El éxito de cualquier lance depende de que sepamos apuntar correctamente, y para ello es preciso que conozcamos dónde se encuentran los órganos vitales. Enrique Lacuesta nos explica dónde se encuentran las zonas letales del corzo y las armas y cartuchos que se deben utilizar, dependiendo donde se realiza la caza.
La caza del corzo va a depender en gran manera del hábitat en que se encuentre la especie. Es un animal muy ubicuo, que puede adaptarse a muy diferentes escenarios.
En terrenos boscosos, muy densos, la modalidad de batida o gancho es una de las idóneas, si no la única (en aquellas autonomías en las que está permitida esta modalidad para el corzo), aunque las posibilidades de éxito se reducen por tratarse de un animal muy ligero y veloz.
En áreas más abiertas, con claros en los bosques, praderas, dehesas, etc., el rececho se muestra como la opción ideal, especialmente a primeras y últimas horas de la jornada, y en lugares particularmente querenciosos contaremos con la posibilidad del aguardo, muy útil sobre todo a medida que acaba el día.
En los dos últimos casos, rececho y aguardo, cabrá un mejor planteamiento del tiro, la balística, adecuándonos mejor a las particularidades anatómicas de esta especie y a las características del terreno en el que vaya a desarrollarse la cacería.
ARMAS Y MUNICIONES
Si diversos son los escenarios en los que se encuentra el corzo, no menos van a serlo las posibilidades de nuestro equipo ideal para su captura.
El más apropiado será el rifle de cerrojo;
Ligero y compacto para rececho y aguardo, con culatas hasta el brocal o las resistentes y prácticas sintéticas.
Compactos y más contundentes para tiro en bosque prieto, ganchos o monterías.
Los actuales sistemas modulares, tan en boga, como el Blaser R8, el Mauser M03 o el Merkel Helix aportan además la gran ventaja de la intercambiabilidad de calibres y una mejor transportabilidad.
El recechista puro, sin embargo, se inclinará tal vez por el muy especializado rifle monotiro, en cualquiera de sus concepciones, tanto de bloque descendente como de acción basculante, esta última, el colmo de la ligereza, compacidad y fácil transporte, una vez se ha separado el cañón del conjunto báscula- culata.
Los calibres de 5’6 milímetros, el .222 Remington, .22-250 Remington, 220 Swift o 5’6 x 52R en monotiros, con balas de 50, 55 ó 71 grains, parecen prácticamente hechos a medida para el corzo a rececho.
Son muy sensibles al desvío por el viento lateral y se pierden al choque con el más mínimo ramaje, pero ante buenas condiciones de tiro pueden emplearse con buen éxito. Su mayor ventaja es la ligereza del arma que los dispara y el retroceso casi nulo.
Calibres superiores, de los 6 a los 7 milímetros, son los europeos 6,5×55, 6,5×65, 7×64, 7x 65R, o los americanos .243 Win., .25-06 Rem., .270 Win., 7mm-08 Rem. ó 7 mm Rem. Mag., ya en la línea “dura”, con puntas desde 80 hasta 130 grains.
Las balas ideales son del tipo punta blanda, sin mayores pretensiones, con buenos ejemplos en la Noster Ballistic Tip, la Winchester Pointed Soft Point o las Hornady Polymer Tip.
Los rifles habrán de estar dotados de visores de gran aumento, al menos un 1’5 – 6 x 42 y mejor un 3–2 x 56, dado que se tratará casi siempre de un disparo a buena distancia sobre un blanco muy reducido al que a veces se le suman los inconvenientes de una parca luminosidad ambiental.
EL CORRECTO EMPLAZAMIENTO DEL DISPARO
Este cérvido, con apenas 20-30 kg de peso y 60-70 cm de altura en la cruz, no representa por sus dimensiones una especie particularmente resistente. Sin embargo, su modesto volumen va a implicar igualmente un reducido lugar para el impacto, que resultará tanto más exitoso cuanto mejor se conozca la anatomía del animal.
El consabido triángulo vital, enmarcado por los tres puntos de siempre, parte posterior de la escápula o paletilla, el hombro y el codillo, engloba los órganos vitales por excelencia, corazón y grandes vasos y parte superior y media de los pulmones.
Cualquier disparo en este área, máxime cuando estamos ante una especie de piel muy blanda y huesos costales frágiles, resultará letal. Pero es que este triángulo tendrá unos meros 20 centímetros en cada lado y habrá que ajustar muy bien la puntería.
Hay que identificar las referencias que nos “marcan” esta zona: seguiremos con la vista las extremidades anteriores hacia arriba para encontrar el codillo; en la base del cuello, donde éste se une al tórax, trataremos de identificar el abultamiento o quizás tan solo el cambio de tonalidad o reflejos que nos indique el hombro.
Solo quedará intuir el final de la paletilla un poco atrás y por debajo de la cruz. Yéndonos hacia atrás de la línea que une la parte trasera de la paleta y el codillo, estaremos en la zona abdominal alta, con la parte posterior de los pulmones e hígado como principales órganos, también mortal, pero con unas consecuencias menos inmediatas que pueden obligar a un largo pisteo.
Alcanzando la zona abdominal posterior, con el paquete intestinal ocupando la gran mayoría de su volumen, las distancias que puede recorrer el animal en su huída antes de fallecer pueden ser tan grandes que incluso no lleguemos a encontrarlo. Una excepción sería un impacto ligeramente alto en este área, tocando los riñones, de efectos mucho más inmediatos.
Por debajo de la zona toraco-abdominal, los disparos serán o bien bajos, o romperán alguna pata, con resultados imprevisibles y muy variables.
Por arriba del triángulo vital y de la zona abdominal, tenemos la columna vertebral y, pegada a su cara inferior o interna, la aorta, todas partes vitales de resultados instantáneos, igual que la prolongación de la columna en la tabla del cuello.
Cuando el corzo se presenta, no de lado, sino en tres cuartos, o de frente, la situación de los órganos vitales no puede ser establecida tan claramente por la observación del triángulo vital.
En este caso tomaremos otras referencias: en medio de la prolongación de las dos patas anteriores descansa la parte baja del corazón, y si unimos con una línea imaginaria ambos hombros, de esta raya hacia abajo tenemos los grandes vasos y el corazón, y, hacia arriba, en dirección al cuello, hallaremos el cayado de la aorta, los pulmones y la columna cérvico- torácica.
Enrique Lacuesta