No todos los conejos de monte son iguales

Un trabajo fruto de la colaboración entre diversas instituciones, como la Universidad de Trent (Canadá), el IREC (Ciudad Real), el CIBIO (Portugal) y el IESA (Córdoba) ha comprobado que las dos subespecies de este lagomorfo son diferentes morfológicamente: la algirus, típica de la mitad suroeste de la Península Ibérica, es más pequeña, con orejas y patas más cortas, y tiene un menor peso corporal.

El conejo de monte (Oryctolagus cuniculus) se encuentra actualmente distribuido por buena parte del mundo al haber sido introducido por el hombre desde su lugar de origen: la Península Ibérica. En esta región, el conejo juega un papel fundamental en los ecosistemas mediterráneos tal y como los conocemos hoy en día.

Por ello, esta especie tiene una enorme importancia para el sector conservacionista, además de su reconocida relevancia para los sectores cinegético, como especie de caza menor, y agrícola, por los daños que puede causar a los cultivos en determinadas situaciones.

Sin embargo, a pesar de ser el conejo una especie familiar de nuestra fauna que despierta múltiples intereses, hay aspectos básicos de su biología que siguen siendo desconocidos. Inicialmente, el conejo de monte fue clasificado como un roedor por el botánico suizo Carl Linnaeus.

Sin embargo, esta especie se caracteriza por la presencia de dos pares de dientes incisivos superiores que sólo aparecen en los conejos, liebres y picas, por lo que taxonómicamente están incluidos en el orden de los lagomorfos.

A pesar de ello, todavía hoy mucha gente sigue cometiendo el error de llamarlos roedores.

LAS SUBESPECIES DEL CONEJO

Desde principios del siglo XX, diversos naturalistas han sugerido que no todos los conejos son iguales, señalando diferencias comportamentales, pero sobre todo morfológicas (de tamaño corporal, color del pelaje), para justificarlo.

Por ejemplo, en 1914 el zoólogo español Ángel Cabrera consideraba la existencia de dos “razas” silvestres de conejo y sugería que la raza de la Península Ibérica era de menor tamaño que la de Europa Central, de la que también decía que era más “resistente” a las condiciones ambientales.

De manera similar, Charles Darwin señaló en 1868 que los conejos de la isla de Porto Santo (Madeira, Portugal) eran de menor tamaño y su color de pelaje distinto al de los conejos británicos.En aquel momento, el renombrado naturalista inglés atribuyó estas diferencias a mecanismos de evolución por el aislamiento insular.

No fue hasta 1921 cuando el zoólogo británico Theodore Cockerell llamó la atención sobre el hecho de que las características apuntadas por Darwin eran similares a las de los conejos del sur de la Península Ibérica, reforzando la idea de que el conejo de Porto Santo y el del sur de la Península eran en realidad el mismo y que ambos eran diferentes del conejo del norte de Europa.

Por tanto, las diferencias morfológicas apuntadas por los naturalistas de finales del siglo XIX y principios del XX ya sugerían la existencia de dos tipos o subespecies de conejo. Sin embargo, esta división no ha sido siempre consensuada y las variaciones no han sido reconocidas formalmente por todos los académicos y naturalistas.

Estas diferencias tampoco han pasado desapercibidas para muchos gestores y cazadores. Dentro del mundo cinegético, se han atribuido frecuentemente a, por ejemplo, diferencias naturales de dieta, clima o color y tipo de tierra.

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EL conejo juega un papel fundamental en los ecosistemas mediterráneos y tiene una gran importancia para todos los sectores relacionados con el medio ambiente

En casos extremos se ha llegado a especular si podría tratarse de conejos de otra especie, como por ejemplo el conejo de Florida (Sylvilagus floridanus), que fue introducido en otros países europeos como Italia.

Sin embargo, los conejos Sylvilagus nunca han sido detectados en la Península Ibérica afortunadamente, por lo que los conejos observados por los naturalistas y cazadores, aunque aparentemente algo distintos, no dejaban de ser los nuestros.

Fueron los estudios moleculares los que pusieron fin al debate, al menos desde el punto de vista científico, demostrando que no todos los conejos son iguales entre sí. Así, en los años 1980- 90, los primeros análisis genéticos confirmaron que efectivamente hay tipos de conejos diferentes en la Península Ibérica, en base a sus características genéticas, y que estas diferencias eran compatibles con la existencia de dos subespecies de conejo.

