Cacerias de gansos y patos en los cinco continentes

De la mano de Pablo Capote recorremos los principales destinos del mundo para cazar gansos y patos con el objetivo de conocer las características de estas grandes anátidas y rememorar aquellas inolvidables jornadas cinegéticas repletas de divertidas anécdotas y de lances inolvidables con estas aves como protagonistas.

CACERÍAS VARIOPINTAS DE GANSOS Y PATOS

Seguramente el hecho de haber nacido en España haya tenido mucho que ver en la fascinación que he sentido siempre por las acuáticas. Sin duda vivimos en un país sobresaliente en cuanto a la cantidad y variedad de anátidas que pueblan sus aguas, tanto sedentarias como migratorias. La Península Ibérica es un lugar de refugio invernal ideal para estas aves debido a su ubicación y clima. Pero los cazadores españoles tenemos más dificultades en hacernos con un pato salvaje que otros cazadores en otras partes del mundo menos privilegiadas. Los pateros de mi generación hemos sido testigos de cómo en los últimos años las limitaciones y prohibiciones en relación con la caza de acuáticas han ido en aumento, y recuerdo con nostalgia los tiempos en los que tenías a tu disposición varios humedales libres para cazar acuáticas y bastaba con echar la Zodiac y los cimbeles al coche para preparar una tirada.

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la expedición al completo en una de las salidas a los picazos, que tuvimos la suerte de aderezar con unos pecaríes.

La caza de aves migratorias en puesto fijo tiene un encanto especial. Pensar de dónde pueden haber venido, la incertidumbre de los resultados y el trabajo requerido para tener exito la convierten en una de las modalidades de caza más auténticas y puras. Otro aliciente es la variedad de especies distintas con las que uno se puede encontrar. Una caza ideal para el cazador naturalista.

Dice Eduardo Aranzadi, con el que he compartido alguna cacería de becacinas cuando se podía, en el prólogo de “Gansos y Patos. Guía de especies de interés cinegético del mundo”, que el cazador de acuáticas tiene fama de ser raro o estar loco. Creo que no le voy a quitar la razón con los relatos de las cacerías que traigo en esta ocasión a las páginas de Trofeo.

En ellas, el objetivo ha sido alguna especie de anátida de gran tamaño. No es que piense que sea mejor el pato grande “ánade o no ánade”, al contrario, creo sinceramente que el tamaño en esto no importa y seguramente cobrar una cerceta tenga más enjundia que muchos de estos “patazos”, pero ha sido una forma de agrupar bajo un denominador común estas cacerías, alguna se ellas un tanto disparatada, dicho sea de paso.

Alguna de estas cacerías es al estilo de las partidas de caza que se organizaban para nutrir las salas de los museos de ciencias en siglos pasados. En ocasiones la experiencia cinegética fue de altísima calidad, en otras ha primado el fin antes que los medios. El bregar con lo desconocido, la autoorganización, la continua improvisación y lo incierto del resultado hicieron que no perdieran ese punto de aventura que algunas sin duda tienen.

Ya que en España es difícil cobrar un ganso, vamos a viajar al extranjero a buscar unas cuantas de estas especies.

Alguien tenía que pagar el pato.

EL PICAZO DEL CHACO PARAGUAYO, CAIRINA MOSCHATA, EL PATO MÁS GRANDE DEL MUNDO

Podemos encontrarlo en su versión doméstica por todo el mundo, pero en estado salvaje habita en las zonas llanas encharcadas de los bosques tropicales centro y sudamericanos.

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Con Miguelito el cocinero y su ayudante tras la primera salida.

El picazo o pato criollo es un pato arborícola verdaderamente grande, seguramente esa sea una de las razones por la que se le ha seleccionado y criado para el consumo. Los machos pesan casi cuatro kilos y pueden tener más de un metro y medio de envergadura, además es una interesante especie cinegética.

Habíamos leído que en Sudamérica podía cazarse el pato más grande del mundo cuando preparábamos un viaje de caza a Argentina. Eran los años ochenta y la caza en estos países estaba por explotar. No sabíamos de organizaciones de caza; la verdad, tampoco nos interesaba y salimos de España con las escopetas al hombro como quie dice, unos cuantos cartuchos y poco más. En Córdoba contactamos con Mario Batistón, un cazador local que nos dijo que las mejores zonas de caza estaban en Formosa, al norte, en el mítico Chaco, “el impenetrable”. Nada nos podía hacer más ilusión conocer. Nos hicimos con unas tiendas de campaña y con una pickup, y organizamos una expedición en toda regla en busca del picazo.

