Diferencias entre los ojeos de perdices en España y en Gran Bretaña

Una notable circunstancia establece la diferencia clara en la esencia de los ojeos que se celebran en nuestro país y en el Reino Unido. Estamos hablando de las conocidas batidas de perdices de nuestro suelo patrio y sus homólogas en las Islas Británicas con perdices y faisanes. Y esa circunstancia es más de intencionalidad y ánimo que de fórmula de ejecución, como comprobarán a continuación.

En efecto, mientras que en las islas el ojeo es una ocasión puramente social y carente de competencia, entre nosotros los ojeos se han convertido en un ejercicio muy competitivo donde los participantes tienen como primordial objetivo alcanzar el mayor número posible de aves cobradas individualmente. Para llevar el cómputo se anota en una libreta el número de aves abatidas en cada ojeo por cada cazador, cifras que se van sumando y haciendo públicas, de forma que en cada momento del día los invitados conocen cómo está su nivel de eficacia y el de los demás.

Esta lección la aprendí a una temprana edad cuando por primera vez asistí a uno de estos eventos del campo inglés. Acostumbrado como estaba a participar en ojeos de perdices en la región del Bajo Guadalquivir, donde he visto tirar hasta los pájaros que cruzan a peón la línea de escopetas, me chocó bastante que allí mi vecino de puesto dejara pasar los pájaros bajos y solo tirase a los que iban en el límite de alcance del tiro.

Además, este señor mayor tiraba con una vieja escopeta preciosa pero sin expulsores automáticos y con percutores de martillo, por lo que durante la operación de recarga le continuaban pasando pájaros que se iban indemnes a criar. Mi ansiedad, exacerbada por la edad y por lo que había vivido en mi tierra, me lanzó a tirar los pájaros suyos, hasta el extremo que al finalizar el primer ojeo, con educación y tacto, mi vecino se dirigió a mí: “¿No tenías bastante con los tuyos? Has estado tirando a los pájaros que me pasaban por encima”.

Bastante avergonzado, le ofrecí todo tipo de disculpas y traté de explicarle la forma en que tirábamos en nuestro país. Siguiendo con su despliegue de cortesía, me respondió: “No hay prisa alguna, esos pájaros que dejamos pasar continuarán aquí las próximas semanas y por supuesto estaremos encantados de que vuelvas a acompañarnos”. ¡No es necesario mencionar que a esas alturas yo estaba añorando un agujero en la tierra para desaparecer dentro de él!

Aparte de esta institucional diferencia, hay otras que intentaré ir enumerando en las siguientes líneas.

SUELTAS DE PERDICES Y FAISANES

En Gran Bretaña se ojean aves, perdices y faisanes, que han sido criados en cautividad y que a la edad de seis semanas se trasladan a cercados en el campo, donde se alimentan… y poco a poco se les va dejando en libertad. La suelta suele tener lugar a partir del mes de julio, por lo que, cuando comienza el período hábil de caza, ya están acostumbrados a su hábitat y entrenados para comportarse como si hubieran nacido en libertad.

Hasta hace poco, en nuestro país las aves ojeadas eran siempre salvajes. Sin embargo, el reciente advenimiento de las perdices llamadas “de bote” ha degenerado en sueltas que se realizan el día antes o el mismo día de la cacería.

Mientras que en las Islas Británicas el número de escopetas que asisten al ojeo está fijado como por una inexcusable norma no escrita en ocho, aquí suele ser de diez, 12 y hasta 14, según lugares.

Un momento importante cuando se caza en aquel país lo constituye el capítulo de las instrucciones que se explican en el momento del sorteo de los puestos. Los participantes escuchan en silencio las guías que da el responsable acerca de lo que se puede y no se puede cazar. En general se recomienda no disparar a caza alguna en el suelo, lo que se llama ground game, y ello fundamentalmente por motivos de seguridad.

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Cazadoras preparadas para participar en un ojeo en las Islas Británicas.

En España no se le da importancia a este detalle y con frecuencia en las batidas se tira a todo lo que sea una especie cazable con independencia de que sea pelo o pluma y de que viaje por aire o por tierra. Bien es verdad que las liebres, al menos en el suroeste peninsular, gozan de inmunidad frente a las escopetas, ya que se reservan para las cacerías de galgos, muy populares aquí.

El escenario donde se realizan los ojeos es también muy diferente. Desde los celebrados en las sierras, donde al puesto no solo entran perdices sino también venados y cochinos, hasta las batidas en viñas, pinares, campos de labor en secano, dehesas, etc., estas cacerías gozan de una gran diversidad de paisajes, todos ellos igualmente atractivos.

En cambio, nuestros vecinos de la Unión siempre celebran sus batidas en un medio compuesto por campos de cultivo y pastos alternados con pequeñas manchas de bosque y alguna que otra charca o laguna. No en vano, la Península Ibérica ofrece una enorme diversidad de sistemas: desde estepas y desiertos hasta marismas y rañas, desde el monte bajo mediterráneo hasta el bosque atlántico, desde la llanura árida y sin fin hasta las abruptas serranías.

