Al cabo de más de un año de gobernar en CLM, los nuevos mandatarios anuncian la reforma de la ley de caza aprobada in extremis por los anteriores en solitario y bajo promesa contraria de cambiarla a las primeras, por lo que, llegado el momento, algunos que piensan como yo me invitaron a seguir con la batalla por lo no logrado entonces: dotar de espíritu más natural, deportivo y social a la legislación cinegética de esta mi región. Porque, frente a la vehemencia de su etapa de oposición, los que ahora torean han perdido fogosidad y suavizado ímpetus, estando por dejar casi todo como lo pusieron los antecesores, sin más que unos retoques de dudosa viabilidad práctica y algún irrelevante cambio poco significativo, para la galería y sin coste electoral.
No pude ocultar a mis solicitantes el hartazgo de argumentar contra la caza comercial, industrial y artificial. Un atracón de razonamientos que, como los alimentos en exceso, indigestan, no nutren al cuerpo y le hacen vomitar. Lo que tenía que decir lo tengo dicho, sin que la insistencia vaya a mejorarlo ni haga esperar que prosperen los objetivos más concretos y cruciales de suprimir cuarteles comerciales y vallados parciales. Le noto a todo esto un enredo y desenredo legal –y hasta literario– que físicamente empacha. ¡Cuántas cosas se dicen para no hacerse! ¡Cuántas normas para no cumplirse! ¡Cuántas prohibiciones y obligaciones que nadie podrá vigilar ni sancionar!
Se está «administrativizando» la naturaleza –y la caza en particular– para no preservar casi nada. Con lo fácil que sería dejar todo en estado natural y hacer también todo naturalmente. ¿A qué hay que suplementar alimento a los animales montaraces? Trampas y trucos. ¿Y a qué soltarlos de las granjas? Camelos y enredos. ¿Y a qué seleccionarlos o mejorarlos genéticamente? Ardides para hacerlos ganado. Si la caza va ser eso, que la quiten. Extenúa leer cientos de modificaciones cuando cada cual hace lo que quiere y las Administraciones se consumen en papeles.
Puede que mi visión sea demasiado negativa, pero no me sale otra. Influyen las limitaciones y desilusiones que crecen con la edad, aunque quienes me rodean me halaguen con el «qué bien te veo». Gracias, amigos. La caza con autenticidad desaparece y solo el artificio de repoblar de mayor y menor los campos domesticados y cercados mantendrá otra cosa ficticia, impropiamente llamada caza, en escenarios de virginidad ausente, decadente espontaneidad y floreciente artificialidad. Y eso que no hablamos de la tecnología ligada a la mentalidad de los actuales «matadores». No son los más, pero tienen mayoría absoluta de facturación, y en ellos –y ella– piensa el poder institucional al reglamentar.
Si algo escribiese o dijese a propósito de esta proyectada nueva ley castellano-manchega, iría en la dirección de siempre, alineado con el planteamiento sensato de cazadores y no cazadores alistados en mi ejército. No todos, pero muchos. A finales de octubre participaré en unas jornadas de la Fundación Miguel Delibes sobre la perdiz y mi defensa de su intangibilidad marcará la intervención. Como mi radical oposición a las sueltas, que, de autorizarse por excepción, deberían serlo con anillas. ¿Cree alguien que algo va a representar lo que allí se diga, aunque importante sea el foro?
Al negocio de la caza industrial todo esto le da igual. Hasta celebra el declive de la perdiz campera, porque aumenta sus ventas, como a las funerarias les vienen bien los seísmos. Ninguna «perdicera» piensa en las aves libres cuando planifica su actividad y expansión. Las de granja no peligran. El día que se tomen medidas para conservar la perdiz, se prohibirá la caza de silvestres y solo se autorizará matar soltadas. No hay quien se atreva a declarar las incubadoras enemigo público nacional ni regional. ¿Que no le nacen a usted rústicas y salvajes? Pues le sirvo urbanas empaquetadas.
E igual para las vallas perimetrales, no digamos para las interiores. Subterfugios de la legalidad contra la espontaneidad. Pero, eso sí, venga planes, memorias, notificaciones y otras historias. Cuentos chinos. Enredar «pa na de na» dicho en el habla castiza y coloquial, que va derecha a la verdad sin gastar tiempo. En resolución, desaparecerá la caza esforzada e imperará la irracionalidad de lo sin encanto ni justificación. Ellos sabrán. A los que ordenan y mandan o venden y cobran me refiero. Para clamar en el desierto, mejor no clamar.
¡Viva el progreso! Pero dejen de legislar, caramba, que les va a sentar mal.
Eduardo Coca Vita