Cuando en agosto de 1998 volaron la embajada de Estados Unidos en Tanzania, en Dar es Salaam, nos pilló en plena temporada de caza y además con un montón de cazadores en ese destino. Yo respondía optimista a los familiares que me llamaban, naturalmente angustiados, que no se podía volar de nuevo la embajada de Dar.
Esta verdad de Perogrullo no se puede afirmar con rotundidad en cuanto a los destinos que los malos eligen en el mundo para realizar sus sangrientas fechorías, pero, por su propia política de terror, parece ser que prefieren dar golpes en diferentes lugares que centrarse en uno solo. Nueva York, Madrid, Londres, París, Bruselas, Túnez, Estambul, etcétera, han sido escenarios de atrocidades contra la población civil inocente.
Pero me cuesta mucho creer que se repitan en las mismas ciudades; yo por mi parte no tengo inconveniente alguno en volar a Nueva York, Madrid, Londres, París, Bruselas, Túnez, Estambul. Pero también soy consciente de que en cualquier lugar del mundo me puedo llevar la sorpresa de encontrarme con un susto mortal por parte de los malos, que pretendan incrementar a mi costa sus nauseabundos mundos del terror.
Es una pena que mi morral acumule miedos, cuando lo que debería contener es la alegría de poder ir de caza por el mundo con el ánimo despierto y alegre. Cuando decidimos no enviar cazadores a Zimbabwe a principios de este siglo XXI era porque, según nuestro conocimiento, no reunía esta nación africana el estándar de seguridad que exigimos en todos nuestros destinos. Teníamos razón, aunque fuimos el único consultor de caza en el mundo que lo hicimos.
En ese momento teníamos diecisiete proveedores de caza en este país, y sentimos mucho dejar a tantos amigos sin nuestro negocio. Cuando en Zimbabwe se han dado de nuevo unas circunstancias objetivas normales, y sin riesgo, para el ejercicio de la caza hemos vuelto a promocionarlo sin ningún tipo de problema. También quitamos recientemente de nuestro catálogo a la República Centroafricana, CAR, porque no era un destino que tuviera ese requisito de seguridad que debe imperar en todos nuestros programas.
Lo anterior son problemas específicos de países concretos, no una amenaza global como la que ofrece el extremismo integrista islámico en todo el mundo. Lo de ahora es desconocer que no se sepa ni cuándo ni dónde puede afectar a cualquier viajero, y curiosamente no está más amenazado el destino más remoto, sino acaso el más próximo, el más doméstico, de nuestro mundo occidental. Pero ahora es lo que toca. Volveré al Bósforo, a Estambul a la ciudad de Constantino el Grande, pero atrás dejo a mi gente con la intranquilidad del viaje.
José García Escorial