Becada, esa gran desconocida

Apenas cumplí los dieciocho y ya la cazaba por mis montes vizcaínos. A día de hoy, después de más de treinta años tras ella, por tierras vascas y burgalesas, aún sigo descubriéndola. Enigmática, fugaz, inteligente, escurridiza, auténtica, discreta y, sobre todas esas cualidades, una que resaltaría especialmente, su atractivo, ya que, si la cazas, hace que te enamores en el mismo momento que encuentras y abates la primera, la sostienes en tus manos y la miras…, por algo también la llaman la dama, la enigmática dama que te hipnotiza para siempre.

Aquí, en mi tierra, las llamamos sordas y yo, de chaval, pensaba que eran pájaros que se dejaban tirar a postura de perro siempre, quizás por lo del nombre, que siempre se dejaban acercar o quizás a los antiguos cazadores les tocó otra época, ya que, hoy en día, y a través de mi experiencia, las he visto evolucionar y, a la mínima, echar a volar a distancias de perdiz, y no digo nada de los peones que realizan por los bosques, dignos de la mejor perdiz del bando. Como anécdota contaré, y esto lo habrán vivido muchos sorderos, que a veces en los montes de carrasca burgaleses donde también cazo, ya dudo si es rastro de perdiz o becada por la largura del peón… Al final casi siempre resuelvo mi pregunta y me sorprendo gratamente al ver arrancarse a la becada, sorda o chocha perdiz…

El gran aliado

Para su caza todos los perros son válidos, de muestra o levantadores, todos la pueden cazar, pero lo habitual es acompañarse de uno de muestra, que mantenga bien la postura el tiempo necesario, a veces muchos minutos, para que su amo llegue y se coloque bien, ya que en la colocación del cazador está el éxito de abatirla o, simplemente, poder tirarla.

Tened en cuenta que esta es una de las claves más importantes en su caza: saber colocarse, porque la becada, ubicará todos los elementos a su disposición en el terreno, bien sean árboles, matas, peñas o, incluso, los que vayan llegando y estén a su alrededor, como son perros y cazadores.

A una becada no se la puede dejar «pensar» mucho, y digo esto porque ni es la primera vez que me pasa ni será la última, que, viéndose rodeada, sale hacia la cabeza del perro a ras de suelo evitando ser disparada, habiéndole dado una escapatoria al limpio o hacia el propio cazador a la cara, o metiéndose detrás de un pino al bote y saliendo vertical, sin poderla ni encarar, de la velocidad y agilidad que tienen, ya digo, que de tonta no tiene una pluma esta ave.

Los que me conocen saben que soy un enamorado del setter y siempre me ha parecido la raza por excelencia para la caza de la pitorra, igualmente llamada así.

Pointers, epagneuls, bracos, drahthaars, etc., también van bien para su caza, lo único que aquí, en el norte, el agua, el frío y el terreno más zarzoso, hacen que busquemos razas más preparadas para las inclemencias meteorológicas que sufrimos por la Cornisa Cantábrica, desde Galicia hasta Pirineos, aunque viendo el cambio climático de este año habrá que plantearse razas de pelo corto que soporten más el calor, ya que, mientras escribo este artículo, estamos a 30 grados, ¡casi na!, que dirían mis amigos andaluces.

El que prueba con un setter, repite, ya que sus guías felinas, su amplitud de búsqueda, ideal para batir mucho monte, y su nariz delicada son cualidades perfectas para encontrar las chochas, pero ahí quedan los gustos de cada cazador a la hora de rodearse de sus fieles compañeros, porque, incluso dentro de los setters, los hay de búsquedas amplísimas o que van más cortitos. Yo, por ejemplo, los utilizo también para cazar perdiz y codorniz y otros los quieren exclusivamente para becadas trabajando a 500 metros o más, laceando el monte.

Por eso, cada cazador sabe sus gustos y su forma física, porque llegar a becadas puestas en montes con mucho desnivel o prietos, a esas distancias, a la mayor brevedad, no es para cualquier condición física, y no exagero.

Escopetas y munición

Aquí, la evolución armera también ha sido muy rápida y creo que esta casi todo inventado, aunque nos pueden sorprender las nuevas tecnologías. Las escopetas becaderas tienden a ser con cañones cortos, en superpuestas o paralelas, con un cañón estriado, y en repetidoras, con choques estriados o lisos que, combinados bien con las actuales municiones, hacen de los tiros muy instintivos o tenazones entre ramas perfectos para cubrir un abanico amplio en pocos metros y abarcar más en menos.

