Aunque he escrito sobre este tema en varias ocasiones, sigue siendo una de las preguntas sobre el manejo de los perros más frecuentes a los veterinarios, especialmente por parte de los propietarios que acaban de coger un cachorro. Por ello vamos a revisar el asunto, pero desde un punto de vista práctico, centrándonos en los periodos de transición, cuando se pasa de la actividad al reposo.
No cabe duda que la aparición de los piensos secos ha supuesto una revolución en la alimentación canina. La gran mayoría de los veterinarios aconsejamos su utilización, simplemente porque a diario vemos sus resultados. Son dietas equilibradas (llevan todo lo que los perros necesitan, en las cantidades y proporciones que necesitan), fáciles de suministrar y dosificar, limpios, fáciles de almacenar, duraderos, etc.. y todo ello a un coste razonable.
He explicado en alguna ocasión que un perro de caza de talla media (20 kg), que no realiza actividad física y a una temperatura ambiente de 20ºC necesita unas 1500 kcal. al día para mantenerse, que se le suministran con 270 gr de un pienso de buena calidad. Hay dos factores principales que alteran esta ecuación, la temperatura y el ejercicio.
Se estima que por cada grado que baja la temperatura, el perro necesita 3 kcal más para mantener su temperatura corporal de 38’5 ºC, por lo que si la temperatura baja 10ºC el perro necesitará 100 gr más de comida, y si la temperatura llega a los 0ºC, el perro necesitara en total 470 gr de alimento para mantenerse.
Por supuesto hay variaciones en función de varios parámetros, entre ellos el pelo, ya que los perros de pelo largo en estas circunstancias pierden menos calor que los de pelo corto. El otro factor es el ejercicio. De manera muy genérica podemos decir que un perro incrementa un 10% sus necesidades calóricas por cada hora de trabajo.
En resumen, las necesidades de un perro medio, pueden variar de 270 gr de pienso en periodo de inactividad a 20ºC, a más de 600 gr si caza una mañana completa a 0ºC de temperatura ambiente.
CÓMO SABER SI EL PIENSO ES BUENO
Recuerdo que, cuando empecé a ejercer la profesión, el viejo boticario de mi pueblo me solía decir, cuando le hablaba de los parabienes de una nueva medicación, que “Si por el Cola- Cao fuese, todos teníamos que haber ganado las olimpiadas”.
Aquel hombre me quería explicar que los que venden sus productos los ensalzan mucho, pero luego hay que comprobar si realmente funcionan. Y es precisamente lo que hay que hacer con los piensos, y nadie mejor que nuestro perro para indicarnos la calidad de un pienso… si le queremos escuchar. En cuanto al pienso que le suministra al perro, el dueño tiene que observar dos cosas, la calidad y la cantidad.
Cuando el pienso es bueno, lo primero que observamos es que lo digiere bien, y las heces son compactas y no excesivas. Un perro debe generar 50 gr de heces por cada 100 gr de pienso ingerido. Además, el pelo debe estar sano y con brillo, y no tener mudas largas ni excesivamente abundantes.
El perro tiene que desbordar energía y siempre estar dispuesto a trabajar, y (muy importante en los perros de caza) aguantar la jornada cinegética sin dificultad, y después recuperarse pronto. Si se cumplen estos parámetros, el perro nos estará diciendo que el pienso es bueno. En cuanto a la cantidad, también el propio perro nos lo tiene que decir si lo estamos haciendo bien, y el dueño ser observador y calcular las raciones en función de las necesidades.
Un perro en buen estado físico, debe estar fuerte y no gordo, debe tener buenas masas musculares y poca grasa. Lo veterinarios hacemos dos cosas para saber si un perro está en su peso, lo miramos y le tocamos las costillas. En un perro en su peso idóneo, las costillas no se le deben ver, pero al pasarle la mano sobre el costillar, se deben notar.
Si se le ven las costillas a simple vista, es que está delgado, si no se le notan al pasar la mano, es que está gordo. Este punto, el del peso del animal, hay que observarlo todo el año. Parece que muchos cazadores asumen como normal que un perro durante la temporada de caza esté flaco y durante la veda engorde mucho.
Esto es erróneo y se debe intentar que el peso entre temporada de ejercicio y reposo, sufra la menor variación posible. Esto se consigue ajustando las calorías ingeridas a las gastadas, y la observación constante del peso del animal es el método idóneo para hacerlo.
EN GRANDES POBLACIONES
La verdad es que esto que he contado está muy bien, y es muy bonito, pero se puede aplicar cuando tienes un perro, o pocos ejemplares. Cuando se posee un gran número de ellos, como es el caso de las rehalas, el tema cambia. Y el cambio se debe a dos razones básicas, el coste de la alimentación y la dificultad para poder controlar el peso de un grupo grande de perros. Referente al primer punto, el coste de la alimentación, por lo que puedo ver en la mayoría de las rehalas y recovas que conozco, la alimentación básica suele ser el pienso, no siempre de buena calidad pero lo suficiente para mantener a los animales.
Además, se busca una fuente de alimento alternativo, que aporte proteínas a un bajo coste. Muchos de ellos complementan a los perros con restos de restaurantes o carnicerías, y esto me brinda la oportunidad de hablar de los perros que se alimentan de lo que llamamos “sobras”. Decía al principio que los veterinarios somos partidarios de la alimentación con pienso, por las razones que expuse, pero tenemos que reconocer que los perros están preparados para comer de las basuras, sobreviven con ello (además bastante bien) y ¡les encanta!.
Esto tiene una explicación basada en la evolución reciente de la especie. Todos sabemos que el perro desciende del lobo, pero lo interesante en esta ocasión es como comenzaron a convivir perros y humanos. La utilización de los primeros perros para ayuda en la caza por parte de los hombres primitivos está claro, y su posterior utilización en otros trabajos como el pastoreo o funciones de guarda.
Pero otra faceta ha destacado mucho menos, y es que los perros han vivido durante miles de años semisalvajes en los entornos humanos alimentándose de sus desperdicios. Y de ahí les viene a los perros el fuerte instinto basurero que tienen. Si han subsistido de esta manera durante tanto tiempo, están adaptados a comer sobras sin mayor problema, siempre que evitemos que estas tengan huesos, espinas y otros “artefactos” que pueden dar serios problemas como palillos, corchos, etc..
Con esto, no defiendo las “dietas basura”, en absoluto. Donde esté un buen pienso, que se quite lo demás, pero quiero decir que para manejo de grandes poblaciones, y haciéndolo con un mínimo de cabeza, el tema funciona bastante bien.
Además, es una forma de reciclar comida que iría a la basura. Aunque se tengan muchos perros, es mejor que cada perro coma por separado, para poder racionar la comida, ver si el perro come (un perro que no come puede ser el primer síntoma de una enfermedad) y evitar las peleas entre ello. Esto es costoso (en tiempo) hacerlo todos los días, pero merece la pena por los beneficios que aporta.
Juan J. García Estévez
Veterinario