Cuando empecé a montear hace unos cuantos años, era difícil ver en las juntas de monterías la presencia de monteras o rehaleras. Tradicionalmente era un coto privado de hombres y era anecdótico ver alguna mujer en un puesto o tronchando jaras junto a las rehalas.
Algo que, con el paso de los años y muy especialmente estos últimos, ha cambiado radicalmente con un incremento significativo de mujeres participando activamente en las jornadas de caza, sean de mayor o menor.
Con respecto a la rehala es cierto que adentrarte en el monte no es algo fácil ni cómodo; muchos días de calor, frío, lluvia y muchos anocheceres junto a una lumbre esperando a los rezagados que faltan por llegar, muchos kilómetros hasta volver a casa y, cuando termina la temporada, las vacaciones brillan por su ausencia al tener que seguir cuidando de los valientes, criando y seleccionando camadas y muchas tareas en las perreras que absorben muchas horas de cada día.
Una tradición que se hereda de padres a hijas
La rehala tiene mucho pasado, mucha historia que los rehaleros más veteranos cuentan con un punto de nostalgia en el que se vislumbran añoranzas por unos tiempos pasados que nunca volverán y que van viendo cómo la rehala ha cambiado en las formas, pero creo que no en el fondo.
Lo que no ha cambiado es el orgullo que siente un rehalero cuando una hija o un hijo le dice que quiere continuar con su legado rehalero forjado a fuego lento.
La primera reacción siempre es de alegría al saber que su rehala se mantendrá, que sus valientes seguirán estando bien cuidados y que el hierro de su rehala no desaparecerá. La segunda reacción, con la cabeza fría, es preguntar si están seguras o seguros… tener una rehala y mantenerla no es algo fácil.
Conozco a muchos jóvenes que cada fin de semana, de octubre a febrero, repiten sistemáticamente el ritual de preparar sus perros para montear en diferentes zonas de España. Pero si hay algo que me llena de orgullo y que defenderé a ultranza es el incremento de mujeres jóvenes al frente de una rehala.
Podría nombrar a muchas y la mayor parte de ellas han aprendido el oficio de su padre, acompañándole en cada montería, empapándose de sus enseñanzas de cómo lidiar con el monte, descubrir el potencial cazador de cada perro y, poco a poco, asentar conocimientos que, con el paso del tiempo, les ha dado el bien merecido título de rehalera.
Soy rehalera
Ellas lo dicen sin tapujos, saben que antaño su presencia llevando una rehala en el monte no era muy bien vista, muchos compañeros tenían cierto recelo al montear junto a ellas y, al final, o tenían una afición a prueba de bomba y, contra viento y marea, seguían al frente de sus perros o tiraban la toalla dejando a un lado la rehala para dedicarse a otros menesteres mejor vistos.
Pero, como he dicho anteriormente, la rehala ha cambiado y todo lo que la rodea también…
Vas a cualquier junta de montería y la presencia femenina entre las rehalas se vislumbra de inmediato. Y, lo mejor de todo, la juventud que tienen y derrochan pasión por sus perros y por esta forma de cazar única en el mundo.
Defienden a sus perros, se sienten orgullosas de ellos, la estética la cuidan al máximo; cuando ellas intervienen en la gestión de la rehala, sinceramente, se nota el toque femenino.
Las redes sociales y la mujer rehalera
El mundo de la caza y la rehala, en especial, ha evolucionado estos últimos años a una velocidad vertiginosa.
Antes sólo era posible poder disfrutar de algún documental cinegético en algún programa de televisión muy puntual o ver fotografías de cazadoras en prensa especializada muy focalizada en el colectivo cazador, como nuestra querida revista Trofeo, que sigue en la brecha desde hace muchos años.
Pero todo cambia, la tecnología evoluciona y circula a alta velocidad, y hoy en día vemos todo tipo de soportes digitales en los que con un solo clic tenemos a nuestra disposición una multitud de filmaciones, fotografías y artículos que incrementan exponencialmente la visibilidad de la caza y de nuestras queridas rehaleras.