El origen de estas subespecies se remonta al aislamiento prolongado que, durante las glaciaciones del Pleistoceno (hace 1,8 millones de años aproximadamente) sufrieron dos poblaciones de conejos en dos refugios separados, uno al suroeste y otro al nordeste de la Península.

Poblaciones de otras especies quedaron igualmente aisladas en refugios glaciales en la Península dando origen a numerosos casos de especiación (formación de nuevas especies, por ejemplo, las liebres ibérica, europea y piornal, Lepus granatensis, L. europaeus y L. castroviejoi, respectivamente) y/o de otros grupos/subespecies (por ej. el topillo campesino, Microtus arvalis, y el pino silvestre, Pinus sylvestris).

Durante el tiempo que quedaron aisladas las poblaciones de conejo, éstas habrían evolucionado separadamente, dando lugar a las dos subespecies actualmente reconocidas: O. c. algirus y O. c. cuniculus.

Hoy en día, estas dos subespecies se distribuyen, respectivamente, por la parte occidental y la parte oriental de la Península, contactando en una zona central donde se mezclan de forma natural.

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Mapa de distribución de las dos subespecies de conejos y zona de contacto.

 

Es por ello que esta zona se caracteriza por una fuerte presencia de conejos híbridos. La introducción del conejo de monte, inicialmente en buena parte de Europa por los romanos, partió seguramente desde las inmediaciones de los puertos de Carthago, Valentia, Saguntum, Dertosa (Tortosa), Tarraco, etc.

Como todos estos puertos estaban en áreas de la subespecie O. c. cuniculus, actualmente sólo esta subespecie se encuentra fuera de la Península, salvo pequeñas excepciones. Las pruebas científicas han demostrado también que todas las variedades de los conejos domésticos proceden de esta subespecie.

A pesar de que estudios genéticos han confirmado repetidamente esta división en dos subespecies de conejo, no está todavía claro si dichas diferencias genéticas se manifiestan a otros niveles (por ej. morfológicos, reproductivos, comportamentales, etc).

En ese sentido, estudios sobre el tamaño de los huesos del cráneo y del esqueleto han revelado que los conejos de la subespecie algirus son en general significativamente más pequeños que los de la subespecie cuniculus.

Sin embargo, en cuanto al peso de los animales las evidencias no son tan contundentes, habiendo estudios que muestran diferencias claras entre los conejos de ambas subespecies y otros que no.

Investigaciones a nivel reproductivo parecen sugerir que hay diferencias en la longitud del período reproductor (más largo en algirus) y en los tamaños promedios de camada entre las dos subespecies. Los algirus suelen tener en promedio 3-4 embriones por camada, mientras que los cuniculus entre 4 y 6.

En cualquier caso, la gran mayoría de estos estudios se basa en conejos asignados a una u otra subespecie sin ningún tipo de validación genética, por lo que siempre queda la duda de si estos resultados reflejan realmente diferencias entre ambas subespecies.

RAZONES QUE EXPLICAN LAS DIFERENCIAS BIOMÉTRICAS

Modelos estadísticos revelaron que las diferencias morfológicas se debían, además de a la subespecie, a la localización geográfica y, en el caso del peso corporal, al sexo de los conejos estudiados.

En general, los conejos del norte de la Península presentaron en promedio tamaños mayores que los del sur y las hembras pesaron por término medio más que los machos.

En el caso de la localización geográfica, las diferencias climáticas y ecológicas entre regiones de la Península Ibérica podrían explicar la variación de tamaño de los conejos entre las mismas. Aunque parezca una nimiedad, una diferencia en casi un 20% en el tamaño entre una y otra subespecie puede ser crucial, por ejemplo termodinámicamente.

Para los conejos, el gasto energético correspondiente a la termorregulación puede ser muy elevado si la temperatura ambiental es muy distinta a la corporal (aproximadamente, 40°C). Así, los conejos menores soportarán mejor altas temperaturas (ej. en verano), mientras las bajas serán mejor soportadas por los conejos mayores.

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Gráfica que muestra las diferencia morfológicas de ambas subespecies en los dos sexos.

