Nuestra imagen

Siempre he sido optimista en cuanto al futuro de la caza. Al menos, me refiero a si va a perdurar o desaparecer a corto o medio plazo. Pero reconozco que ya no lo soy tanto y, viendo los bandazos absolutamente inesperados que da nuestro mundo, me puedo creer cualquier cosa, incluso que la caza se prohíba en poco tiempo. Tratemos de analizar el panorama actual y la situación en la que nos encontramos los cazadores, para saber qué alternativa tomar.

Tradicionalmente hemos pensado que el enemigo del cazador era el ecologista, sin embargo no es así. El ecologista es un amante de la naturaleza y persigue la conservación de la biodiversidad. El cazador en buena medida mantiene los mismos principios, apasionado del campo e interesado en conservar no solo a las especies sobre las que caza, sino el medio natural del que disfruta. Puede haber roces, siempre los ha habido, pero a la larga debería haber consenso y entendimiento.

Pero en los últimos años ha surgido con gran fuerza una figura nueva: los defensores de los derechos de los animales. En España representados por el Partido Animalista (PACMA), que ha cosechado la friolera de cerca de 300.000 votos en unas elecciones generales.

La filosofía de vida y la razón de existir de los animalistas es que no se permita la caza. Jamás podrán admitir, bajo ningún concepto, que se mate un animal. Con ellos no hay la más mínima posibilidad de consenso o entendimiento, por lo tanto no tiene sentido que mejoremos nuestra imagen de cara a los animalistas porque daría exactamente igual. No hay posibilidad de entendernos. Si ellos tienen la sartén por el mango algún día, la caza se terminará.

Por suerte no parece que sus argumentos sean los más razonables y coherentes para convencer a una amplia sociedad de votantes, pero sobre ese asunto ya nadie puede poner la mano en el fuego y nos podemos creer cualquier cosa.

Indudablemente la imagen de la caza no es buena en la sociedad actual. Me preocupa ver que los más importantes diarios generalistas prácticamente solo hablan de la caza aprovechando las ocasiones que surgen para denostarla, y en muchos casos apoyándose en una sesgada documentación.

Los cazadores deberíamos romper antiguos clichés y ofrecer una nueva imagen de nuestra actividad. La caza de hoy nada tiene que ver con la de hace medio siglo. Ya no se caza por necesidad de obtener del campo un complemento a nuestra dieta. Tampoco me gusta el tópico de que la caza es una actividad de ocio, o deportiva.

La caza que debemos vender hoy a nuestra sociedad es que se trata de una herramienta de gestión ambiental que permite efectuar un aprovechamiento de determinadas poblaciones y también corregir muchos desequilibrios originados por la propia actividad humana. Por supuesto que nos comemos lo que cazamos y que existe una importante cultura gastronómica en ese sentido. También poseemos un instinto predador al que damos rienda suelta cuando salimos al campo, del mismo modo que haría un leopardo o cualquier otro animal cazador.

Si hoy día el papel de la caza se comprende mal, parece obvio que la conducta de los cazadores debe ser exquisita. Aún nos hallamos lejos de que así sea. Creo que los principales custodios de esa imagen tenemos que ser los propios cazadores. No se puede tolerar, por ejemplo, que se tiren vainas de cartuchos en el campo, se dispare sobre especies protegidas o se cace con métodos poco dignos.

El silencio de un cazador ante estos desmanes equivale a complicidad. Es necesario denunciarlo. Soy relativamente optimista viendo que recientemente han surgido en España nada menos que tres fundaciones distintas que apoyan a la caza y poseen una filosofía verdaderamente moderna y conservacionista. Es el camino, y el trayecto no será fácil. Pero la dirección a seguir la conocemos.

Juan Delibes 

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