Cazarlos “al encuentro” en estos parajes no solo no es nada fácil sino que requiere utilizar el equipo adecuado y una gran pericia por parte del cazador.
José Ramón de Camps te cuenta que dificultades tiene esta caza y como solventarlas.
Siempre ha existido polémica sobre las diferencias entre el sarrio del bosque y el de las alturas entre los cazadores de alta montaña, de hecho, algunos insisten en diferenciar a estos dos animales, y muchos consideran que el sarrio del bosque es más grande, más oscuro de piel y tiene mejores cuernas que el de las cumbres.
En realidad, la única diferencia es, que, lógicamente, dentro del bosque los sarrios especialmente en invierno encuentran más comida y sobre todo protección, y por tanto es casi seguro que cumplirán más años, por lo que los cazadores podrán encontrar animales más viejos en las profundidades del bosque pirenaico.
Normalmente los sarrios solitarios, viejos, todos ellos con amplia experiencia, prefieren refugiarse en las entrañas de un bosque frondoso porque saben que van a estar más tranquilos, pero eso no implica que sean animales diferentes o subespecies distintas. No existe ninguna duda sobre esta cuestión por parte de la comunidad científica.
Me extraña también que se siga manteniendo la creencia que los sarrios de los bosques son más oscuros que los de las alturas, ya que ya hace más de cincuenta años que Alfonso Urquijo lo aclaraba en su entrañable libro “El Pirineo y los sarrios”.
No sé por qué además muchos cazadores tienen la percepción que los machos más viejos son negros, como el color azabache, cuando es todo lo contrario. Siempre desconfió de los animales con pelajes cortos y de color oscuro, ya que por lo general, en su inmensa mayoría suelen ser sarrios muy jóvenes.
LA CAZA SÍ ES DIFERENTE
Lo que sí estoy de acuerdo es que para cobrar un sarrio en las cumbres o en los bosques de la alta montaña la manera de cazar es muy distinta, con métodos y estrategias en ambos casos muy diferentes.
Es por esto que se dice que la caza del rebeco es la mejor escuela de alta montaña y que cualquier cazador de rebecos puede tranquilamente aspirar a cazar los grandes carneros o íbices, ya que las cacerías de estos rupicrapinos son tan completas y diversas que permiten tener la experiencia necesaria para moverse en cualquier montaña del mundo.
Si estamos cazando por sus cumbres, hoyas, barrancos o vertientes nos asomaremos por sus laderas, intentando sorprender al sarrio y descubrirlo sin que éste nos haya visto antes.
Así, tendremos tiempo para juzgarlo con calma, valorar su cuerna y sobre todo su edad, y en caso de ser bueno, decidir la mejor manera de acercarse y dispararle a la distancia adecuada.
Esta manera de cazar se llamaba antiguamente “caza a traición”, el cazador va en busca del animal, lo descubre sin ser visto, lo juzga con tranquilidad y posteriormente le hace la entrada correspondiente, eligiendo la mejor posición para intentar cobrarlo a poder ser de un solo disparo con un tiro tranquilo y seguro.
Los cazadores de antaño, amigo cazador, le explicarían que esta es la alta escuela de caza de montaña.
CAZA DEL SARRIO AL ENCUENTRO
Si por el contrario estamos cazando dentro del bosque, su manera de cazar es llamada por los tradicionalistas “caza al encuentro” y consiste en acercarse mucho al animal e intentar sorprenderlo debido a la propia configuración y orografía del terreno.
Su caza es de sorpresa, y por tanto, de tiro rápido. Presenta además la dificultad de tener que disparar al sarrio en la mayoría de los casos sin apoyarse.
Suelen ser tiros rápidos y muchas veces precipitados, sin la posibilidad de tener el tiempo suficiente para juzgar si el animal que tenemos enfrente es el trofeo que cubrirá nuestras expectativas.
Eso sin contar además que, al dispararle casi a tenazón, es fácil herirlo, lo que dificultará mucho su cobro, ya que el sarrio correrá ladera abajo y se perderá en las profundidades del bosque pirenaico.
