al efecto (una industria puntera donde hay en juego muchos millones). Les visten como si se tratara de personas racionales.
Sepan que el perro no suda y que esos ropajes en invierno no hacen más que perjudicarle, pues yo les he visto dormir sobre los montones de nieve y como si nada. Sepan que los perros cambian tanto el pelo como la piel en función del clima que esperan.
El camino de humanizar al mundo rural y no a los animales
Pero si les acostumbramos a llevar defensas adicionales, el día de mañana, cuando no dispongan de ellas, cogerán los mismos catarros que nosotros. Quienes humanizan a los animales lo hacen (por regla general) para llenar su vacío existencial, pero no lo hacen por un amor in aeternum al animal.
Así, cuando encuentran un sustituto al amor canino, no dudan en relegarlos a un segundo lugar, abandonarlos o llevarlos a la perrera más próxima derramando lágrimas por la imposibilidad de vivir con el animal.
Yo entiendo que si uno quiere convivir con un animal en una de estas celdillas o cubos en los que vivimos en la ciudad, hay que estar dispuesto a sacarle tres veces al día y recoger sus heces.
Pero lo más importante de todo ello es que diariamente pueda hacer ejercicio el animal… y en la ciudad hay que llevarles atados como si de fieras peligrosas se tratara. Es por lo que la ridiculez de las modas textiles forman un conjunto tan artificial como de mal gusto y hasta de crueldad que percibimos nosotros y repercutimos sobre el animal.
Escribiendo sobre este tema, no puedo dejar de pensar en esos canes que pasan su vida atados cuidando una propiedad de arrabal o de villorrio de la España profunda. Dijeron que iba a estar prohibido el malestar animal.
Yo no veo tal prohibición por ninguna parte. Tampoco hay las suficientes perreras donde uno pueda tener los canes con dignidad a unos precios asequibles a fin de no propiciar esos casos de crueldad animal.
Y desgraciadamente, el abandono Mis ya cansados ojos han visto a perros abandonados organizados en cuadrillas cómo se zampaban reses en las nevadas de este año y arrugar el hocico al acercarme para fotografiarlos. Pero no tienen la culpa ellos. No. Tiene la culpa quien los repartió como “cojonosolución” contra el lobo. Ahora dicen que los burros son la mejor defensa.
¡Pero si todo rebaño que se precie en Castilla siempre llevó al burro con las alforjas! Es muy cierto que percibe al lobo mucho antes que los perros y enseguida avisa al pastor. Sepan que el burro es uno de los animales más inteligentes, cariñosos y fieles del Mundo.
También es un verdadero sinvergonzón como le coja manía a alguno, y hasta muerde y todo. En los rebaños quiere a las ovejas como propias, y si algún perro las ataca, demasiado enseguida le endosa una coz cuando le pilla descuidado.
Un mundo pastoril que empezaron cargándose los caminos de la Mesta y ahora quieren estabular todas las ovejas de España para facilitar los controles de cara a una pandemia. Miren ustedes, los perros más felices que conozco son los de los pastores y los de los ciegos, pues es tal la compenetración entre perro y humano que, en innumerables ocasiones, cuando se muere el dueño pasa a ser difunto el animal por inanición o a través de esa farmacología herbaria que tan bien conoce todo animal a excepción del hombre.
Alguno me dirá que también se humanizan los seres vegetales. Cierto, pero después de releer El Bosque Animado, de Wenceslao Fernández Flórez (La Coruña, 11 de febrero de 1885-Madrid, 29 de abril de 1964), no me da por criticar, pues me he encontrado con tanto “poste telegráfico” en mi vida que el citado libro ha pasado a ser uno de los que no me desprendería de él jamás.
Y por supuesto, las parábolas de los Santos Evangelios son respetuosas con la Biodiversidad y nos sirven de ejemplo con independencia de la religión de cada cual. Resumiendo: dejen a los animales silvestres en el campo capturando sólo los que sobrepasen la capacidad del medio y traten a cada animal doméstico con la debida bonhomía, propiciándoles comodidad y bienestar sin ridiculeces crueles como la de humanizarlos.
