Seguramente, por ser el último día de caza, no he pegado ojo en toda la noche. Eso y porque también ando algo nervioso por circunstancias personales. Nada más salir de casa, en la carretera de La Font he esquivado una liebre que se me ha cruzado delante del coche. Por suerte he podido frenar a tiempo.
La niebla me ha acompañado durante todo el viaje hasta pasado Barrax. Antes de llegar a Munera se ha despejado y ha salido el sol. Un alivio porque tantos kilómetros con niebla cansan mucho a la hora de conducir.
En la recta de Barrax donde hay un tramo de radar controlado, siempre que paso fijo la velocidad a 90 kilómetros para no sobrepasarla. Hay una cámara al principio y otra al final que calculan el tiempo medio de recorrido y si te excedes de velocidad, te mandan la receta.
En el CD suena el bolero Amanecí en tus brazos, cantado por Chavela Vargas. A las 9:30 en punto he llegado a El Bonillo. El termómetro marca 2,5 grados. En la puerta, puntual como siempre, me espera Elías que nuevamente ha sido el encargado de acompañarme durante la jornada de caza.
Hemos vuelto a cazar en “Los Toscares”. Nada más comenzar la mano he abatido la primera perdiz. Tiro mejor a tenazón que cuando apunto a la pieza. Cuando quiero asegurar, fallo. No soy buen apuntador.
He estado lento y falto de reflejos, seguramente por no haber dormido. En más de una perdiz que he errado me he dado cuenta que los tiros los he hecho traseros. Hay que correr bien la mano para poder abatirlas y no quedarte atrás. Pero normalmente la pieza nos gana y los tiros se quedan detrás. La mayoría de las veces es así.
Cuando hemos llegado al campo aún podía apreciarse la escarcha que blanqueaba el paisaje tras una noche gélida.
También por aquí sigue sin llover. Es un mal generalizado en toda España, donde llevamos meses sin que caiga una gota. Afortunadamente, un pequeño arroyo que discurre por la finca todavía lleva algo de agua, lo que le ha venido muy bien a Syrah para que pudiera refrescarse porque a pesar de ser febrero ha hecho bastante calor. A mitad mañana ya sobraba casi toda la ropa.
Syrah está muy picada con las perdices. Ventea muy bien y es una perra potente y eso hace que muchas veces te saque las perdices fuera de tiro. El labrador es un perro muy tranquilo, que caza a la mano, pero Syrah no cumple con este estereotipo.
En la segunda vuelta he estado aún más fallón que en la primera, errando perdices incomprensibles. He tenido ocasión de hacer un doblete, pero he errado los dos tiros. Han volado de detrás de una carrasca en direcciones opuestas.
Al final he tirado poco más de una caja para colgarme diez perdices.
Syrah ha estado muy rápida cobrando una perdiz alicortada que ya estaba entrando a un agujero, pero ha conseguido meter el hocico y sacarla. Solo por este lance ya ha valido la pena el viaje. También ha sacado una perdiz emboscada dentro de unas jaras que de no haber sido por la perra no hubiera volado.
El tiempo estaba muy calmado, con muy poco viento. Había que echarle piernas para poder tirarles.
Hoy solo se podía tirar a la perdiz. El conejo se cerró el día 8 con la veda general. Kico cierra también hoy para la perdiz en mano.
He terminado realmente cansado. Hemos caminado por campos de labor que son auténticos destroza piernas porque están recién labrados y caminar por ellos cuando llevas un par de horas detrás de las perdices requiere estar en una buena forma física que no es mi caso.
Concluye una temporada cinegética que ha sido muy satisfactoria en lo personal, con muy buenos lances, con una buena cantidad de perdices cobradas, con mi perrita Syrah, que cada vez lo hace mejor, y con la amistad de un buen compañero de fatigas que ha hecho posible que esto haya sido así, como ha sido Elías.
Para reponer fuerzas he parado a comer en “El Rincón de Pedro”, donde he degustado un delicioso arroz con bogavante que Isabel borda a la perfección. Aparte de comer muy bien, el trato siempre es exquisito.
Patricio Simó