La fauna de los humedales

Es del todo cierto que la evolución del ser humano como especie ha ido in crescendo dejando atrás, muy atrás, la de sus otros compañeros de viaje en el planeta Tierra, de manera que un buen número de ellos lo están sintiendo en su propia supervivencia hasta llegar, incluso, a su desaparición como especie. Siendo el hombre consciente de esta tropelía está ahora intentando poner todos los medios necesarios para detenerla. Su percepción hacia los animales ha cambiado significativamente, entendiendo que tiene la obligación de protegerlos. En la mayor parte de nuestro mundo ya no tienen la consideración de sustento básico, por lo que muchos de ellos han dejado de ser perseguidos. Sin embargo, el hombre no ha olvidado sus antiguas costumbres y continúa practicando la caza con aquellos animales cuya supervivencia como especie esté asegurada. Pero hoy en día la mentalidad del ser humano ha experimentado, al igual que su evolución como especie, una evolución de su propia mentalidad. Continúa apreciando la actividad cinegética, pero antes hemos de definir el significado de humedal. Un humedal es una zona de tierra, por lo general llana, cuya superficie se inunda de manera permanente o intermitente. Así, considerando que el concepto fundamental no es el agua como tal, sino la «humedad», podríamos hablar de «ecosistema húmedo» interdependiente del agua, ya sea superficial o subterránea.

En el año 1971 se celebró en la ciudad iraní de Ramsar, a orillas del mar Caspio, la Convención sobre Humedales, conocida comúnmente como Convenio Ramsar, a instancias de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), con el objetivo de llegar a un acuerdo entre naciones para conservar y usar de manera racional los humedales. Tal Convención definió el concepto de estos como «las extensiones de marismas, pantanos y turberas, o superficies cubiertas de agua, sean estas de régimen natural o artificial, permanentes o temporales, estancadas o corrientes, dulces, salobres o saladas, incluidas las extensiones de agua marina cuya profundidad en marea baja no exceda de seis metros».

Tipos de sistemas

 

Siguiendo esta definición es posible identificar cinco tipos morfológicos de sistemas: los «marinos», aquellos no afectados por caudales fluviales (arrecifes de coral y litorales); los «ribereños», tierras inundables con frecuencia debido al desbordamiento de los ríos (bosques anegados, lagos de meandros, llanuras); los «estuarios», en los que el agua de los ríos que desembocan en el mar alcanza una salinidad media entre lo dulce y lo salado (deltas, marismas, bancos fangosos); los «lacustres», zonas cubiertas de agua permanente con baja circulación (lagos glaciales de volcanes y lagunas en general); y los «palustres», ecosistemas que contienen aguas casi permanentes (marismas, pantanos y ciénagas).

El uso racional de los humedales que propugna el Convenio se basa en el mantenimiento de sus características ecológicas mediante la implementación de enfoques por ecosistemas en el contexto del desarrollo sostenible. Hecho, a mi entender, de gran importancia, puesto que la explotación de los recursos naturales puede, e incluso tiene que ser aprovechada (la caza entraría en este contexto).

En la actualidad hay 164 Partes Contratantes entre las que se encuentra España, que lo ratificó en el año 1982. A lo largo y ancho del mundo están catalogados en la Lista Ramsar (Lista de Humedales de Importancia Internacional) aproximadamente 1900 enclaves (sitios Ramsar con una extensión de 1.900.000 km2), de los que 76 están ubicados en nuestro país.

Biodiversidad faunística

 

Dicho esto, pasemos a conocer la biodiversidad faunística que los humedales sustentan. Obviamente, de forma superficial, ya que la exposición exhaustiva de todos los animales que la componen sería una tarea ingente y, en cierta medida, sin sentido, ya que es posible acceder tanto a libros como a internet para tener cualquier tipo de información al respecto.

También es obvio que, en este contexto, para los cazadores y los amantes a la ornitología, las aves son las más sugestivas, seres que, con su belleza, sus cabriolas en el aire y sus cantos hacen que estos ecosistemas se conviertan en lugares animados y llenos de colorido. Son las aves acuáticas, en principio aquellas que viven en el agua. Es verdad, aunque con ciertos matices, ya que, desde el punto de vista «oficial» están definidas por el tan citado Convenio de Ramsar como las que «ecológicamente dependen de los humedales».

Es decir, en sentido amplio entiendo que no solo son los gansos, patos, cisnes, flamencos, somormujos, zampullines… acreedores de este apellido, sino que otros muchos más aparentemente alejados de este contexto, como lo pueden ser los carriceros, carricerines, bigotudos, escribanos palustres, agachadizas, aguiluchos laguneros… gozan de idéntico privilegio (aun cuando el mismo Convenio de Ramsar solo incluye en esas aves que ecológicamente dependen de los humedales a los Falconiformes y Accipitriformes).

