La Albufera Valenciana, un espacio cinegético sin igual

Antaño cazadero real, la Albufera de Valencia sigue siendo hoy un espacio de gran interés ecológico en el que la caza está presente, aunque muy regulada. El autor escribe sobre su historia y explica cómo se organiza la caza en “vedats i cabiles”

El litoral valenciano desde tiempo inmemorial ha sido lugar de tránsito de diversos pueblos mediterráneos, por lo que no es de extrañar que, ya desde las antiguas civilizaciones, exista constancia de documentos que atestigüen la idiosincrasia de un espacio idílico como l’Albufera de València, que por otra parte, y teniendo en cuenta su estado actual, no podemos dejar de considerar el sometimiento de la acción humana, y la huella tan negativa que sigue mermando sus peculiaridades hasta el momento actual.

Ya los romanos, definen a nuestra Albufera como Nacarum Stagnum (1), y al margen de su belleza paisajística, igualmente queda constancia de poéticas referencias literarias, así como de otros documentos que ponen en relevancia, a lo largo de estos dos mil años que nos separan, otros aspectos más mundanos. Nos referimos, claro está, a uso, costumbres y otros aspectos vivenciales, que permiten relacionar este ecosistema natural con su entorno y la relación de dependencia existente con sus habitantes más próximos.

(1) L’Albufera de València era denominada metafóricamente por los romanos como Nacarum Stagnum. Los árabes la definían como Espejo del Sol, (Albufera, del árabe al-buhayra, “el pequeño mar”).

PARAÍSO DE CAZA

Nos encontramos ante un entorno rico y muy peculiar en cuanto a flora y fauna se refiere, un paraje de gran interés ecológico en el que hibernan especies únicas de aves acuáticas: ánade real o collverd (2), fochas, pollas de agua, pato colorado o sivert, pato cuchara o bragat, ánade silbón o piulo, ánade rabudo ocua de junc, garcilla boyera, garza real, garceta común, aguilucho lagunero o esparver, zampullín chico o “cabussó”, flamencos, cormorán o corba, tarro blanco o tadorna, cerceta o xarxet, etc., las cuales conforman, desde tiempo inmemorial, un rico elenco con el que colmar al cazador de acuáticas más exigente.

(2) De todas las aves acuáticas que conviven en l’Albufera el “collverd” es en estos momentos la especie más apreciada por los cazadores, a la vez que numerosa, tanto en población como en piezas abatidas en las tiradas de València.

En la Albufera conviven numerosas especies protegidas con las cinegéticas. Su valor ecológico es incalculable.

CAZADERO REAL Y ESTATAL

La titularidad del lago a lo largo de la historia siempre ha estado ligada a las monarquías, tanto árabes como cristianas, de los diferentes reinos que han ocupado el territorio valenciano. Así pues, podemos aseverar la estrecha relación de éstos con el uso y disfrute del contexto Devesa-Albufera, en otras palabras, estaríamos  ante el coto privado de la realeza, y de manera furtiva del pueblo.

No obstante, de entre los diversos reinados por los que ha atravesado la propiedad de este emblemático lugar, cabe mencionar a Jaime I y Carlos III como monarcas artífices reguladores de privilegios y ordenanzas con las que proteger y regular la caza en el lago. En 1865 la titularidad pasa a manos estatales, y es a partir de este momento, cuando se regulariza mediante subastas las tiradas de aves acuáticas en el lago.

Definitivamente el día 3 de junio de 1927 y bajo el reinado de Alfonso XIII, el Ayuntamiento de Valencia adquiere la propiedad del conjunto Devesa-Albufera, titularidad que ostenta hasta nuestros días. Pero es en la década de los sesenta, cuando el consistorio valenciano con un fin proteccionista para con las aves acuáticas, acorde a los nuevos tiempos, comienza a restringir las tiradas en el lago, permitiendo de momento, únicamente las de San Martín y Santa Catalina, a modo de crónica de restricciones anunciadas que le sucederían en la década de 1980, que afectarían a la Mata (3) del Fang (4), la Mata de Sant Roc, La Manseguerota (5) etc, hasta que en el año 1987 se prohíbe definitivamente la práctica de la caza en todo el lago.