Tenemos muchas y cada vez más mujeres que no tienen reparos en mostrarse junto a sus rehalas, enseñando el día a día con sus perros, los sacrificios que conlleva mantenerlos y cuidarlos y tratando de dar a conocer cada vez más lo que es una rehala.
Desgraciadamente, este aumento de la visibilidad conlleva un peligro latente que no es otro que los ataques de intransigentes que ni entienden ni quieren entender lo que es la rehala y la caza, llegando, en muchos casos, a una violencia verbal que debería estar castigada de una manera contundente.
A todas estas valientes que luchan día a día contra esta lacra, sólo puedo animarlas a que sigan defendiendo sus ideales, su pasión por la rehala y por la caza.
El futuro se escribe en femenino
Sinceramente, soy optimista ante el futuro que nos espera. Esta temporada he monteado mucho con jóvenes rehaleras, he compartido su ilusión cuando hablaban de sus valientes, la pasión que derrochaban al abrir portones, al escuchar los latidos de sus punteros o como corrían a toda velocidad hacia un posible agarre cuando alguno de sus valientes ladraba a parado.
He visto jóvenes rehaleras que, con voz aguda y mano firme, dirigían dogos, alanos, cruzados y podencos puros con una estrategia clara, tronchando jaras, sintiendo en su propia piel la dolorosa caricia del áspero monte apretado o ganándose el respeto de sus compañeros de mano en la mancha que tocaba montear.
He compartido momentos con un padre, una hija y una nieta monteando juntos, el padre orgulloso de su hija y, al mismo tiempo, también orgulloso de su nieta, siempre mirando de reojo a la pequeña aprendiz de rehalera que, como una más, seguía los pasos de un hombre que lo ha dado todo por su rehala y con sabiduría en cada montería intenta transmitir la esencia de la rehala.
He voceado en la sierra junto a parejas monteando juntos, compartiendo vivencias, juventud y un futuro que van forjando junto a sus valientes para conseguir lo mejor de lo mejor.
He conversado antes de soltar con hermanas y hermanos que monteaban juntos, subiendo cuerdas interminables y rematando al alimón a ese macareno viejo que sus valientes agarraron con fuerza demostrando fuerza y coraje.
He visto a una rehalera enseñar a una niña lo que es la rehala, con pasión y firmeza, mostrándola las tradiciones de antaño (aquel trabuco que retumbó en la sierra de Salamanca…).
He reído con amigas rehaleras que se conocen desde pequeñas y que hoy luchan junto a sus padres por mantener sus rehalas.
Y muchas vivencias más que guardo en el rincón más importante de mi morral junto a un sinfín de fotografías que, ojalá, el día de mañana sirvan para recordar estos momentos tan importantes y las generaciones futuras aprendan a respetar la figura de la rehala.
Y terminando…
Yo, personalmente, seguiré monteando muchas monterías con las rehalas y repetiré con ellas la próxima temporada; ellas me han demostrado pasión, orgullo, saber estar en el monte y fuera de él.
Lo que está claro es que «ellas» están y se las espera, sin pregonar diferencias de sexos que las dichosas corrientes feministas pregonan con una teórica y errónea defensa a ultranza de la mujer.
«Ellas» son unas «más» de la rehala, ellas saben montear, guiar a sus perros y el respeto, sea mujer u hombre, se gana en el monte.
Va por vosotras: María Jesús, Andrea, Noelia, María, Rocío, Jennifer, Triana, Alba, Tamara… por el maravilloso futuro que tenéis por delante junto a vuestros valientes.
Y por muchas más que, seguramente y en las próximas temporadas, compartiré algún día de montería junto a sus rehalas.
Texto y fotos: Carlos Muñoz
Instagram: @miradasmonteras