El lobo ibérico se va a convertir, gracias a los animalistas, vividores y Administraciones acomplejadas, en una especie en peligro de expansión.
Subrayo ‘peligro’. Después de más de medio siglo de persecución y acoso, arrinconado en los últimos páramos de parte de nuestra geografía, sin llegar nunca al abismo de la extinción, le siguieron décadas de gestión de la especie que culminaron en 2014 con el «censo nacional del lobo ibérico», coordinado por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.
En dicho informe se determinó la existencia de 297 manadas, distribuidas básicamente entre:
– Castilla y León 179
– Galicia 84
– Asturias 37
– Cantabria 12
Si multiplicamos el número de ejemplares por manada, por el total de las mismas, estaríamos, en dicho año, en una cifra de entre dos mil y tres mil lobos. Aunque la operación no resulta tan obvia, me inclino más hacia el segundo dígito.
Algunos investigadores de la especie limitan entre 4 y 10 los ejemplares que componen una manada de lobo ibérico. Según el experto Mario Sáenz de Buruaga, uno de los máximos exponentes en el estudio del cánido, el guarismo de individuos por manada viene determinado por el territorio y la cantidad de alimento disponible, pudiendo llegar a superar los 10 ejemplares, como de hecho ocurre en nuestros días.
No son pocos los cazadores, amantes de la naturaleza y la fotografía, quienes muestran orgullosos instantáneas de una sola manada formada por 14/16 lobos, lo que confirmaría mi inclinación numérica antedicha.
2017 fue un año controvertido en cuanto al debate sobre el patrio espécimen de nuestra biodiversidad carnívora. Bobos y lobos.
No obstante, queda espacio para la esperanza. Los cazadores hemos sido protagonistas de ese crecimiento exponencial de la especie. Como también del oso y del lince.
Por indiscutible, no me entretendré más en ello. Hoy, en 2018, algunos peritos cifran ya la cantidad de lobos, entre manadas y ejemplares solitarios, en más de cuatro mil. Portugal prohibió su caza, España no (al norte del Duero). En Portugal decrece el guarismo, en España aumenta.
En efecto, si como he dicho antes, el lobo es una especie en peligro de expansión, no lo es menos el peligro de expansión de los animalistas. Lobos y bobos.
En España, durante los últimos años, aumentan las poblaciones de lobos, pero en progresión geométrica las de los bobos, en cualesquiera ámbitos, siendo especialmente digno de investigación la que se viene produciendo dentro del marco animalista.
Precisamente, es este último riesgo el que supone la mayor amenaza para nuestro cánido. La caza como elemento de gestión ha demostrado ser el arma más eficaz para un control sostenible.
Las poblaciones han aumentado más de un 20 % en los últimos cinco años, según las estimaciones más conservadoras.
Huyendo arriesgadamente de la antedicha gestión, que tan buenos resultados ha proporcionado, hasta poner en peligro el mantenimiento sostenible de un correcto número de cánidos por hectárea, el porcentaje de lobos aumenta cada año por la presión sobre las Administraciones que deciden sobre los primeros. Lobos y bobos.
Siendo que la caza del lobo continúa en los niveles de antaño, cuando era necesaria una gestión en sentido creciente. Hoy en día es un hecho incontrovertible que los precintos son insuficientes para el número de ejemplares que manejamos.
La biodiversidad en trance por culpa de los bobos. Que la capacidad del territorio, en algunos páramos, no da más de sí, es una evidencia.
Además, bajo ningún concepto se deben hacer sueltas de lobos, con nocturnidad y alevosía, como se pretende hacer en Madrid y Andalucía, por ejemplo, en áreas donde no estaba presente, con la peregrina y boba idea de emprender la depredación del excedente de cabra montés, caso de Madrid.
Los lobos tienen la manía de inclinar sus apetitos predadores hacia la fácil y sabrosa carne del manso ganado, antes que subirse a un risco para degustar la complicada y dura de un macho montés. No es tan bobo.
Eventualmente, habrán observado ustedes cómo me he mantenido alejado, en el presente artículo, de los sempiternos e incontestables daños a la ganadería, que es lo único que se consigue con la sobreprotección del lobo: odio y daños a la ganadería, insisto.
Fotos de lobos ahorcados. Imágenes que, con una correcta gestión, adaptada a la realidad de las poblaciones, desaparecerían. La lucha de los bobos puede finalizar con la desaparición de los lobos.
El aumento de los bobos, consecuentemente, deviene en la disminución de los lobos.
Lobos y bobos, me quedo con los primeros.
Manuel María Baqueano