(3) Los islotes que pueblan l’Albufera reciben la denominación de mata, los cuales están formados por la acumulación de vegetación palustre y que sirven de refugio y cría para las aves.

(4) La Mata del Fang es el principal islote de l’Albufera.

(5) La Manseguerota es una de los más importantes islotes de l’Albufera.

DE GRAN INTERÉS ECOLÓGICO

Arrozal. En la zona arrocera perimetral del lago es donde únicamente se permite la caza de determinadas aves acuáticas. Afecta a varios términos municipales y a la ciudad de Valencia

L’Albufera de València, junto con el parque natural que lleva su nombre, abarca una superficie aproximada de 20.000 ha. La mayor parte de la superficie del parque se extiende por las plantaciones de arroz y por el propio lago.

De sobra es conocida, cómo uno de los humedales más importantes de la península ibérica, y por extensión y llevándolo a terrenos de la prosopopeya, podríamos asegurar que sus inquilinos, nos referimos cómo no, a las aves acuáticas, habitan en estos lares desde mucho antes que el homo sapiens quedara erguido sobre el plano horizontal.

Una vez apuntados ciertos aspectos de la coyuntura y el devenir de este emblemático lugar, así como de las ordenanzas y restricciones a que se ha sometido lo que entendemos por el lago de l’Albufera, cabe hacer hincapié en lo que determinamos estrictamente lago, los lindes con los arrozales y su consideración también como zonas húmedas.

Esta circunspección es importante hacerla, dado que la prohibición estricta de lo concerniente al lago, se convierte en permisiva y regulable por las ordenanzas específicas pertinentes, la cuales sí permiten la caza de determinadas aves acuáticas en la zona arrocera perimetral del lago, y cuyos términos municipales se distribuyen entre diferente pueblos que se suman al de la ciudad de Valencia para así completar el extrarradio del lago.

50.000 € POR “VEDATS”

Los vedats de Sueca, Silla, Cullera o Sollana son los ejemplos representativos más notables de este noble arte de la caza de las acuáticas. El período legislado que permite la actuación de los “vedats”, se limita a ocho tiradas en sábado, fijadas entre los meses de noviembre y principios de enero, a partir de cuya subasta, sólo dispondrán sus adjudicatarios de tres días para preparar los puestos.

Esto significa, realizar las instalaciones de los “bocois” (6) donde guarecerse y camuflarse los cazadores durante las tiradas. Transcurrido este tiempo, nadie podrá acceder a los arrozales hasta el comienzo de las tiradas, salvo los vigilantes o los encargados de cebar a las aves. Las pujas pueden alcanzar en ocasiones hasta 50.000€.

(6) Bocoi: Tonel.

TIRADAS DE LOS “VEDATS” I CABILES”

Siguiendo un orden cronológico, cabe mencionar el origen de las tiradas periféricas en las primeras décadas del siglo XIX, así como también son de las mismas fechas el surgimiento de los vedats (7) como aprovechamiento cinegético generador de recursos económicos para órdenes benéficas de los distintos municipios.

Es precisamente esta nueva organización de los recursos de la caza en el humedal valenciano, donde se cimentan las tiradas de los vedats y cabiles (8) tal y como los conocemos hoy.

Una vez transcurridas las tiradas de los vedats , tiene el comienzo de las cabiles, que no es más que una compensación de los municipios pertinentes de todos los pueblos ribereños de l’Albufera a los propietarios de los arrozales y socios de las sociedades de cazadores, que por su modesta economía no pueden permitirse el lujo de pujar en las subastas de los vedats.

Es precisamente con el desarrollo de les cabiles, que se limitan a cinco días consecutivos de caza diurna, a diferencia de los vedats que pueden hacerlo durante las 24 horas seguidas, donde el concepto de la caza adquiere el verdadero sentido transcendental que nos hace inmiscuirnos en la noche de los tiempos.