Una vez en Formosa contratamos a un cocinero, Miguelito, y a otro nativo del que no recuerdo el nombre, que haría las veces de conductor y ayudaría en el campamento. También se vino con nosotros, no sé bien por qué, el director de la cadena de televisión local. Alquilamos una barca y remontamos el río Pilcomayo, afluente del Paraguay, que nace en los Andes bolivianos y más al suroeste hace frontera ente Argentina y Paraguay y divide el Chaco Boreal y el Chaco Central.

En la travesía hicimos algunas tiradas de patos, pescamos, nos comieron los “jejenes” y los “polvorines”, mosquitos y garrapatas para entendernos, pero ni rastro de picazos. Al fin llegamos a una extensa zona encharcada cubierta de árboles y matorrales espinosos anexa a una laguna de “yuyos”, o vegetación acuática, donde encontramos plumas y otras evidencias de haber estado allí los picazos, y decidimos acampar y probar suerte por la mañana.

Al día siguiente nos repartimos, todavía de noche, alrededor de la charca y a esperar.

Al alba, primero el sonido de las alas cortando el aire, luego unas siluetas más negras que el cielo sobrevuelan mi cabeza girando entre las copas de los árboles, sin darme tiempo a disparar. Al fin consigo encararme y tirar casi a tenazón sobre uno, y tras el tiro, oigo el chorreo de perdigones que impactan en su pechuga, el crujido de las ramas rotas por el cuerpo inerte del ave en caída libre y el chapotazo al estrellarse contra el suelo encharcado. Después de varios días de duro viaje, de vivir en remojo y otras penurias a cientos de kilómetros de la gente normal, consigo abatir un picazo. Tras unos minutos contemplándolo a la luz de la linterna, el paso siguiente es importante. No tenemos cimbeles, así que hay que improvisar uno apuntalando con ramitas el cadáver del pato muerto y así ir colocándolos a medida que van cayendo.

Pasamos varios días por la zona cazando picazos y otras especies, entrando y saliendo de varios países, recorriendo ramales laberínticos del río que bién podía haberse llamado igual que el uruguayo “Salsipuedes”, acampando donde mejor nos parecía y comiendo de lo que cobrábamos.

Otro aliciente era la libertad de cazar con pocas restriciones, leyes como las autonómicas podrían habernos llevado a situaciones absurdas:

-¿Sabes si la yaguasa cariblanca se puede cazar en Bolivia? Porque seguimos en Bolivia, ¿no?

-No, la orilla izquierda es Paraguay; si pasa alguna tírala en la margen derecha, que en Argentina se puede seguro.

Aunque queríamos cazar y pescar también en los Andes y la Patagonia, no había prisa, teníamos un mes para hacerlo. Pero uno de los días una espina de un palmo atravesó mi bota y casi mi pie, y sin la posibilidad de desinfectar, ni siquiera limpiar la herida, y tras varios días empapada sin ver la luz, acabó infectándose seriamente, lo que nos obligó a trasladarnos por precaución a una zona más civilizada, ya que llegado el caso el más cualificado para amputar un pie era Miguelito.

NO CONFUNDIR CON EL CRESTÓN

En algunas zonas de Argentina llaman picazo al crestón (Netta peposaca), un pato también de alto valor cinegético pero que no tiene nada que ver con éste. El crestón es pariente del pato colorado (Netta rufina) y, aunque de colorido afín al picazo (también urraco), es una tercera parte del tamaño de éste, como un azulón de grande. Además no es un pato arborícola y ocupa otros hábitats de aguas abiertas en lagunas, esteros y ríos.

EL GANSO DE ESPOLONES, PLECTROPTERUS GAMBENSIS, EL QUEENMERY DE LAS ANÁTIDAS

El ganso más grande de África ciertamente es de un tamaño colosal. Oriundo del África subsahariana, los machos alcanzan fácilmente la altura de un metro y casi dos de envergadura y pueden pesar entre seis y siete kilos. El ganso de espolones debe su nombre a las uñas que luce en el hueso carpiano del ala. Su nombre científico también alude a esta característica: “plectron” significa en griego espolón de gallo; “pterus”, alado; y “gambensis”, de Gambia.

Caza menor reportajes internacional de ganso y patos en los cinco continentes Ganso de espolones

El “urracón” del relato. A la derecha, el auténtico ganso urraco (Anseranas semipalmata), oriundo del norte de Australia, que no tiene nada que ver con el de Gambia. Este no llega a los tres kilos y es el único miembro de la familia Anseranas, de “anser” (ganso) y “anas” (pato).

Su vuelo es lento y no muy ágil, y aunque su carácter es bastante receloso, se puede sorprender a primera hora de la mañana o al atardecer, cuando vuela entre el dormidero y la zona elegida para alimentarse, que suelen ser pastizales, siembras o riberas de vegetación acuática.

