Desde que tengo prácticamente uso de razón practico la caza, todo tipo de modalidades que engloban la mayor y la menor. Desde hace unos años decidí compartir mis aventuras a través de mis redes sociales, siempre desde el respeto e intentado enseñar que la caza es muy necesaria.
Al comenzar esta pequeña andadura, algunos de mis compañeros comentaban que habían sufrido acoso animalista a través de redes sociales, algo que no quería terminar de creer, ya que la caza es algo legal, permitido y cada uno con sus redes sociales es libre de hacer lo que quiera.
Nunca imaginé que viviría en mis propias carnes acoso animalista. Hace tres año empezó mi odisea.
Un día cualquiera, me levanté y mi teléfono echaba fuego. Miles de mensajes privados, comentarios, incluso algunas de mis imágenes se habían compartido en grupos de animalistas.
«Asesina, ojalá te mueras, eres una aberración, ojalá el tiro te lo den a ti…», eran las palabras más flojitas que me dedicaban cientos de personas.
Y yo me preguntaba: ¿por qué? Si no practico nada ilegal, tengo todos mis papeles, respeto todos los vedados… no daba crédito de lo que me estaba pasando.
Mi reacción fue no entrar en ese juego, ya que es darlos más protagonismo y es lo que buscan. Denuncié varias páginas animalistas donde habían colgado mis imágenes, ya que en algunas no solo aparecía yo, sino gente de mi entorno. Privaticé mis cuentas e, incluso, puse varias denuncias en el cuartel de la Guardia Civil. Después, intenté llevarlo lo mejor posible.
A día de hoy, sinceramente, yo no doy importancia a ese acoso, ya que, de vez en cuando, lo sigo sufriendo. No tengo miedo. Voy a seguir practicando lo que más me gusta que es la caza. Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.
Pero la peor parte, los que peor lo llevan son mis familiares, sobre todo mis padres que no pueden evitar preocuparse por mí, pues hasta he llegado a sufrir amenazas de muerte. Temen que en alguna de mis jornadas o, incluso, en mí día a día, me pueda ocurrir algo. Mi sufrimiento realmente es por ellos, que vivan con ese miedo.
Lo más triste de todo esto es que suelen ser personas que arreglan el mundo desde una pantalla, que no saben lo que realmente es la naturaleza ni los cuidados que necesita. Que para ellos tener un animal significa darle comida, agua y vestirle de carnaval. Que hablan desde la más pura ignorancia.
Todos tenemos que unirnos y luchar contra ellos. No podemos callarnos y no hacer nada, sino nunca acabaremos con esto. Por eso, desde mi vivencia, animo a todo el que lo sufra a que no se calle, que no tenga miedo, que denuncie y tome todas las medidas legales oportunas para acabar con esto.
Y a ellos, a todos esos que me han acosado, les dejo esta cita para que reflexionen: «La libertad de uno termina donde empieza la del otro».
Marta López | @martalopezhunt