Cazar en las cabiles significa hacerlo entre amigos.

No hemos de olvidar que el hombre antes de ser sedentario, y estar todo el día sentado en su oficina, establece sus primeras actividades grupales como recolector y cazador, de cuya actividad depende su vida y la de su tribu, como atestiguan las innumerables muestras de arte rupestre del levante español.

Este tipo de prácticas grupales, que permanecen vigentes miles de años desde los albores del Paleolítico, es posible hayan marcado el inconsciente humano para seguir realizando la práctica de la caza, no como un simple deporte, sino, más bien como una actividad intuitiva y crucial de la lucha por la supervivencia.

No obstante, realizadas estas consideraciones, y desde un posicionamiento del siglo XXI, donde el individuo vive de espaldas a la naturaleza, la caza puede parecer un anacronismo visto desde la contemporaneidad.

Simplemente añadir al respecto, que la caza es una actividad primigenia consustancial al ser humano, que como en las cabiles, permite aglutinar a la tribu de amigos alrededor del fuego, donde festejar los escasos trofeos obtenidos, pero que servirán de manjar exquisito a todo un festival gastronómico que se alargará, durante aproximadamente una semana, cada mes de enero.

Las cabiles, son ante todo un pretexto de caza de las aves acuáticas, pero también son, un estimulo de reunión, de convivencia, de gastronomía, de amistad, de vuelta a los orígenes primigenios, tribulaciones ocultas con las que saciar el inconsciente del merecido descanso del guerrero. Y así, de esta manera las cabiles vienen repitiéndose durante varios siglos, tal y como las conocemos hoy, entre diálogos de lengua vernácula, con palabras repletas de significado e intenciones, que no hacen sino reforzar la búsqueda del equilibrio con la naturaleza de la que somos deudores.

(7) “Vedat”: terreno acotado.

(8) “Cabiles”: tribu, grupo de personas.

Albufera-valenciana-anade-real

El ánade real es la pieza más popular difícil de abatir.

GOYA CAZÓ EN LA ALBUFERA

Muchas son las referencias científicas artísticas o literarias que se entablan a partir del paisaje y entorno de l’Albufera, pero escogeremos estas palabras de Goya, el insigne pintor aragonés, con las que define su estancia en L’albufera el verano de 1790, exquisitas pinceladas escritas y alusiones a la caza que se suman a las sensaciones y costumbres de este espacio tan singular:

“No te imaginas, queridito Martín, cómo la niebla difumina aquí el horizonte, juntando el cielo y el agua y agrandando el lago como en los tiempos en que bañaba la ciudad, según dicen… Vivo aquí en una barraca con techo de caña y culata, que así llaman a la parte de atrás, que es redonda. Ya me puedes envidiar, que cazo todo el día. Si quiero conejo, tiro al monte de la Dehesa, que es muy poblado de pinos y espárragos. Si quiero aves acuáticas, pido una barca y tiro al lago… Algo de nombre he cobrado entre los tiradores de lugar, que nada saben de mis pinturas y más me consideran cazador de nacimiento… Luego de la caza viene el almuerzo. A la Pepa y a mí nos dan un guiso de rata con arroz y un plato de anguilas… También hay una gamba muy buena criada en el lago. Sería el paraíso si no fuera por los mosquitos, que a su vez nos comen”. (9).

(9) El 3 de agosto de 1790 Goya que está pasando unos días de recreo en l’Albufera, envía una carta a su amigo Zapater, también aficionado a la cinegética, contándole detalles relacionados con ésta: Águeda M., De Salas X., Cartas a Martín Zapater, Francisco de Goya, Ediciones Istmo, Madrid, 2003.

Jaume Chornet Roig

Facultad de Bellas Artes de Sant Carles. Universidad Politécnica de Valencia

Fotos: Vicente Chiner 

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