Cazar un ganso de Gambia no era en principio el objetivo del safari en el que me encontraba, en el que andábamos detrás de algunos antílopes en la ribera de un río sudafricano. Acabábamos de cobrar un duiker cuando vimos uno de estos gansos en una curva del río. Mi anfitrión era un soldado de fortuna curtido en todas las guerras de la zona, que había acabado allí como cazador después de su última misión. Me contaba con detalle y con toda frialdad cómo mataba soldados cubanos acechándolos desde un árbol en la guerra de Angola, y resulta que no entendía que yo quisiera hacerme con aquel pajarraco. A mí sinceramente me atraía más el “urracón” aquel que los impalas y los ñus, quería examinarlo, hacerle fotos y si era posible guisarlo y comérmelo. Ante mi insistencia accedió, al fin y al cabo era una pieza cinegética, y como caza mayor que era lo cobramos tras un corto rececho de un tiro en el codillo.

LA “AVUTARDA” O GANSO DE MAGALLANES, CHLOEPHAGA PICTA, CAUQUENSES PATAGÓNICOS

Conocidos vulgarmente como avutardas, nombre dado por los primeros colonizadores españoles por su colorido y barrado similar, su peso es de unos dos kilos en el caso del cauquén colorado (C. rubidiceps), dos y  medio el cabeza gris (C. poliocephala), y unos tres el mayor (C. picta).

Caza-menor-reportajes-internacional-cacerias-de-gansos-y-patos-en-los-cinco-continentes-20Se cazan de forma similar que a los gansos en Europa, siluetas o cimbeles colocados en las querencias y puestos cavados o con redes de camuflaje, aunque su comportamiento es más inocente y su vuelo más lento. Esto, unido a que fue declarado plaga a principios del siglo pasado y a la alteración de su hábitat, ha llevado en las últimas décadas a una disminucion drástica de las poblaciones de las tres especies mencionadas, sobre todo la del colorado y a la prohibición de su caza en distintos puntos de su área de distribución.

CISNE CUELLO NEGRO, CISNE CUELLO BLANCO…ALEGRÍA Y LLANTO

Hubo una época en la que ser blanco y bonito no era óbice para no llevarse un tiro y este cisne fue perseguido por su carne y sus apreciadas plumas.

El cisne de cuello negro (Cygnus melancoryphus), a pesar de ser el representante más pequeño de la familia de los Cygnus, es con su metro veinte de alzada y sus siete kilos de peso la mayor anátida de Sudamérica y en otro tiempo objetivo del cazador.

Era la primera vez que visitaba el continente sudamericano y llevaba unos días cazando acuáticas en unos esteros, sin salir de mi asombro ante la cantidad y variedad de anátidas que entraban en los puestos. No recuerdo cuál era el cupo de patos, creo que veinticinco, pero sí que solíamos dejar alguno de reserva para cazar las orillas de las lagunas en mano.

El conocer nuevas especies para fotografiarlas, coger plumas para pescar y probar su carne siempre ha primado antes que cazar grandes cantidades.

Había tenido la oportunidad de ver algún cisne y tenía la intención de cobrar al menos uno, y una mañana se presentó la ocasión. Cazando las orillas de una laguna grande, vi uno nadando en el centro de la misma. No había muchas opciones y decidí intentar tirarlo con las dos balas que tenía preparadas para algún pecarí o carpincho distraído. Así que cargué los dos cañones y rodilla en tierra apunté, levanté un poco el tiro y disparé el caño derecho. El cisne se encontraba más lejos de lo que pensaba y la bala, a pesar de la corrección, quedó corta, aunque al ir muy rasa hizo la rana y pasó botando un par de palmos a la izquierda del ave, que ante mi asombro seguía nadando indiferente. Tras el momentáneo desconcierto volví a apuntar y… ¡fuego el dos! Pum, y se repitieron los hechos, pasando la bala botando esta vez al lado derecho del cisne, que ni siquiera miró en mi dirección, quedando así demostrado que mi paralela no lo era tanto como yo creía. Si hubiera tirado con una superpuesta seguro que no faltarían plumas blancas para que montaran moscas varias generaciones de mis descendientes.

COMÚN, CARETO Y PIQUICORTO, ANSER ANSER, A. ALBIFRONS Y A. BRACHYRBYNCHUS, ALGUNOS GANSOS DEL VIEJO MUNDO

Los ánsares son las mayores anátidas indoeuropeas con un peso de entre dos kilos y medio que tiene el piquicorto a los más de cuatro que pesa el común, y con una envergadura de que va de uno veinte a uno setenta metros.

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Recogiendo las siluetas después de terminar una tirada en Grenlaecur.