Dependiendo del terreno, habremos de saber qué arma elegir y qué munición combinar, pues no son lo mismo los carrascos cerrados de encinares –donde tiras a diez metros–, que dehesas o pinares viejos, que dan más margen a poder apuntar y realizar el seguimiento a la pieza –que, por cierto, sabe zigzaguear mejor que ningún ave–. Por ello, en este apartado cobra también mucha importancia el cañón estriado o solo liso y corto de 60 centímetros.

Los cartuchos hay especiales de becada hoy en día, para también complementar a las escopetas y dar un resultado óptimo en plomeos amplios a cortas distancias, la mayoría de 40 gramos, aunque también los hay de 42 gramos. Unos llevan tacos de fieltro y, otros, contenedor dispersante, con plomos de todo tipo, pero lo habitual es tirar con décima o novena y, dependiendo de si es repetidora, meter algún 8 o 7 al tercer tiro para romper ramas, si acaso, y tener más efectividad.

Todas las marcas tienen ya su apartado para becada. Yo, personalmente, tiro con Armusa y en el primer cañón dispersante (utilizo una superpuesta Beretta Ultraligth Becada) le meto el cartucho con taco contenedor dispersante y en el segundo de cañón liso 4 estrellas y taco de fieltro. He llegado a esta conclusión de los plomeos en mi escopeta probando en el banco de tiro que la marca pone a mi disposición para probar sus municiones: si tenéis posibilidad, buscad un lugar donde testar bien los plomeos o, si no, con cartones, porque es importantísimo saber cómo y a qué distancia plomea cada cartucho en diferentes cañones y o escopetas, y extrapolarlo a nuestro terreno de caza y habituales distancias de futuros lances.

Así que, ahí también hay que ser escrupuloso a la hora de elegir bien que nos va mejor.

Tradición o vanguardia

Me refiero al control sobre nuestros perros cuando están cazando la becada en terrenos sucios, distancias lejanas y donde perdemos cualquier perspectiva de dónde pueden estar.

Antaño, los que somos ya de peinar canas cazábamos como nuestros abuelos, con campanillo, esperando a que este dejara de sonar y, con su silencio, anunciara la muestra al pájaro.

Aquello pasó a ser para los románticos, ya que pocos perros becaderos hoy en día cazan a distancias como para escuchar una campanilla, ni los cazadores vamos con un perro, tarea ardua entonces, para ser fino y ubicar, encima, a dos sonidos en lejanos lances.

Para ello fueron las marcas ayudándose de la tecnología y nacieron los beepers, que lo que hacen es emitir un sonido cuando está el perro parado, incluso un sonido cada ciertos segundos para ir ubicando, más o menos, la situación del perro (llamada «guía»), pero casi que también han pasado al apartado de los románticos, si se me permite decirlo así, engullidos por la llegada de los GPS.

Con el avance de la era espacial vinieron los GPS vía satélite, para uso militar, etc., y los tenemos hoy en día también para su uso y apoyo en la caza, con varias marcas que comercializan estos collares, que te ubican la muestra con tal exactitud que, silenciosamente, hace que llegues a las sordas lo más discretamente posible, tanto para que la becada no levante el vuelo, como para que otros cazadores no sepan si están los perros de muestra o no, porque, hay que decirlo, los cazadores de becada en eso también somos especiales y todos los que lleváis tiempo en esta caza comprendéis ese pequeño guiño a la «discreción» del becadero.

Reflexiones de un aficionado

Como siempre digo a todo el mundo, yo no me considero becadero, a pesar de cazarla hace muchísimos años y dedicarla muchas jornadas anuales. Yo soy más apasionado de la perdiz, pero sí soy un enamorado de la caza de la dama y un poquito sé de ellas. Tengo muchos amigos que ellos sí son cazadores auténticos de sorda: guardan sus vacaciones, las cazan todos los días hábiles y sueñan con ellas en verano.

Por último, diré que, cada vez que abato una, me emociono muchísimo, cosa que con mis queridas perdices no lo exteriorizo tanto –aunque sí me satisface ganar el pulso a la reina–, señal será de que la dama tiene «un algo».

Y qué decir tiene que esta ave se merece seguir siendo estudiada por biólogos, ornitólogos, cazadores y gente que la ame, ya que sabemos muy poco en comparación con otras especies cinegéticas, bien por su enigmática migración casi nocturna, bien por sus métodos para volver siempre a las mismas zonas de invernada (ellas no necesitan GPS) o bien porque es muy «auténtica» y no la pueden «clonar» las granjas.

Por todo ello, tenemos que cuidarla, amarla y respetarla.

Mikel Torné.