Además, en este estudio se observó que dentro de cada una de las subespecies, las poblaciones de zonas meridionales y, por tanto, más cálidas presentaban orejas más largas, lo que les puede ayudar a soportar mejor el calor al tener mayor superficie de transpiración.

Otras diferencias geográficas, por ejemplo en la composición y abundancia de las comunidades de depredadores en distintas zonas de la Península Ibérica (y, por lo tanto, en el nivel de riesgo de depredación) podrían explicar también, en parte, las diferencias de tamaño observadas entre las dos subespecies de conejo.

De hecho, los ancestros de conejos actuales han ido disminuyendo en tamaño a lo largo de su historia evolutiva, lo que ha sido achacado a un intento de evitar a los depredadores.

Este trabajo confirmó además que en ambas subespecies las hembras son sistemáticamente más pesadas que los machos (aunque esta diferencia de tamaño entre machos y hembras tiende a ser más pequeña en la subespecie cuniculus).

Este patrón es curioso, ya que no es muy común en mamíferos, aunque sí que se ha observado en otros lagomorfos, como conejos americanos y liebres.

El aparente mayor tamaño corporal de las hembras podría ser ventajoso a la hora de, por ejemplo, acceder a machos, alimento o refugio, de defender la madriguera y a los gazapos, o de cara a tener una mayor fecundidad.

De momento, no se conocen diferencias en los sistemas de emparejamiento o estrategias de alimentación entre las dos subespecies, por lo que las razones sobre estas diferencias entre sexos no dejan de ser especulativas.

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LAS DIFERENCIAS SON REALES

En un trabajo reciente, fruto de la colaboración entre diversas instituciones como la Universidad de Trent (Canadá), el IREC (Ciudad Real), el CIBIO (Portugal) y el IESA (Córdoba), entre otras, se ha comprobado que, efectivamente, los conejos de las dos subespecies son también diferentes morfológicamente.

El trabajo se basó en la medición de la longitud de las patas posteriores, orejas y el peso corporal de casi 1.000 conejos adultos de ambas subespecies, procedentes de 27 poblaciones distribuidas por toda la Península Ibérica.

Se utilizaron las medidas biométricas porque se considera que es la mejor manera (y la menos invasiva) para estudiar las variaciones morfológicas entre individuos, y se escogieron específicamente las medidas de las patas, orejas y peso porque estas han sido tomadas de forma consistente entre todas las poblaciones estudiadas.

Este trabajo confirmó que la subespecie algirus, típica de la mitad suroeste de la Península Ibérica, es en general más pequeña, con orejas y patas más cortas, y menor peso corporal.

El promedio de la longitud de oreja los conejos algirus midió casi 6 mm menos que las de los cuniculus (72,8 mm frente a 78,8 mm). Igualmente, la pata posterior de los algirus tuvo una longitud media de alrededor de 3 mm menos que la de los cuniculus (56,3 mm frente a 59,4 mm).

El peso corporal promedio de los algirus superó por poco el kilo (1.043,3 g), mientras que los cuniculus fueron considerablemente más pesados (en promedio, 1234,5 g). •

EXHAUSTIVA COMPROBACIÓN DE LAS DIFERENCIAS  BIOMÉTRICAS

Todos estos animales fueron analizados genéticamente para comprobar sin lugar a dudas la subespecie a la que pertenecían.

Dado que en el estudio se buscaban diferencias entre las subespecies puras, se excluyeron de los análisis los conejos híbridos.

También se excluyeron los conejos juveniles y las hembras preñadas o lactantes porque, al estar en fase de desarrollo (de crecimiento corporal y de gestación, respectivamente), podrían sesgar artificialmente los resultados.

IMPLICACIONES PARA LA GESTIÓN Y CONSERVACIÓN DEL CONEJO DE MONTE

Las poblaciones de conejo de monte han sufrido fuertes declives en los últimos años, especialmente como consecuencia de dos enfermedades víricas. La baja densidad de muchas poblaciones hace que sean más vulnerables a factores estocásticos, como el cambio climático y/o la aparición de nuevas enfermedades o variantes de las ya conocidas.

El hecho de que sea la primera vez que se confirman las diferencias biométricas entre las dos subespecies de conejo de monte de forma inequívoca es crucial para la gestión de esta especie, tan valorada por los sectores cinegético, agrícola y conservacionista.