Siempre recordaré cuando de niño los veía pasar en formación en “V” sobrevolando la sierra de Guadarrama emitiendo su trompeteo característico y, aunque me da la sensación de que esto es cada vez menos frecuente, al parecer sus poblaciones a nivel internacional siguen en aumento, al menos así me consta que era hace unos años, cuando un amigo islandés, Arni Baldusson, nos invitó a un grupo de tres cazadores a cazarlos y pescar en su país.

El cultivo de cereales y la prohibición de la venta de carne de ganso en las Islas Británicas, que es donde inverna la gran mayoría de los gansos islandeses, parece que fue la causa de este aumento de la población en la isla.

La caza de gansos en Islandia es barata, los propietarios de las tierras suelen mostrarse encantados de que se reduzca el impacto que estas aves tienen en sus cosechas y, desde mediados de agosto en el caso del ganso común y piquicorto y un poco más tarde, el uno de septiembre en el caso del careto grande y la barnacla cariblanca, se pueden hacer increíbles tiradas.

La mejor época es cuando aprieta el frío a mediados de septiembre y se congelan o se cubren de nieve los arándanos que sirven de alimento a los gansos del interior de la isla, sobre todo piquicortos, también llamados de montaña. Esto les obliga a desplazarse a las zonas de cultivo cerca del litoral, donde se concentran así muchas aves de tres o cuatro especies antes de migrar hacia el sur.

Nos desplazamos por el país en la furgoneta de Arni, una especie de camión acondicionado para la vida en el hielo, buscando buenos lugares de pesca de salmón y reo principalmente, y aprovechamos los amaneceres y la caída de la tarde para cazar gansos en tierras cercanas. Esto nos obligaba a movernos con agilidad y rapidez para poder cambiar de cazadero sin impedimentos, por lo que cargábamos cada uno solo con lo imprescindible: unas cuantas siluetas a modo de cimbel, un reclamo de boca y una red de camuflaje que nos ahorraba tener que cabar puestos, así como los vadeadores de pesca, ya que una masa vegetal esponjosa y saturada de agua cubría el suelo.

Los resultados, sin ser los que se conseguirían dedicando todo el tiempo y esfuerzo a la caza, fueron más que suficientes, cobrando de media doce o quince gansos de tres o cuatro especies por salida entre tres o cuatro escopetas.

Coincidiendo con la llegada del frío, estábamos pescando reos en Grenlaecur, una especie de Doñana congelada en el sur del país, una gran extensión de marismas inundadas por las escorrentías de un glaciar, donde hicimos algunas buenas tiradas.

Como el trompeteo de los gansos sobre la sierra de Guadarrama, nunca olvidaré el reazo de tres kilos que pescó Perico ese día, que cocinamos y nos cenamos felices.

UNA EXPERIENCIA MANCHEGA

La vida del patero es dura. Los requisitos previos para organizar una tirada son muchos. Lo primero, tener un sitio donde ir en el que haya patos, ver las querencias, planificar las posturas y estar dispuesto a trabajar sin descanso, teniendo siempre claro que todo puede irse al traste en cualquier momento.

Un día me llamó Juan Delibes para decirme que existía la posibilidad de cazar en las orillas de un embalse que pertenecían a un coto del que era socio. Había estado cazando perdices y había aprovechado para marcar un par de puestos con el GPS.

Al fin de semana siguiente llegamos a la orilla del embalse, montamos y cargamos la barca de cimbeles y al agua patos.

El motor fueraborda de la barca de Juan tenía dos posiciones: tortuga y liebre, y para perder el menor tiempo posible accionamos la palanca con fuerza contra la liebre y nos dirigimos en línea recta, todavía de noche, hacia donde indicaba el aparato localizador. No tuvimos en cuenta que las orillas del embalse son irregulares y que entre sus reculas hay tierra firme, y efectivamente la liebre nos dirigía a toda velocidad a una ladera de piedra que se interponía entre nosotros y el primer puesto.

La noche era tan cerrada que no vimos el desastre que se avecinaba y, con la liebre a tope, tomamos tierra en la orilla a toda velocidad. El trompazo fue tremendo, aunque ni el motor ni nosotros sufrimos daños. Tras meter de nuevo a tientas los cimbeles en la maltrecha barca zarpamos de nuevo, esta vez en la posición de tortuga, y conseguimos llegar a los puestos con la barca desvencijada, donde cavamos un hoyo y esperamos sin éxito a los patos. No vimos ni uno, pero al final de la mañana cambió la suerte y empezó a moverse algún ave en el centro del embalse. ¡Eran gansos!, y se dirigían a nuestros puestos. Estos momentos justifican la dureza de la vida del patero. Nos entró una barra, de la que bajamos uno, y luego conseguimos mover otro grupo con la destartalada barca, del que cobramos tres más.

Como decía Mikelin Flint en El  hombre tranquilo: ¡Homérico!

Texto e ilustraciones: Pablo Capote

Fotografías: Juan Delibes y autor

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