Apertura de la veda general de caza menor, el día más esperado

Próximamente se abre la veda general de caza menor, y con ella llega una fecha marcada en rojo en el calendario de muchos cazadores.

 

En otros tiempos no muy lejanos, estos días previos eran sinónimo de ilusión y preparativos: comprar cartuchos, poner a punto de las escopetas, planificar salidas y poner en orden el trabajo de forma que ningún imprevisto fuese capaz de aparecer y torcer los planes en un día tal señalado.

Hoy, sin embargo, otras circunstancias me obligan a vivir esta cita de forma distinta. Me queda el consuelo de los recuerdos, que siguen vivos como si fueran ayer: el vuelo armonioso de la pati-roja, el fugaz regate del conejo o la carrera de la rabona.

Y esa mezcla de nervios y emoción al amanecer, esperando a que clareara el día, el paso por el bar del pueblo, donde servían un café negro y amargo, cuyo efecto purgante era lo normal; y una pequeña charla con colegas de afición, lo habitual.

Las botas, la mochila — que ha soportado toda clase de excesos de carga sin rechistar — y, cómo no, mi inseparable escopeta Beretta, compañera indispensable de mis aventuras durante años, que ha soportado en silencio culpas que no eran de ella. Quizá ahora sea tiempo de aceptar que la caza ya no forma parte de mi presente, pero siempre lo hará de mi memoria.

Me guardo para siempre como acto de agradecimiento a la naturaleza. Porque la caza, practicada con responsabilidad, enseña a respetar el campo y a valorar lo que aporta a la humanidad. Esa es la verdadera esencia que me guardo y que, con estas líneas, comparto con quienes aún la viven cada temporada con ilusión intacta.

Autor: Demetrio Gordo