Si uno va en busca de machos viejos, en la mayoría de ocasiones tendrá forzosamente que penetrar dentro del bosque para poder cazar a uno de estos grandes ejemplares o a esas machorras que todos los cazadores de rebecos soñamos con ellas.
Los animales veteranos se refugian dentro del mismo durante todo el año y solo salen en contadas ocasiones, siendo por tanto muy difícil localizarlos e incluso saber de su presencia.
Algunos de estos animales, todavía adultos y con suficientes fuerzas, solo dejan el bosque durante la época del celo en busca de hembras y es entonces cuando se les puede sorprender e intentar cazar fuera de la espesura.
Otros, aunque debilitados, aun tienen energías para salir y secuestrar a dos o tres hembras durante el celo para empujarlas a las profundidades del arbolado, en donde no van a ser molestados por los sarrios jóvenes, con los que tendrían que competir en las cumbres por sus hembras.
Los animales con más edad durante el celo ya no tienen fuerzas para salir del bosque.
Los más resabiados sestearán a las horas del mediodía en las laderas, pedrizas, riscos o paredones de rocas, en busca de los rayos de sol, pero siempre como si fueran centinelas controlando cualquier figura extraña que les sorprenda, justo en la línea de los primeros pinos del bosque, dispuestos de un salto a protegerse en el mismo ante cualquier atisbo de peligro.
Las machorras son también molestadas por animales jóvenes que buscan en ellas un celo que ya no pueden dar, apartándose de los rebaños y buscando en el arbolado la tranquilidad que las altas cumbres no pueden ofrecerles.
Eso sí, al inicio de la primavera, los animales más seniles, muertos de hambre después de un duro invierno y ya casi sin dientes, se atreverán a salir en busca de las primeras hojas que rebrotan en los prados, al detectar las primeras fragancias del vaho de la tierra húmeda pirenaica.
Todos los años nos encontramos con historias de pastores, buscadores de setas, o cazadores de becadas que descubren dentro de los bosques pirenaicos cuernas, carcasas en estados de descomposición y pieles de viejos sarrios esparcidos por las zorras y perdidos entre la maleza, muchos de ellos trofeos excepcionales.
He visto personalmente dos cuernas encontradas en la espesura, una de un sarrio que midió 108 puntos y dieciocho años y otro de 105 puntos y quince años, ambos animales que se habían muerto sencillamente de viejos.
A nivel personal he tenido la inmensa suerte de cazar algunos buenos trofeos dentro de sus bosques, recuerdo especialmente un macho oro con veinte años, que vivía encamado en sus profundidades y que ha sido el animal más viejo cobrado dentro del Pirineo Oriental y una machorra plata de veintiuno años que por su aspecto al cobrarla, no creo que tuviera fuerzas para pasar el invierno que se avecinaba.
LA CAZA DEL SARRIO DENTRO DEL BOSQUE ES MUY GRATIFICANTE
Si ya de por sí es realmente complicado cazar un gran trofeo de sarrio, si además de su dificultad de rececharlo en sus cumbres, nos atrevemos a penetrar en sus bosques tupidos y tenemos la suerte de encontrarnos con un animal viejo y conseguimos cobrarlo, nuestra felicidad será inmensa y nuestro lance estará ya en nuestra memoria de por vida.
Cazar un trofeo de sarrio dentro del bosque es de las experiencias más gratificantes que conozco y no tenga ninguna duda que si usted, cazador, lo consigue, tendrá el respeto de todos aquellos cazadores que valoramos la dificultad de su caza dentro del bosque pirenaico porque habrá logrado algo que está al alcance de muy pocos cazadores de alta montaña.
Como escribió Alfonso Urquijo:
“No es mejor cazador de sarrios aquel que abate mas piezas de forma indiscriminada, sino aquel que caza solo cuando hay una razón para hacerlo, cobrando viejos solitarios, hembras machorras o ejemplares defectuosos”.