Hacía mucho tiempo que no iba al tordo. El jueves me puse un rato por la tarde a la “lloca” que es cuando el zorzal entra a poca noche a dormir a sus lugares de refugio, normalmente pinadas. Allí pasa la noche hasta el día siguiente que sale a comer. Les gustan mucho las aceitunas, las uvas que se han quedado por vendimiar en las cepas, pero también las bolitas de las sabinas o del llidoner. Suelen ser bastante madrugadores. Antes de que amanezca hay que estar ya en el puesto.
El tordo tiene mucha vista, así que conviene estar bien escondido. Me puse en un bancal de almendros y olivos, detrás de un arbusto que me tapaba bastante, pero a la vez tenía buena visibilidad. A mi izquierda estaba Mauro a la punta del bancal. Allané un poco el terreno, quitando algunas piedras que molestaban para tirar más cómodo. Es importante evitar los desniveles y tirar lo más llano que sea posible.
Se movieron muy pocos tordos. Tuve la fortuna de tirar a dos, pero solo pude cobrar uno. Si cae boca abajo son muy difíciles de encontrar porque se confunden con la tierra y si hay poca luz, como era el caso, mucho peor. Panza arriba son más fáciles porque el plumaje moteado del pecho les delata. Al día siguiente volví con los perros y tampoco lo encontré. Por la noche se mueven muchas alimañas, como zorros o jabalíes, así que es fácil que alguno diera con él.
Al tordo tiro con cartucho de novena y 32 gramos. Hay quien utiliza plomo del 10 o incluso del 11 porque al ser un pájaro pequeño es muy fácil que por cualquier hueco del plomeo se escape y un plomo del 10 o del 11 contiene más perdigones, aunque más pequeños.
El domingo volví al mismo sitio, pero esta vez no tuve suerte. No conseguí disparar ni un solo tiro. Solo vi un conejo cuando me dirigía al puesto. Iba cargado con la escopeta y los cartuchos y no le pude tirar. Salió de unas zarzas y se paró justo al lado del camino para volver rápidamente a perderse entre los matorrales.
Por la tarde se oyeron algunos tiros, pero muy lejanos, probablemente en el término de Villena. El paso de los aviones es constante y dibuja una silueta perfecta con la luna en su fase creciente de fondo. El ulular de un búho me acompaña y hace más agradable la espera. Los sonidos que nos regala la naturaleza son maravillosos.
El año pasado fue muy malo para el tordo y esta temporada no se prevé que sea mucho mejor, aunque habrá que esperar a que llegue el frío y que la aceituna esté más madura. A la península ya están empezando a entrar los primeros bandos de zorzales por los Pirineos y la costa Mediterránea para pasar su invernada entre nosotros.
Aquí al tordo se le tira al paso. Hay quien lo caza al salto, detrás de ellos, que para mí es la caza más difícil porque el zorzal es un pájaro muy rápido, que no espera y tiene un vuelo zigzagueante.
Estos días no hay entrada. Hace dos años se dio muy bien. Desde comienzos de octubre comenzaron a verse, seguramente porque las temperaturas en el norte de Europa anticiparon la inmigración de esta ave que tanta afición despierta entre los cazadores.
Hace ya unos cuantos años al tordo no se le tiraba porque los cartuchos eran caros y los cazadores preferían ir detrás de las perdices o los conejos antes que malgastar un cartucho tirando al tordo. No era considerada una especie cinegética como lo es ahora. Entonces había mucha caza y era normal llegar a casa con media docena de patirrojas en el morral, pero los tiempos han cambiado y hoy la caza del zorzal congrega a cientos de cazadores.
Patricio Simó.