La gente del campo español vive, en estos momentos, bajo el yugo de una serie de iniciativas legislativas abanderadas por esos nuevos ministerios, que se autodenominan de Transición Ecológica, así como el de Asuntos Sociales y Agenda 2030. El primero parece empeñado en frenar el desarrollo a base de obstáculos. En el caso del otro, la primera parte de su denominación es tan amplia que cabe todo y sirve para nada, pero la segunda, al citar directamente a la Agenda 2030, está permitiendo, además, que se demonice un plan estratégico internacional al vincularlo con nefastas propuestas legales contra el mundo rural.
Tuve la ocasión de analizar este texto con motivo de mi proyecto de investigación en los cursos de doctorado de la Universidad de Sevilla, bajo el título Hacia el desarrollo sostenible: treinta años de evolución desde el Informe Bundtland (posteriormente publicado por la Editorial Universidad de Sevilla). Pues bien, el objetivo de este artículo es, básicamente, desmontar ese bulo y, de paso, dar a conocer, brevemente, cuáles son los verdaderos propósitos de esta declaración internacional, así como de los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible diseñados para aplicarla en diversos ámbitos.
Partimos de la Declaración de la Asamblea de Naciones Unidas, conocida como “El Futuro que queremos”, tras la Cumbre de Río+20 celebrada en 2012, un texto que pivota claramente en el tradicional principio antropocéntrico (el hombre es el centro de todas las políticas). En su párrafo 111 ya se hace una apuesta decidida por la agricultura y ganadería sostenible, considerando los animales como un recurso que garantiza la seguridad alimentaria, siendo este último uno de los objetivos prioritarios en la lucha contra el hambre, pilar básico del desarrollo sostenible.
El nuevo modelo tras Río+20 es la “Economía Verde”, definida en los párrafos 56 y ss. del texto como «la actividad económica respetuosa con los principios tradicionales que forman la política internacional, en la búsqueda del desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza». Es decir, en esta declaración se promueve el desarrollo económico equilibrado y los animales son un recurso al servicio del hombre para erradicar el hambre y la pobreza.
La conocida como Agenda 2030 fue aprobada en 2015 con el fin de aplicar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con tres características comunes básicas: ser concisos, orientados a la acción y fáciles de comunicar. Por su orden, en la misma línea de la Declaración de Río+20 plantean muy claro cuáles son las prioridades de la comunidad internacional: primero, el fin de la pobreza; segundo, erradicar el hambre, y tercero, salud y bienestar (humanos). Así hasta los 17, sin incluir en ninguno de ellos prescindir de los animales como medio de alimentación o reconocerles derechos.
Del contenido de las anteriores líneas podemos concluir que el verdadero fin de la Agenda 2030 es ponernos en camino hacia el desarrollo sostenible, luchando contra los verdaderos problemas de la Humanidad. Nada parecido al veganismo que se nos pretende imponer o al reconocimiento de derechos de los animales, que no aparece entre las 169 metas del texto. Habremos cumplido el objetivo de este artículo si dejamos claro el mensaje: recordad, la Agenda 2030 es pro, no anti, y el que pretenda justificar lo contrario en su nombre miente.
Alfonso Aguado Puig
Presidente de la AER y doctor en Derecho