No hay nada mejor que compartir jornadas venatorias con personas cercanas, que entienden esta afición y comparten las emociones de vivir lances, la tensión de los sorteos, la incertidumbre al oír cómo se aproxima un animal rompiendo el monte, la adrenalina en el momento del disparo, la impaciencia de querer ir a ver la res abatida sin que haya concluido la montería, nuestra crispación cuando cometemos fallos o no hemos visto ni una hormiga en el puesto… Los compañeros de batalla son aquellos que nos respaldan a la hora de madrugar y que nos ayudan a combatir el sueño y el cansancio en la carretera, animándonos en los momentos bajos y alegrándose de nuestros éxitos como si fuesen suyos. Los que siempre tienen una mirada de complicidad y nos calman cuando el desasosiego y la frustración se adueñan de nosotros. Quienes soportan nuestros enfados y disfrutan con nuestras alegrías. Por eso, hay que tener en cuenta sus esfuerzos por estar a nuestro lado y valorar su compañía, en la que se impone el silencio mientras combatimos el frío, la lluvia, el aburrimiento, el hambre e incluso el sueño.
Esta introducción y el resumen de las crónicas de octubre, noviembre y diciembre va dedicada a todos ellos: a nuestros hijos y familiares, a los que anexamos al puesto para enseñarles el respeto, las normas y las tradiciones de la caza; a nuestras parejas no cazadoras, que se contentan con pasar un día junto a nosotros sin pedir nada a cambio; a los amigos que secundan nuestra pasión cinegética deseando recibir un fuerte abrazo y brindar con nosotros por los éxitos de la jornada. A todos y cada uno de ellos, GRACIAS.
Laura Maeso
Foto: Monteros del Hito Cantillana Riberos