Terminaba 2018 con las críticas vertidas en la prensa mundial contra el científico chino He Jiankui al conocerse la noticia de que podría haber creado los primeros bebés genéticamente modificados. Un logro tecnológico que ya estaba al alcance de muchos de sus colegas, que no lo llevaron antes a cabo por sus implicaciones morales.
Lo cierto es que con ello se abre una puerta que antes nadie se había atrevido a traspasar, al menos con seres humanos como cobayas. Nuevos territorios sin explorar como este son creados cada vez con más frecuencia.
No cabe duda de que la humanidad se encuentra en un momento de crisis y de cambio, un cambio inflacionario que cada día es más rápido, y el mundo de la caza no es ajeno ni a lo uno ni a lo otro.
Los incesantes ataques al colectivo cinegético por parte de una sociedad cada día más alejada del mundo rural, jaleada por unos medios de comunicación ignorantes o poco rigurosos en estos temas, incluso tendenciosos, unas redes sociales que son el caldo de cultivo ideal para la injuria y la mentira y unos políticos ávidos de sacar partido, ha llevado al cazador a valorar con más seriedad la opción de unirse en defensa de esta actividad apelando a los intereses comunes.
Pero al margen de evidentes éxitos, como manifestaciones masivas o la campaña de la Federación Andaluza de Caza, «La caza también vota», para ser comprendidos y aceptados por la sociedad en el futuro hace falta algo más, y esta cruzada ante el ‘enemigo común’ no debe hacernos olvidar los problemas internos del colectivo.
Nos encontramos en un momento en el que el porcentaje de cazadores en la sociedad es el menor de la historia y sin embargo es el más heterogéneo, ya que la obtención de alimento, única motivación del cazador para salir al campo durante milenios, ha pasado a ser múltiple dependiendo de las preferencias de cada uno, como el conseguir un trofeo, la competición deportiva, el mantener el ancestral contacto con la naturaleza, etc.
La oferta aumenta impulsada por la tecnología y la moderna caza comercial, y cada opción cinegética exige una gestión distinta del medio y los recursos.
Para Olmo Linares y Juan Carranza, de la Unidad de Investigación en Recursos Cinegéticos y Piscícolas de la Universidad de Córdoba, es un buen momento para que el cazador responsable reflexione sobre el modelo de gestión que desea para el futuro, cuestión que tratan en un interesante trabajo que publicamos este mes.
Este reto de futuro sin duda deberá basarse en la ciencia, por supuesto, pero también en otra cuestión que ha sido tratada repetidamente en distintos foros los últimos meses, acaso rescatada oportunamente, como es la ética en la caza.
Pablo Ortega ofrecía en Madrid una interesante conferencia sobre este tema titulada «Ética de la caza. En busca de una justificación moral para una actividad incomprendida».
También Antonio Notario aborda la cuestión en la última entrega de una serie de artículos sobre la relación entre el hombre y los animales, que encontrará en páginas de Trofeo Caza de febrero 2019.
¿Es la caza hoy una actividad deportiva, un mero entretenimiento lúdico, una herramienta de gestión, una nueva forma de ganadería, una filosofía de vida…? ¿Puede ser todas estas cosas a la vez? ¿Hay cabida en un medioambiente sano para todos los modelos de gestión cinegética? ¿Cuántos cazadores reconocen preferir un modelo de gestión de caza industrial y artificial a uno de caza salvaje y sostenible? ¿Por qué el modelo que parece imponerse es el primero? ¿Podemos hacer algo los cazadores para potenciar uno u otro modelo de gestión? ¿Cazamos lo que cazamos porque es lo que se nos ofrece o la oferta cinegética es lo que demandamos los cazadores? ¿Qué tiene más demanda, la caza de calidad o la de cantidad? ¿Es legítima la modificación genética de las especies? ¿Es suficiente equiparar los límites éticos a los legales? ¿Necesita la caza una revisión de sus compromisos y obligaciones morales?
La responsabilidad del cazador en cómo es la caza hoy y cómo será en el futuro es mucho mayor de lo que solemos admitir y la deriva de las últimas décadas es muy poco alagüeña.
Posiblemente es cierto que este sea un buen momento para hacer autocrítica, reflexionar y plantearse preguntas como estas. La sociedad nos lo va a exigir y, sobre todo, nos lo debemos a nosotros mismos.