Como el resto del género, son de patas y pico colorado, muy similares a la perdiz roja, con la que pueden hibridarse. Aunque no gozan del prestigio de su versión ibérica, lo cierto es que, en estado salvaje, estas perdices tienen un valor cinegético incuestionable. En este artículo se exponen aspectos biológicos e históricos, además de algunas curiosidades sobre estas aves.
PERDIZ CHUCAR. Alectoris chukar
- Castellano: Perdiz chucar
- Inglés: Chukar Partridge Francés: Perdrix choukar
- Alemán: Chukarhuhn
- Italiano: Coturnice orientale
Podría decirse que la chucar es la perdiz asiática, dada su amplia distribución en este continente. Su nombre deriva de ‘chakhoor’, palabra onomatopéyica que alude a su reclamo en urdu, lengua oficial de Pakistán, donde es el ave nacional.
Aunque un ave con un rango de distribución tan amplio es lógico que ocupe distintos tipos de hábitats, sus preferencias se inclinan claramente hacia terrenos secos o semisecos.
En este entorno de yermas tierras arenosas cubiertas de rala vegetación arbustiva, tiene que aguantar grandes variaciones de temperatura y prolongadas sequías. Como otras aves de la familia, confía en su peón y en sus suaves colores que facilitan su camuflaje para eludir a sus predadores.
En invierno forma grupos que pueden superar los 50 individuos y puede realizar desplazamientos en altura cuando la nieve cubre los altos, así como para buscar agua en los meses de más calor y en periodos de escasez.
Una fórmula muy utilizada para describir esta especie y diferenciarla de sus parientes más próximos dice que la chucar es una perdiz roja con cabeza de griega, ya que la mancha negra que adorna su garganta recuerda a la de esta, mientras que las plumas de sus flancos se asemejan más a las de nuestra patirroja.
Existen datos sobre la caza y cría de chucares en Asia de 1700 años antes de Jesucristo y es un personaje habitual en los relatos mitológicos de Pakistán y la India, en los que se la relaciona frecuentemente con la luna y con amores no correspondidos.
Los cazadores británicos disfrutaron en la época victoriana de su caza en las colonias asiáticas, aunque, si bien la consideraron muy interesante para cazarla con perro de muestra y retrievers, cuestionaron su valor gastronómico repetidamente en documentos epistolares de la época. Aunque este asunto hay que tomarlo con las pertinentes reservas al provenir de militares ingleses, lo cierto es que, como en el caso de las rojas, hay una gran diferencia de ternura entre la carne de un ejemplar de perdiz chucar joven y uno viejo.
Su demanda como especie cinegética y su fácil manejo han hecho que esta ave haya sido introducida en otros continentes, como América del Norte –donde fue llevada en un principio desde la India a Illinois en 1893–, y haya prosperado en zonas de bajo interés para la ganadería, la agricultura, incluso para la caza, con lo que se considera que ha ido a llenar un espacio vacío.
En la actualidad, la chucar se ha convertido en una de las especies principales de la caza menor del oeste americano, y los cazadores locales se han convertido en grandes expertos en su caza. Afirman, entre otras cosas, que esta perdiz acostumbra a apeonar hacia el punto más alto del terreno para arrancar a volar hacia abajo –como si de una mariquita se tratase– si es descubierta, así que aconsejan registrar siempre estos oteros al final de la jornada. También recomiendan el uso de prismáticos para localizar los bandos a peón en las grandes llanuras del oeste.
En Australia las introducciones no parecen haber tenido éxito, no así en Nueva Zelanda y Hawái, donde sí han prosperado; y en África se sabe de la existencia de pequeñas poblaciones en los alrededores de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, fruto de repoblaciones realizadas a principios de los años sesenta del siglo pasado.
En Afganistán es común encontrar jaulas de mimbre con chucares en mercados y bazares, que se utilizan como reclamo y, sobre todo, para las tradicionales peleas entre machos que, a modo de las de gallos, practican en este país.
Distribución