Sé que TROFEO es una revista que leen muchos intelectuales, y no me parece mal, pero he preferido elaborar un artículo para que lo entendieran las gentes con las que departo por nuestros bellos campos de España.
Ustedes me perdonarán, pero si me lo piden, es un tema en el que puedo profundizar para ponerme al nivel cultural que consideren oportuno en una España rica en hombres inteligentes, a quienes si carecen de parné, no pueden adquirir el know-how que tanto necesitamos para salir de una crisis que evite el sufrimiento de las capas más desfavorecidas de este nuestro “ruedo ibérico”.
Esto viene a cuento de que no he citado al impostor Konrad Lorenz, quien escribió que, al igual que el Rey Salomón, él, el muy pazguato, también hablaba con las bestias, los peces y los pájaros. Un sujeto que con cuentos y apaños ha hecho mucho daño. Ah, dejo para otra ocasión a la cerdita Pepa Pig.
EL MAL DE WALT DISNEY
El colmo del antropomorfismo llevado a sus últimas consecuencias de alienación a la Humanidad propiciando el desconocimiento de las especies vino de la mano de autores tales como Walt Disney, quien, basándose en dibujos sensibleros y en una propaganda americana a nivel mundial, escondió la vida natural de los animales hasta hacer ignorar a los urbanitas que las gallinas ponen huevos por el ano o que la carne que nos comemos es la de los hijos de las vacas.
Es más, la crueldad humana llega a situaciones tales que les hacen vivir a los animales de forma estabulada como si de productos férreos se tratara. Y los pobres, por no tener libertad, no pueden ni fornicar, pues se reproducen por inseminación artificial.
Pero el colmo de la maldad llega a su cúlmen cuando construyen granjas de cuento para las visitas escolares. Nada que ver con la triste y cruda realidad.
Y cuando el hombre quiere hacer lo que vio hacer a sus generaciones viejas dejando a los animales en libertad, las autoridades, rodeadas de los más bobalicones del lugar, dejan crecer las manadas de lobos desmesuradamente o no dimensionan debidamente las buitreras para que se vayan con la música a otra parte y así llenar los montes de monocultivos tales como el eucaliptus o el pino insignis (pinus radiata), pero no protesta nadie debido a que una pandilla de golfos bien remunerados, tal y como se ha demostrado debidamente, no dejan en paz a quienes dicen “esta boca es mía” refiriéndose a los buitres o a los lobos.
Sinvergonzones e ignorantes que conocen una parte del elefante pero no su totalidad. Pícaros malsanos que, no contentos con tamaña desfachatez, hasta escriben libros los unos y estudios los otros sin que un árbitro cultural les diga la verdad de lo que ignoran.
Yo he visto reírse de ellos y de nosotros a “cráneos privilegiados” que tenían que velar por que nuestros universitarios tuvieran un conocimiento armónico y extenso que no les convirtiera en especialistas de esos que saben mucho sobre poco para terminar sabiéndolo todo sobre nada.
Texto y fotos: Miguel Ángel Romero Ruíz
Leí este artículo a ver si en el punto de vista de los cazadores había algo interesante sobre el tema. Pero la única mención que hace en todo el prolongado artículo hacia la etología científica se despacha con “pazguato” dedicado a Konrad Lorenz. En fin. Tiempo perdido.
Qué largo y rimbombante artículo para al final no decir apenas nada, e incluso añadir las dos o tres afirmaciones imaginarias de rigor.
Muy interesante el artículo. Al parecer, Walt Disney provocó que los urbanitas no supieran de donde vienen los huevos o la carne. Eso sí, siempre que hay un vegetariano/vegano, osease, una persona que SABE de donde vienen y lo denuncia, se le pone a parir.
Luego se queja usted de que a los animales se les insemina artificialmente. Igual la culpa es de la industria cárnica/láctea, y no de la gente con mascota, llámeme loco. Pero en fin, una vez más los animalistas son el diablo. “Heads I win, tails you lose”.
Al tufillo a rancio que desprende este artículo no le falta la guarnición de palabrerío del Siglo de Oro, que si malandrines, que si pazguatos, que si pícaros malsanos… Cuánto daño ha hecho Pérez Reverte. La caza está muriendo y con ella, vosotros. Agur.