Existe una organización fundada en 1996, llamada Wetland International, que promueve la conservación de estas aves, la cual tiene una concepción levemente distinta de la del Convenio de Ramsar en cuanto al número de especies a considerar. Por lo general, los censos que esta organización coordina tienen en cuenta solamente las especies que a priori son aptas para analizar la evolución de sus poblaciones invernantes debido a su fácil detectabilidad. Tenemos en este sentido una muestra excelente en la publicación de González García y Pérez de Aranda de 2011 Las aves acuáticas de España, que expone los resultados de los censos llevados a efecto entre 1980 y 2009: aproximadamente 1.700.000 ejemplares repartidos en una media de 920 humedales censados por año siendo el grupo más abundante el de las anátidas y fochas que representan cerca de la mitad de todas las aves acuáticas invernantes (46 %), siendo el ánade azulón la especie más común con una media de 205.506 ejemplares invernantes.

Mamíferos

 

En cuanto a los mamíferos el número de especies es notablemente más pequeño que el de las aves, variando, como es natural, con la clase de humedal, pues no es lo mismo una marisma que un embalse, un río o un arroyo, un delta o una laguna. Si nos referimos a los humedales de nuestro país los mamíferos que suelen habitar en ellos son la nutria, los visones (el europeo y el exótico americano), los murciélagos pequeños de herradura, ratoneros ribereño y patudo, el exótico coipú o nutria argentina, el turón, los musgaños patiblancos y de Cabrera, las ratas de agua y parda, y probablemente el castor europeo. Como ocasionales, entre otros, el lince, zorro y jabalí.

Peces, anfibios y reptiles

 

En cuanto a los peces, anfibios y reptiles la lista de especies varía notablemente, caso parecido al de los mamíferos, pues intervienen dos factores limitantes: el de la conformación propia de cada uno de los humedales y el de la situación geográfica condicionante del clima, esta última de capital importancia para los animales considerados, sobre todo, para los anfibios y reptiles (climas tropicales o subtropicales acogen a un mayor número de especies).

En España, las especies de peces a considerar llegaría a cerca de 70, algunas de ellas introducidas, entre las que destacarían el sábalo, saboga, anguila, alburno, brema, barbo mediterráneo, pez rojo, bermejuela, loina, madrilla, carpa, rutilo, tenca, fartet, samaruc, espinoso, pez sol y perca. Y, en relación a las especies de anfibios y reptiles, decir que son más bien escasas, solamente contamos aproximadamente con 31 de los primeros, las cuales, en su totalidad, viven en el medio acuático (salamandras, tritones, ranas, sapos) y 66 de los segundos, de las que están habitualmente en los humedales dos galápagos, el leproso y el europeo, y dos serpientes, la viperina y la de collar.

Invertebrados

 

Y, por último, en cuanto a los invertebrados, los más humildes, los más ignorados, los menos o nada conocidos, detallar con exactitud las especies es tarea complicada debido a su extensa y compleja taxonomía: gusanos planos, rotíferos, nematodos, nematomorfos, caracoles, almejas, lombrices, sanguijuelas, dafnias, cangrejo de río, gambas de agua dulce, efémeras, libélulas, caballitos del diablo, tricópteros, mosquitos y escarabajos vienen siendo los más habituales.

Estabilidad de los humedales

 

Visto lo visto, sin lugar a dudas, la biodiversidad animal de estos singulares ecosistemas es rica y muy variada, si bien su estabilidad es extremadamente frágil, bastando con que algunos de sus componentes desequilibren sus poblaciones para originar una reacción en cadena entre los demás. Tal desequilibrio siempre está en manos del hombre, supuestamente por su intervención en el manejo de las aguas (desecación, contaminación), por su dejadez en el control de animales netamente perjudiciales al resto de la fauna y por su ineficacia o dejadez en la programación a corto y largo plazo de mantenimiento y regeneración, en su caso, de tales ecosistemas.

Ejemplos del primer supuesto –el de la desecación y contaminación de las aguas– los hay a lo largo y ancho de nuestro país desde hace bastantes décadas. Del segundo supuesto –descontrol de animales perjudiciales– el ejemplo más clarividente en la actualidad es el del jabalí, cuya superpoblación ha hecho en estos lugares daños irreversibles mediante la feroz depredación de huevos y pollos de aves.

Aunque localmente existen otros casos dignos de reseñar, como los de la cigüeña blanca, cuyas poblaciones que se alimentan en los grandes vertederos visitan con asiduidad las lagunas cercanas a estos en los que depredan anfibios y reptiles mermándolos de forma alarmante, y como el del flamenco común, que en ciertos lugares ha proliferado tanto que su alimento principal, el fito y zooplancton, está decreciendo a marchas agigantadas.

Del tercer supuesto, el de la programación del mantenimiento o regeneración de los humedales, el tiempo dirá.

Concluyendo, estamos ante un ecosistema, el humedal, de incuestionable riqueza tanto paisajística como faunística, hecho que le hace ser muy apreciado entre los amantes de la naturaleza, sean o no cazadores. Cuidémoslo, pues. Conservémoslo, que no desaparezca. Manejémoslo de la mejor manera posible para que los animales y plantas que viven en él tengan una vida tranquila acorde con sus necesidades. Así, de seguro ganaremos todos.

 

Antonio Notario Gómez.

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