Allí se baten en cada ojeo extensiones de terreno más reducidas que entre nosotros. Los pájaros suelen estar concentrados en algún bosque, generalmente arropado por alguna cosecha plantada expresamente para ellos (game crop) que consiste en sorgo o maíz sembrado en franjas paralelas a la linde de los árboles.

Se ojea con un equipo reducido de batidores, acaso una docena, que van ayudados por perros, generalmente spaniels. En nuestras batidas, el número de ojeadores es más numeroso, no van auxiliados por perros, pero sí a veces por jinetes a caballo que se adelantan para romper los bandos de aves y se cubren unas superficies de terreno mucho más amplias, ya que nuestras aves salvajes apeonan bastante y no permiten mucha aproximación al ala de batidores

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Camino a los puestos, muy distintos también en Gran Bretaña que los de nuestro territorio nacional.

DIFERENCIA EN CUANTO AL PUESTO

Algo muy diferente entre los dos países es el puesto. Mientras que aquí es elaborado con una estructura de ramas previamente construida con pantallas laterales protectoras, la mansedumbre de los pájaros de allí, derivada de su origen de cría en cautividad, solo exige una estaca en el suelo con el correspondiente número (peg) para marcar el sitio, sin cobertura alguna.

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En Gran Bretaña hay perros adiestrados únicamente para el cobro

En Gran Bretaña existe la figura de los pickers up, unas personas acompañadas de perros bien adiestrados, labradores y springer spaniels en la gran mayoría de los casos, que se colocan estratégicamente tras la línea de escopetas, a una distancia prudencial y que se encargan de cobrar todo lo que se va derribando, poniendo especial atención y presteza en las aves que caen de ala y que tienden a perderse (runners). De esta manera se pierden en el campo muy pocos de los pájaros abatidos.

Es sorprendente observar el trabajo de estos perros, casi siempre liderados por señoras que compiten entre sí por la perfección en el entrenamiento de los canes.

Las escopetas también suelen llevar perros que permanecen inmóviles en el puesto durante el ojeo y que son enviados a cobrar una vez finalizado éste.

Cuando en la finca donde se caza existe alguna laguna, puede haber un ojeo de patos (también criados ex profeso), generalmente al final del día. Por ello siempre conviene llevar cartuchos cargados con bismuto, pues allí existe la prohibición de cazar con plomo en todas las zonas húmedas.

La competitividad mencionada antes, que se da entre las escopetas de nuestro país, induce a éstas a disparar a todo lo que pase a distancia de tiro, incluso a aves a peón. Esto resulta impensable allende las Islas. No está bien visto disparar a las aves bajas y que no ofrezcan un mínimo nivel de deportividad. Se habla de “buenos pájaros” (good birds) si han entrado altos y difíciles y se critica a las fincas en las que no vuelen bien.

¿Y EL TACO?

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El taco es muy diferente en España y Gran Bretaña. Quizás en nuestro país sea más “contundente”.

Desde el punto de vista social, las diferencias son bien notables. Para empezar, allí no se consumen tantas bebidas y tapas como aquí a lo largo del día de cacería. Entre nosotros es costumbre sacar copas y tapas entre ojeo y ojeo, bien sean proporcionadas por el anfitrión o por los mismos invitados, o por ambos.

Luego tiene lugar una comida, generalmente al final del día. Los británicos sirven una copa de vino espumoso, Jerez, Oporto o ginebra dulce (sloe gin) entre el segundo y tercer ojeo, elevenses que se llama, aludiendo a la hora de las 11:00.

Luego se sirve el almuerzo, precedido por un aperitivo en pie solo a base de bebidas, a las 13:00 horas en la casa de la finca.

Ha de consumirse con rapidez porque a las 14:30 horas se debe estar de nuevo en el campo para que haya tiempo a dar dos ojeos más antes de que oscurezca, que en los meses de otoño e invierno lo hace a las 16:30 horas. La comida finaliza con una tabla de quesos regada con Oporto.

Durante el ágape se circula una hucha donde cada cual deposita un billete de 10 o 20 libras y una papeleta con su nombre, donde va anotada la cifra que cree que va a ser el total de aves abatidas en el día. De la recaudación, la mitad se destina como premio al ganador y la otra mitad va a la Countryside Alliance o al Game Conservancy Trust, instituciones homólogas de nuestra Oficina Nacional de la Caza.

Tras el último ojeo, los cazadores vuelven a la casa para tomar el té antes de partir. Es ésta una gran ocasión para que se comentan los pormenores del día y se reparten las tarjetas de caza en las cuales van especificados la lista de participantes y el resultado: número de piezas por especie y el total.

Tras ello, los invitados van despidiéndose, no sin antes recibir una pareja de faisanes o perdices de manos del guarda, al que se obsequia en ese momento con una propina. El progreso ha venido a generar la moderna costumbre en algunas fincas de que le den a uno las aves ya desplumadas y limpias, presentadas en una bandeja cubierta de papel o plástico transparente.

El resto de la caza será recogido por el tratante correspondiente para su comercialización, aunque los precios han llegado a ser tan bajos (una libra y media por collera) que a veces los propietarios de las fincas se han visto obligados a enterrarla sin beneficio para nadie.

Dos países, dos culturas, dos formas diferentes de ejecutar la misma pasión: la caza.

Texto: Javier Hidalgo

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