La conservación y la política: conserva, que algo queda

Si nos ponemos a conservar la biodiversidad, estoy seguro de que se pueden alcanzar consensos en la mayoría de los conflictos. Pero esto va más allá. Se trata de atraer a una masa de votantes que quieren titulares en Facebook o un tuit compartido miles de veces. Quieren tener la razón y pasar por encima del contrario, aunque la conservación quede en un segundo plano. Hay un trasfondo animalista que no tiene nada que ver con la conservación de especies, sino con creencias políticas.

Fui a escuchar al ministro Planas a una conferencia sobre la agricultura y la alimentación en España. Es, sin duda, un tipo culto, formado e inteligente. Nos habló de muchas cosas, especialmente de cómo quiere que el mundo rural esté conectado a Internet lo antes posible, pero no dijo nada que no hubiésemos podido leer o escuchar en los medios anteriormente.

En el turno de preguntas, todas facilonas y sin mala uva, me dieron la palabra: «Ministro, tenemos por primera vez en España un Ministerio de Medio Ambiente, ahora Miteco, dirigido por una mujer que claramente se declara anticaza, antitauromaquia, anticría de animales como mascotas, anti muchas de las cosas de las que se nutre la España vaciada de la que tanto nos ha hablado en su disertación. ¿Quizá tenemos al lobo dentro del tenao?».

El autor del artículo con el ministro Luis Planas.

Respondió como un político: «No sé si es una pregunta para el día de hoy, pero he de decirle que tengo una magnífica relación con Teresa Ribera, y que a ambos nos une algo en lo que todos estaremos de acuerdo: la preservación de la biodiversidad».

Bueno. Así había podido quedar la cosa, sin chicha ni limoná, pero cuando nos presentó Paloma Segrelles, presidenta adjunta del Club Siglo XXI justo al finalizar el acto, me llevó rápidamente a su terreno y con una astucia zorruna me dijo lo siguiente (y me ganó): «Fernando, siento haberte respondido con una banalidad de político de toda la vida, pero es que este tema da para muchísimas horas de conversación, no se puede resumir en un par de frases. Incluido lo del lobo, que sé por dónde tirabas. Si te parece, en otro momento charlamos sobre el tema».

Por eso es ministro. Pero acompañándole estaban, además de Marlaska y un séquito de decenas de policías, varios cargos importantes de su Ministerio. La conversación que tuvimos después, relajada y amena, sí dio mucho más juego.

Uno de ellos me reconoció que de poco sirve poner banda ancha en todos los “pueblines” si luego no hay una actividad con la que poder mantener el mundo rural. Y, aunque no lo puedan decir, hay tirantez con el Miteco, porque muchos de los planteamientos que hacen estos son radicalmente opuestos a una política de conservación realista y eficaz.

Claro que todos estamos de acuerdo en preservar la biodiversidad, comenté. Faltaría más. No creo que haya casi ninguna persona en el panorama político español que abogue porque desaparezca una especie animal o un biotopo único. El problema es el cómo. Se puede enfocar la conservación del lobo ibérico como una especie cinegética o como una especie totalmente protegida. Y ambos enfoques conservan a la especie. Pero son antagónicas. Es todo política.

Otro me decía: «No tenemos que entrar en politiqueos. Hagamos caso a los científicos».

Vaya por dios. Los científicos. Pues los científicos son como todos los seres humanos, de derechas, de centro o de izquierdas. O de más pallá. Y, salvo los matemáticos (y quizá ni siquiera ellos), muchas de las cosas que dictan tienen un determinado barniz ideológico. Un científico puede escribir que la conservación del lobo tiene que basarse en la protección integral y otro exactamente lo contrario. Y ambos han expuesto una opinión científica. Y ambas perfectamente válidas. Si no, que nos lo digan a los demás mortales, que hemos visto como un doctor en Harvard decía que las mascarillas del Covid no servían para nada, y otro de UCLA afirmaba que sin ellas nos íbamos a morir todos, todos, todos.

Con otro conversé sobre la prohibición de sacrificar los pollitos machos de gallina. En Alemania van a prohibir a partir de 2022 que se maten los millones de machitos que cada año produce la industria avícola germana. Antes se tiraban a la basura, pero algún listo pensó que se podían utilizar para alimentar a animales carnívoros en zoológicos y criaderos, y creó una industria boyante. Como la muerte del pollito, dicen, se produce en “unos angustiosos segundos”, han decidido que hay un claro maltrato animal. Habrá que sexarlos antes de que nazcan con costosísimas maquinas. Si quieres los puedes criar y matarlos para comértelos, pero no sacrificarlos recién nacidos. Parece una broma, pero no lo es. El fin último de todo esto: ponérselo difícil a los zoológicos, que están en el punto de mira de los que no saben nada. El señor me comentó: «Esto lo ha comenzado Alemania, y la siguiente va a ser Francia. España siempre va a la cola en estas cosas. Tenemos que ir siempre a la cabeza en temas de conservación”.

Menos mal que estábamos tomando un vino y en un ambiente cordial, porque le contesté: «Perdone que se lo diga, y no se lo tome a mal, pero tiene usted una empanada mental del carallo. ¿Qué tienen que ver los machitos de pollo con la conservación y la biodiversidad?».

No salí muy animado de allí. Me dio la impresión de que la “transición ecológica” tiene un cariz ideológico brutal. Todos queremos un aire limpio o que se conserven eficazmente los espacios protegidos. Por supuesto. Pero hay muchas formas de hacerlo. ¿Alguien duda de que la caza bien regulada es un elemento de conservación realmente valioso? Si lo dice hasta la UICN. ¿Alguien duda de que las dehesas donde pastan los toros bravos son un hábitat idóneo para nuestras especies más emblemáticas, como el águila imperial o el lince ibérico? Y lo dice uno al que no le gustan nada las corridas, las de toros, digo. ¿Alguien piensa que los criaderos de caballos o de perros o de halcones suponen un riesgo para la biodiversidad y no son un aliado de la misma?

Llegan momentos duros. Si nos ponemos a conservar la biodiversidad, estoy seguro de que se pueden alcanzar consensos en la mayoría de los conflictos. Pero esto va más allá. Se trata de atraer a una masa de votantes que quieren titulares en Facebook o un tuit compartido miles de veces. Quieren tener la razón y pasar por encima del contrario, aunque la conservación quede en un segundo plano. Hay un trasfondo animalista que no tiene nada que ver con la conservación de especies, sino con creencias políticas. Gente que jamás comprenderán que la muerte, en el mundo animal, es una parte de la vida. Así ha sido y así será por siempre. O eso creía.

Fernando Feás Costilla

Abogado medioambiental

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