Es probablemente la pregunta más repetida por los propietarios de perros de caza. Ello se debe a que es un problema real, endémico en muchas zonas de nuestro país y que ha padecido un gran número de perros. Y muchos dueños han perdido a grandes canes por esta razón.
LA LESHMANIA, LA GRAN PREOCUPACIÓN
Aunque la leishmania es la más conocida, hay otras enfermedades transmitidas por vectores (mosquitos y garrapatas) muy frecuentes en nuestro país, como la filariosis (gusanos del corazón) o las enfermedades rickettsiales transmitidas por garrapatas. En cualquier caso, lo primero y más importante es la prevención: evitar que el perro contraiga cualquiera de ellas. En la actualidad disponemos de varios métodos que, en solitario o combinados, pueden ser una barrera importante. Collares antiparasitarios, pipetas y las pastillas antiparasitarias son herramientas modernas y bastante eficaces. Es imprescindible hablar con el veterinario para que nos indique cuál de ellos es el mejor sistema de defensa, por sí solo o combinando varios productos. Hay que recordar que en cada zona las enfermedades existentes varían, por lo que también son diferentes los mejores métodos de protección a emplear. Y los veterinarios locales son los que conocen los productos más eficientes en cada una de las zonas.
En 2012 apareció una vacuna frente a la leishmaniosis, pero para poder aplicarla el perro debe cumplir una serie de requisitos. Primero, ser mayor de seis meses. Además debe estar sano y haber dado negativo al test de la leishmania (un perro puede padecer la enfermedad y no presentar síntomas). Si cumple estos dos requisitos, se le deben poner tres vacunas con un espacio de tres semanas entre cada una de ellas. La protección le durará un año. Si se quiere prolongar el efecto de la vacuna, habrá que revacunarle una vez al año.
Y sin lugar a dudas (al menos en zonas endémicas), lo ideal es combinar los antiparasitarios con la vacuna. Es lo que puede garantizar la mayor protección para el perro.
EL ASPEO DE LAS PATAS: CÓMO EVITARLO
Antiguamente los perros vivían sueltos en los pueblos todo el año, por lo que tanto la musculatura como sus patas estaban bien trabajadas. La vida actual que llevamos aboca a muchos perros a permanecer encerrados en una perrera más de la mitad del año y a que su tono muscular y sus almohadillas no estén preparadas para soportar los primeros días de caza. Además, muchos canes comienzan la temporada en agosto, durante la media veda, cuando el suelo está seco y duro, lo que agrava aún más el problema.
El punto de contacto que tiene el perro con el suelo, la almohadilla, está magníficamente diseñada. La parte externa, la que contacta directamente con el suelo, es un epitelio corneo duro y muy resistente al desgaste que, además, se regenera con gran rapidez. La parte más interna es un tejido conectivo denso y con gran poder de absorción y amortiguación. Si se fijan, las botas de caza están diseñadas así: suela dura e interior blando y mullido.
Si un perro trabaja mucho, y además el suelo es seco, duro y abrasivo, desgasta rápidamente el epitelio corneo, es decir, la “suela”. Este epitelio se recupera pronto, pero no lo suficientemente rápido como les gustaría a los propietarios que cazan intensamente durante unos días al año.
Existe un número de productos que ayudan a la cura de este problema. Todos ellos van bien, incluso los métodos tradicionales, como meter la pata del perro en una salmuera (agua saturada de sal), que puede ayudar a su recuperación, aunque no lo suficientemente rápido como deseamos.
La solución para este problema en los días de mayor actividad de caza pasa por utilizar un vendaje que proteja las patas. Personalmente utilizo una pomada cicatrizante, una gasa sobre la zona desgastada y una venda cohesiva, sujetándolo todo con cinta aislante o americana. Si voy a cazar varias horas, llevo un poco de cinta en el bolsillo y refuerzo el vendaje cada cierto tiempo. También existen botas que cumplen esta función, y aunque cada vez son mejores, yo dejé de utilizarlas porque la mayoría de ellas las perdían los perros en el campo y no cumplían su función.
LA TORSIÓN DE ESTÓMAGO, UN PROBLEMA REALMENTE GRAVE
Con cierta frecuencia imparto cursos sobre aspectos veterinarios de los perros de caza, y creo que en todos ellos me han preguntado sobre la torsión de estómago. Éste es uno de eso problemas que realmente preocupan a los propietarios de perros de caza, bien porque han oído hablar del asunto o también porque lo han padecido sus canes.
La torsión de estómago es un tema grave, muy grave, que en poco tiempo puede producir la muerte del animal, por lo que es extremadamente urgente acudir al veterinario. Pero lo primero de todo es saber interpretar los síntomas. Y aunque esta patología se puede dar en cualquier ejemplar y raza, es más frecuente en perros de razas grandes, siendo bracos alemanes y drahthaars en las razas que con mayor frecuencia la he visto. Normalmente, el problema se produce después de comer o ingerir abundante cantidad de agua. Con el estómago lleno, el perro se empieza a encontrar mal, está nervioso e inquieto, babea abundantemente e intenta vomitar y no puede, notándose el abdomen hinchado y tenso.
Una torsión de estómago. En la radiografía se puede apreciar la gran dilatación que provoca. En la otra página, un braco con leishmania. Se aprecia la delgadez, el abdomen distendido, su mal pelaje y las lesiones en la piel. Todos son síntomas muy frecuentes en esta enfermedad.
El origen de esta enfermedad, tal y como indica su nombre, consiste en que el estómago lleno se gira sobre su eje y colapsa el cardias (la entrada) y el píloro (la salida). Además, compromete la circulación sanguínea del estómago así como la del bazo.
Ante esta urgencia, el veterinario tiene que, en primer lugar, descomprimir el estómago (muchas veces puncionando con un trocar para intentar que vuelva a su lugar) para que cardias y píloro comiencen a funcionar permitiendo el paso. Hay que estabilizar al paciente y, cuanto antes, pensar en operarle para sujetar el estómago a las paredes del abdomen y que no vuelva a ocurrir.
Durante mucho tiempo hemos aconsejado a los dueños con perros propensos a padecer esta patología que repartiesen la comida en varias tomas para que no llenasen demasiado el estómago y evitar así la torsión. En la actualidad pensamos que está motivada por una alteración genética en los ligamentos que sujetan al estómago, por lo que es conveniente no criar con perros que lo hayan padecido.
LA ALIMENTACIÓN TAMBIÉN PREOCUPA
También son frecuentes las preguntas sobre la alimentación. Y es lógico, pues está directamente relacionada con la salud del perro y su rendimiento durante la caza. Además, y aunque los veterinarios aconsejamos que se les dé pienso, cuando se tienen varios perros hay que buscar fuentes de alimento alternativo, ya que el pienso resulta demasiado caro.
No obstante, en el tema de la alimentación los propios perros son los que nos facilitan la información sobre lo que estamos haciendo. Si la cantidad de alimento que le estamos suministrando es la correcta, el perro estará en su peso independientemente de si caza o está en reposo. En este sentido hay que recordar que a un perro en su peso óptimo no se le ven las costillas, pero cuando le tocamos con las manos las podemos apreciar claramente. Si no conseguimos palpar las costillas, está demasiado gordo. Por el contrario, si se le ven las costillas, está demasiado delgado.
Pero tan importante como la cantidad es la calidad. Esto lo indica el pelo del perro y su actividad. Un perro con pelo lustroso y brillante, independientemente de si se le baña o no, manifiesta que el alimento que come es de calidad. Y si además está activo y aguanta bien cazando, confirma esta afirmación.
Veterinario
Juan J. García Estévez