No son águilas, son drones

Auténtico, está ocurriendo. Resulta que un amigo mío, de los que saben lo que hacen habitualmente los quebrantahuesos, que para eso es oriundo de la Sierra de Cazorla y un experto, además, en la caza de las mariposas, me comentaba hace unos días:  “Estaba yo vigilando en el aire a los quebrantahuesos cuando, de pronto, ¡veo que un águila se precipita sobre mí!, lo que nunca me había ocurrido aunque llevo ya más de medio siglo pateando las sierras. Así que voy y me echo debajo de un chaparro, intentando escapar, cuando, de pronto, me doy cuenta que es una máquina que, haciendo un ruido infernal, velozmente me pasa por la cabeza y se escapa volando. Era como una motosierra… como un robot del tamaño de una avutarda, más o menos…”

De drones y otras criaturas

El pobre Cárdenas, que es su apellido, no sabía aun de la existencia de los drones, que creo que no están aun en el diccionario o si están es desde hace muy poco. Máquinas que nos espían, uno por uno, y nos retratan además de pasar volando sobre nuestras cabezas, como a veces se ve en las películas de la CIA americana que vemos en la televisión. Con el tiempo los habrá de muchos tipos, incluso es posible que cada uno tenga el suyo para servirnos como ángel de la guarda o como un espía implacable que nos vigila y nos señala.

“¡Y llegó a parecerme un águila!”, decía mi amigo. Si, si, un águila… Me acaban de decir, porque he querido saber más sobre el tema, que incluso sobre la casa del Rey, en los montes del Pardo, circulan, si bien más pequeños, esto es, tamaño paloma. Vigilantes que vuelan, cuidan y avisan de lo que hay más allá de donde se ve, o sea, en este caso, sí que son ángeles custodios de sus majestades, que nos hacen tanta falta. Lo que hago público nada más empezar y, como se dice en los viejos papeles jurídicos, para general conocimiento.

Y continúo para hablarles más de “criaturas” y de caza. Por ejemplo, leo esta misma mañana, siempre con el lobo de protagonista, que hay trescientas manadas de lobos en toda España. Pero yo creo que son más, sobre todo, si son como el Cholo, el enorme entrenador del Atlético, que ha sido definido y no sé si será cierto, como “el  cordero vestido de lobo…”. Definición que, si la meditamos, se darán cuenta ustedes de que se trata de una criatura más buena que el pan tierno, como el pan de Alfacar de mi tierra (Granada), del mundo, aunque parezca que es feroz en su actitud. Puede ser. Hay mucho de esto en lo habitual, aunque también hay mucho de lo contrario. Como esos que están al acecho, en sus ordenadores, el gran cazador mediático, viéndote en la distancia, consultando tus números por escasos que sean, tus aficiones, incluso, tus sentimientos… Vamos, cazándote hasta los más leves pensamientos. ¡Tiempo de caza vivimos! Y si no, pues aquí me tienen.

Y de “cazadores” de mierda

En otro orden de cosas, pero al hilo de lo mismo, decirles que anda por ahí, más triste y serio que nunca, y eso que es un sembrador de sonrisas, que buena falta que nos hace, el gran humorista de los Morancos, el más gordito. Ya saben que el pobre se quiso hacer una foto con un rifle y un leopardo, creo, y a poco le retiran la credencial de humorista y hasta el saludo. ¡Hombre, tan poco, es eso! Hay que medir las reacciones. En el tiempo que estamos a poco que hagas te arriman al “paredón” de la cacería de los medios.

También me viene a la memoria el caso de los Papeles de Panamá, que son expertos, finísimos cazadores, o mejor dicho rastreadores, que te siguen el camino que vayas dejando a tu espalda…

Y claro al hilo de lo dicho me viene forzosamente a la memoria la de otro cazador, esta vez de verdad. Recuerdo que en uno de mis viajes, ¡ay, mis viajes¡, a Sudáfrica, durante un safari fotográfico inolvidable, con aquélla “Noche de los rinocerontes blancos” que ya he contado “tropecientas” veces, cómo se me acercó un negrito simpático, vestido de cazador de morsas, que me dijo al presentarse orgullosamente: “¡Macunda, soy Macunda, el más experto en África entera en el excremento del elefante…”

Pero, gracias a Dios, siempre mayea

Menos mal que luego hay escritores de lo nuestro, maravillosos, como es mi amigo el embajador Cuenca, que siempre que hace un libro me llama para que lo sepa. El de ahora es de cuentos de la sierra, que conoce como nadie. Escribe de academia y con los cinco sentidos. Ha quedado, en enviármelo en cuanto esté listo. Quizá, para Navidad. Embajador que estuvo en Rusia y Canadá… y que hizo un libro sobre el arte de la diplomacia, su paso por embajadas muy importantes, “ma-ra-vi-llo-so”.

En fin, que ya mayea, que es un “verbo” hermoso, y poco usado. Mayea, de mayo, no de malla, que es otra forma de cazar bien sabida. Y se lo digo yo, experto en ballenas, que, por si no lo sabían, se cazan, no se pescan. Lo he recordado porque acabo de leerme el libro “En el corazón del mar”, del que después se hizo la brillante película del mismo nombre, donde se cuenta cómo los balleneros salen a cazar las ballenas hace un siglo, incluso antes de ese “Quijote del mar”, que es el libro Moby-Dick, cuya película, por cierto, vi rodar en Gran Canaria con Gregory Peck. Y termino con su moraleja final que dice: “Salieron a cazar el cachalote pero el cachalote los cazó a ellos…”. O sea, mis leales, como en la vida misma.

Tico Meina

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