El planteamiento de este artículo cambió radicalmente su forma cuando recibí la información solicitada al secretario de la Junta Nacional de Homologación de Trofeos de Caza, Antonio Solís (quien, dicho sea de paso, y una vez más, me ha demostrado su profesionalidad y su buena labor en la JNHTC).
Y digo que el planteamiento de este artículo cambió porque han sido tan numerosas las preguntas y dudas que han surgido en mi cabeza tras ver la relación de los mejores 100 trofeos de corzo homologados hasta el año 2013 (incluido), que lo que en un principio iba a ser un reportaje basado en las reglas de medición para poder obtener, de una forma práctica y sencilla, la puntuación CIC de un trofeo de corzo, automáticamente se ha convertido, además, en una reflexión personal sobre la situación actual del trofeo del corzo en España.
Son muchos e interesantes los artículos, libros y estudios que cada año protagoniza el corzo; por no hablar de los numerosos calificativos y “piropos” que se le otorgan no solo a la propia especie sino también al inicio de cada temporada. Hace ya unos años que el corzo dejó de ser una simple “cabrilla” (como algunos lugareños de Soria la llamaban entonces) para convertirse en el codiciado “duende del bosque”, y, de la misma forma, el entusiasmo que despertaba su caza se ha transformado en una alarmante “fiebre”. Mi gran duda en este momento es si se trata realmente de fiebre o de una enfermedad infecciosa…
Creo que nos encontramos ante un extraordinario fenómeno; un fenómeno cuanto menos curioso, aunque estremecedor al mismo tiempo.
¿QUÉ ESTÁ PASANDO?
Por un lado, se supone que los cazadores estamos cada día más informados y formados con respecto al corzo y su trofeo. Afortunadamente, y aunque en algunos casos el motivo solo pueda justificarlo precisamente la obtención de un buen trofeo, nuestro interés por la especie y por su buena gestión se está viendo incrementada en los últimos tiempos. El corzo y su trofeo son, en este momento, los verdaderos protagonistas de innumerables estudios y proyectos; y su caza, la excusa perfecta para disfrutar de inolvidables jornadas y magníficas anécdotas…
Además, cualquier artículo, libro o estudio sobre el corzo hace referencia a su notable expansión por todo el territorio nacional en los últimos tiempos. El número de aficionados a su caza crece año tras año sustancialmente. Los precintos/permisos de caza aumentan cada temporada en los distintos cotos y de acuerdo con los correspondientes planes técnicos (datos que me hubiese gustado poder obtener a tiempo para este artículo). La calidad de los trofeos españoles empieza a calar fuera de nuestras fronteras. Y, lo más curioso: hace un mes escaso que comenzó la temporada y, seguramente, ya más de uno ha recibido un “mensaje truncado debido a su tamaño” en el móvil (fruto sin duda de la calidad del trofeo, que no del mensaje).
Pero, a pesar de todo ello, entre los 100 mejores de España no existe ningún trofeo homologado durante el año 2013. ¿Qué está pasando? ¿Está aumentando la cantidad de corzos abatidos cada año pero descendiendo la calidad de sus trofeos? ¿Se abaten trofeos de calidad pero no se homologan?
Las cuentas no me cuadran, y la lógica me asusta. Algo me hace sospechar (y no me llamen agorera) que los datos empiezan a tocar campanas de peligro. Más corzos, más aficionados, más permisos, más trofeos… ¿y menos calidad?
Está claro que no es oro todo lo que reluce… y, menos aún, en la caza del corzo.
LAS CIFRAS HABLAN
El trofeo, y la mandíbula de este corzo , demuestran que era un ejemplar viejo.
No sólo por curiosidad femenina (que también, seguramente), sino principalmente por compromiso con la Comisión de Homologación de Trofeos de Caza de la Comunidad de Madrid, de la que soy miembro (a la hora de homologar trofeos ajenos), y, sobre todo, por afición y como signo de gratitud y reconocimiento hacia el animal abatido (en el caso de los míos), me gusta medir los trofeos. Y digo medir.
