Esta primavera ha supuesto en muchos sentidos un cambio de tendencia que los cazadores debemos celebrar. Por un lado, la seca estación, que ha llegado con un mes de anticipo los últimos años, ha venido este con agua y en su tiempo, para regocijo de la gente de campo.
Por otro, muchos cazadores, olvidando lo que pueda separarlos, han decidido unirse y mostrar su indignación por el trato que la actividad cinegética y quienes la practican reciben por parte de una sociedad que no la entiende y por lo tanto no la aprecia en lo que vale, cuando no la ataca frontalmente.
Lo repetiremos una vez más: la caza es una actividad ancestral, que no solo es legal, es sobre todo necesaria para la conservación de los ecosistemas y para el futuro del mundo rural. Por eso, bajo el lema «La caza, nuestra forma de vida», decenas de miles de cazadores salieron a las calles de cuarenta ciudades españolas para exigir respeto y reivindicar con orgullo que pertenecen a un colectivo importante, activo, unido y con suficientes argumentos para defender una actividad que favorece la conservación de la naturaleza y el desarrollo rural, y para pedir a las Administraciones una mayor protección y sensibilidad hacia los problemas y necesidades que les acucian.
Decimos que fueron decenas de miles los participantes, alrededor de 100 .000 según la Federación, aunque la cifra está visto que importa poco. Recordemos la escasa cobertura que obtuvo la histórica manifestación de 2008 por parte de la prensa generalista, muy inferior, como es habitual, a otras manifestaciones mucho menos numerosas protagonizadas por otros colectivos.
Fueron muchas las críticas entonces, como la enviada al diario El País por un lector en la que preguntaba si existe en este diario algún tipo de criterio de carácter deontológico, editorial o similar que obligue a sus profesionales a ignorar las informaciones referidas a la caza, siempre que no sean de corte marcadamente negativo, en cuyo caso es evidente que dan detallada y amplia información.
Rafael de Miguel, redactor jefe de Noticias de este diario, responsable ese día, al menos reconoció entonces su fallo: «No previmos la dimensión de la manifestación de cazadores y pescadores, y en ese sentido fue error nuestro no darle la cobertura correspondiente», aunque negó que existiera una norma de valoración informativa para la publicación de ciertos temas.
La repercusión de cualquier manifestación es directamente proporcional al impacto mediático que pueda tener y es cierto que desde entonces la información sobre asuntos cinegéticos no ha cambiado demasiado; quizás hasta este momento, ya que, en general, en este caso se ha informado puntualmente, sobre todo en medios locales, aunque también en medios generalistas de ambito nacional, del transcurso de las distintas concentraciones.
¿Será este otro cambio de tendencia? Esperemos que sí.
Pablo Capote