Las repoblaciones de conejo, tanto para la caza como para la conservación de los depredadores, han favorecido las sueltas de ejemplares pertenecientes a una subespecie en el área de distribución de la otra, contribuyendo a la degradación de la integridad genética de la especie.

De momento no se conocen las implicaciones de estas diferencias de tamaño entre conejos de diferentes subespecies a nivel ecológico. Sin embargo, es legítimo asumir que las mismas conllevarán a otras muchas diferencias entre las dos subespecies, por ejemplo, en comportamiento, selección de hábitat y estrategias anti-depredación aún poco conocidas, pero no por ello poco importantes.

Además, las diferencias en tamaño de una y otra subespecie podrían hacer necesario un ajuste circadiano distinto para cada subespecie en función de su tamaño, evitando las horas del día más distantes de su termo-neutralidad, siendo necesario compensar las diferencias térmicas con energía (a través de la ingesta).

Conejos-de-monte_conejoNi que decir tiene que el coste energético de la reproducción podría también ser muy distinto, sólo por las diferencias en su tamaño corporal. Si es así, el cruce de conejos de ambas subespecies tendría implicaciones más allá de la mera mezcla genética y por eso debe de ser evitada fuera del área de contacto donde existe una hibridación natural.

Por otro lado, y desde el punto de vista de la conservación de la especie, estas diferencias biométricas refuerzan la necesidad de llevar a cabo una evaluación diferencial del estatus de conservación de cada una de las subespecies de conejo por separado.

El reconocimiento potencial de las subespecies como diferentes, “unidades, significativas, evolutivas” aseguraría la conservación de las particularidades de cada una de las subespecies de conejo, al igual que ha sucedido con otras especies (como el corzo andaluz).

Sin embargo, la posibilidad de utilizar las diferencias biométricas como una herramienta de gestión es aún prematura, y son necesarios más estudios para verificar con qué margen de error sería seguro utilizar este criterio para distinguir las dos subespecies de conejo, por ejemplo, en el campo.

De momento, los análisis genéticos siguen siendo el método más eficaz y fiable para distinguir los conejos de ambas subespecies, aunque las investigaciones continúan para intentar desarrollar metodologías complementarias o alternativas.

Muchos gestores, cazadores y conservacionistas desconocen todavía la existencia de las dos subespecies de conejo. Aunque es comprensible que amparado ante este desconocimiento se hayan realizado movimientos de ejemplares de las áreas de una subespecie a la de la otra, está claro que las diferencias entre ambas subespecies son importantes, y no sólo porque incluso Darwin con un simple vistazo considerase que se trataba de animales muy distintos, sino porque sus adaptaciones al medio también lo serán.

Las repoblaciones, masivas o no, realizadas con ejemplares procedentes del área de distribución de la otra subespecie deben ser evitadas, porque en juego está el futuro de una de las especies clave más importantes de los ecosistemas naturales ibéricos y la especie de caza más cazada de España y Portugal.

En nuestra mano queda ayudar a la conservación del conejo de monte, porque está cada vez más claro que no son iguales todos los conejos.

¡Pasa la voz!

Catarina Ferreira Departamento de Biología, Universidad de Trent, Peterborough (Canadá). Contacto: [email protected],

Francisca Castro, Fernando Aparicio, Rafael Villafuerte. Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA-CSIC), Córdoba.

Vicente Piorno. Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia, Vigo.

Isabel C. Barrio. Departamento de Ciencias Biológicas, Universidad de Alberta, Edmonton (Canadá).

Miguel Delibes-Mateos, Paulo C. Alves. InBio – CIBIO, Universidad de Porto, Vairão (Portugal).

Carlos Rouco. Landcare Research, Dunedin (Nueva Zelanda).

Luis Enrique Mínguez, José Blanco-Aguiar, Esther Ramírez, Candelaria Iriarte, Jesús Cañadilla, Pablo Ferreras. Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC; CSIC-UCLM-JCCM), Ciudad Real.

Carlos Ríos-Saldaña. BioCórima A. C., Coahuila, México.

Luis Arias de Reyna. Departamento de Zoología, Universidad de Córdoba, Córdoba.

2 Replies to “No todos los conejos de monte son iguales”

  1. Jego dice:

    Precio?

  2. Jego dice:

    Compramos conejos de monte con orejas pequenas.

    SMS:(0033) 641528452/France.

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