Me interesa saber la puntuación total de un trofeo después de realizar la suma de los distintos factores que intervienen en su medición. Y, por supuesto, me atrae (y mucho) la información que esas puntuaciones pueden aportar a la hora de analizar un trofeo, un coto, una zona, e incluso una temporada; datos que considero todos ellos muy significativos y provechosos, a nivel general, para cualquier análisis o estudio sobre el trofeo del corzo, y a la prueba me remito.
Por supuesto, y como no podía ser de otra forma, me adelanto a lo que algunos puedan estar pensando y aprovecho este artículo para entonar también y, de antemano, un mea culpa con respecto a la homologación de los trofeos de corzo.
¿Realmente se abaten trofeos de calidad pero no se homologan? Sin duda. Ciertamente es una lástima que esto suceda, pues gracias a los datos de las homologaciones se puede llegar a obtener una información muy importante; una información que, por otro lado, no debemos olvidar que cuenta también con un pequeño margen de error (pero no voy a entrar ahora en un tema tan manido ya como lo es la obsesión de determinados cazadores y/o propietarios de coto por ocupar, a toda costa y cueste lo que cueste, una posición en el ranking de los mejores trofeos. Allá cada cual con su conciencia).
EL MOMENTO DE LA VERDAD
Ahora bien, una cosa es el interés general de esos datos, y otra muy distinta el interés particular; y lo cierto es que, personalmente, reconozco que no me seduce nada la idea de figurar en un ranking y, menos aún, sentir el recelo de poder quedarme sin coto por culpa de un trofeo.
¿Absurda exageración? Si mi actitud fuera simple y exclusivamente un defecto o manía personal, con toda seguridad la relación de los 100 mejores trofeos de corzo homologados no sufriría cambio alguno… El problema reside en que, desgraciadamente, me temo que no soy la única que opina así, pues cuanto más miro y remiro la relación de los 100 mejores trofeos homologados, más preguntas me hago y más convencida estoy de que, posiblemente, si el sistema fuera más discreto… más datos habría.
Seamos realistas. La picaresca ha tardado en llegar a esta modalidad de caza, pero en poco tiempo ha sabido hacerse con una buena posición. Sin ir más lejos, el juego entre la oferta y la demanda de los permisos de caza para el corzo se ha convertido, en los últimos años, en un grotesco acontecimiento; para algunos incluso en una guerra irracional, paradójica y sin piedad, a la hora de conseguir arrendar un coto, vender o comprar un precinto. Se ha levantado la veda de precintos para la caza del corzo, y a partir de ese momento parece que todo vale.
Siempre he considerado la caza del corzo como algo muy íntimo y personal, y por ello cada cual la entendemos y practicamos a nuestra manera. Mientras unos invierten sobre todo tiempo e ilusión (y por supuesto dinero) en salir al campo, cazar, y disfrutar (unas veces con más suerte que otras, unos días en busca de un buen trofeo y otros simplemente con la idea de realizar control poblacional), otros, por el contrario, invierten solo dinero (y mucho) para llegar y poder “besar al Santo”, cuanto antes mejor y lo más grande posible, sin tener en cuenta nada más que la proporción entre euros y centímetros de cuerna tienen que ser lo más rentable posible.
Desgraciadamente, pan para hoy y hambre para mañana. Y una actitud, en algunos casos, muy humana y lógica (por eso decía anteriormente que la lógica me asusta), porque ¿quién está dispuesto a pagar 1.500 euros por un precinto para cazar un corzo con un trofeo de poca calidad?
O, peor aún, ¿quién está dispuesto a pagar las cifras que se están pagando por los precintos para hacer gestión en un coto?
A nadie le amarga un dulce. Y a mi tampoco. Pero las cifras cantan, y quizás más de uno tenga que empezar a pensar en el control poblacional de corzas y evitar cazar animales demasiado jóvenes aunque tengan buenos trofeos.
De seguir así, estamos “haciendo un pan con tortas”, que en nada beneficia al futuro de la especie. Indudablemente creo que esta situación merece una reflexión algo más profunda y, por supuesto, con más fundamento… ¡La pelota queda en el aire!
Belén Pinilla